No es el mismo grupo, es cierto. Daniel Rabinovich falleció en 2015. Y Marcos Mundstock, la voz grave de Les Luthiers, su fundador y redactor creativo, nos dejó en abril de 2020. Tres años antes, Carlos Núñez se había declarado jubilado. Para el músico y humorista Carlos López Puccio, a nivel personal todo aquello fue muy doloroso y costó reponerse. Sin embargo, artísticamente, el grupo estaba preparado para continuar con la función, preparando los recambios para los hermanos de toda la vida. Entonces no pensaban en la muerte, pero sí en cualquier enfermedad o accidente que pudiera obligarles súbitamente a cubrir alguna ausencia. “Así como Carlos Núñez dijo en su momento que no quería morir en el escenario”, Jorge Maronna y yo, los “supérstites” del grupo original, sí queremos. A nosotros nos sigue haciendo felices estar en escena, divertir a la gente con nuestras ocurrencias y que disfrute con nuestra música. Estamos empeñados en eso. Ya la vida dirá por cuanto tiempo”, afirma.
Les Luthiers reinició sus actividades en enero de este año, saliendo de gira por 16 ciudades de España. El lleno fue total y los aplausos de pie al final de cada presentación. “Fue nuestra gira de venganza contra el ómicrom”, afirma López Puccio, que acaba de retornar a Buenos Aires. “Muchos decían que ni Jorge (Maronna) ni yo tendríamos edad para soportarla, pero nos mantuvimos felices y estóicos. Y tenemos muchas ganas de seguir”, dice el director de orquesta y coros, multiinstrumentista y humorista argentino de característica melena blanca.
Terminadas las eliminatorias al mundial de Catar, alcanzar el repechaje ha levantado el buen humor de los peruanos. ¿Por qué, habiendo furibundos hinchas al interior de Les Luthiers, el grupo nunca hizo humor sobre el futbol?
Tienes razón. Curiosamente, por una de esas rarezas de la humanidad, de los cinco miembros del grupo original, tres no éramos futboleros. Ni Jorge Maronna, ni Carlos Núñez ni a mí nos gusta el futbol. Era curiosísimo. Los únicos eran Marcos (Mundstock) y Daniel (Rabinovich). Dentro del grupo, vivimos muchos años mirando el tema de costado. Cuando Marcos y Daniel comentaban de fútbol, nos miraban con sorna, sabiendo que nosotros ignorábamos el tema. Al final, los chistes sobre fútbol quedaron suprimidos definitivamente.
Eso tiene que ver con la estricta democracia ejercida al interior del grupo. Si un chiste no gustaba a la mayoría, no entraba al espectáculo...
Efectivamente. Había mucho de eso. El nuestro era un grupo que ponía la cara después de esa democracia. No era como elegir un presidente, pues quienes ponen la cara son sus ministros. En nuestro caso, si un chiste se aceptaba, después teníamos que representarlo en el escenario. Y era intolerable la sensación de que alguien estuviera a disgusto con ese chiste. Para fines de la armonía del grupo, lo que presentáramos tendría un acuerdo general. Un chiste que resintiera a alguno de los integrantes no se presentaba. No es solo una cuestión de democracia, sino de estar a gusto todos en el escenario.
Otra pregunta de coyuntura: En la más reciente ceremonia del Óscar., vimos a un actor ofendido abofetear a un cómico. ¿Hay que acostumbrarnos a esas bofetadas de gente indignada y hacer chistes amables que no ofendan a nadie?
La corrección política es un tema que nos viene dando vueltas hace ya bastante tiempo. Nunca nos consideramos un grupo de opinión, tratamos de no insertar nuestra ideología o convicciones en lo que hacemos, pero sí nuestro humor, con la sensación de que no estamos para herir a nadie. Nuestro espectáculo siempre fue así: lo más amplio posible, divertido para la mayoría. Pero como toda la humanidad, el humorista sufre con los cambios éticos y de convicciones, cambios de lo que para la mayoría, es aceptable. Nosotros hemos aceptado que, dentro que lo que a nosotros nos gusta, pueda haber cosas que hieran. El ejemplo del Oscar es así: hubo alguien herido públicamente por ese chiste, y más allá de que la reacción haya sido intempestiva, nosotros habríamos evitado hacer un chiste donde haya alguien que sufra por él. Sobre todo alguien que está enfermo. Lo hemos dicho siempre: el límite de nuestro humor ha sido siempre el sufrimiento ajeno.
¿Hoy día podrían presentar “Cartas de color”, la divertida historia de Yogurtu Mghe? ¿O hay chistes de Les Luthiers que ya no se presentan porque pudieran ofender a alguna minoría?
Estás tocando un buen punto. Allí hay un límite entre lo que sería la excesiva corrección política y nuestras ganas de hacer humor. En Yogurtu Mghe para mí no hay ningún atisbo de racismo. Es un personaje prototípico de la historia del cine musical, estereotipos que para mí forman parte de la historia de la cultura.
Los políticos corruptos son habituales víctimas del humor de Les Luthiers. Pero también los medios, los periodistas, hemos sido sus víctimas. Una táctica muy usada por Les Luthiers es mostrar como disimulamos nuestros errores o nuestra ignorancia.
Hay que diferenciar. El político corrupto es un delincuente. Él no puede ser inconsciente de su delito. cuando nosotros nos hemos reído de los políticos corruptos, no hubo uno que dijera “ah, no, esto me alude, me siento ofendido”, porque obviamente es un hombre que esconde sus delitos. Reírse de los políticos corruptos es fácil, porque no hay ninguno que se ofenda. El periodista que nosotros presentamos en el segmento de “Radio tertulia”, por ejemplo, para nosotros es un personaje tierno, es un pobre profesional que, de pronto, esconde su ignorancia. Pero al mismo tiempo el periodista es una víctima de su trabajo tan amplio: muchas veces tiene que opinar, hablar y argumentar de cosas que, lamentablemente, no sabe. Salvo en el caso de periodistas muy especializados que no se salen del margen estricto del ámbito de su conocimiento.
Un chiste de “Viejos Hazmerreíres” habla de un personaje que o bien puede ser llevado a la cárcel o bien nombrado Ministro de Justicia. ¡Es casi una foto de la coyuntura política peruana. Lo que antes parecía una exageración, hoy parece humor costumbrista...
Realmente la humanidad nos da sorpresas. Eso tiene que ver con la post verdad, las ‘fake news’ y toda esa historia. Hoy, gracias a la enorme capacidad de las redes sociales para comunicar verdades o mentiras, aparecen estos juegos caleidoscópicos de verdades y contra verdades. Un personaje, en un contexto es elevado a la categoría de prócer, y simultáneamente en otro el mismo hombre resulta un delincuente. Está pasando en todo el mundo, pero lo estamos viendo más claramente en Latinoamérica, donde las cosas son más desfachatadas y evidentes.
En Les Luthiers muy pocas veces se sabe la autoría de un tema. Muy pocos saben que usted fue el responsable de la “Cantata de don Rodrigo Díaz de Carreras”, en colaboración con Jorge Maronna y Ernesto Acher, uno de los temas más recordados del grupo...
En Les Luthiers, cuando empezamos, el autor de la mayoría de las cosas era Marcos Mundstock. Y poco a poco nos incorporamos Jorge y yo a la tarea de crear humor. Fueron años de crecimiento, hablo de los inicios de los setenta. En un momento nos dimos cuenta que las obras, por buenas que fueran, evolucionaban en el escenario con los aportes espontáneos que se iban sumando en las presentaciones. Ya con el grupo más establecido, nos planteamos que si bien era cierto que había un generador de la obra, al cabo terminaran siendo patrimonio de todos. La vanidad, la defensa de una persona por su parte, podía estropear el resultado conjunto. Fue una decisión que tomamos a partir de 1973. Cada cual pone su porción. Es cierto que las porciones son diferentes, dependiendo de cuál es la obra. Con ello gozamos del beneficio de la reciprocidad. Y todavía hoy seguimos respetando en buena medida ese anonimato.
Ahora, sobre “Don Rodrigo”, la anécdota es real: estábamos por estrenar “Mastropiero que nunca”, a fines de los años setenta. Cuando hicimos una pasada general del espectáculo que iba a estrenarse en poco tiempo, nos dimos cuenta de que estaba corto. Y entonces fuimos a mi casa, Jorge Maronna, Ernesto Acher (que entonces pertenecía al grupo) y yo. Y esa noche salió el bosquejo de la idea: un pre Colón que hacia el camino del “descubrimiento” americano a la inversa. Estábamos muy apresurados: hicimos todo el recorrido, los géneros musicales, los chistes. A la madrugada, ya teníamos avanzado el esquema de don Rodrigo, y a cual cada cual se le dio el deber de ponerle música a su parte. La obra se estrenó poco tiempo después, y tuvo muchos aportes de los demás. Por eso yo no me atrevería a decir que fui el autor. Fuimos los generadores de una obra básica a la que todos los demás le añadieron cosas buenas.
¡En aquella época, Les Luthiers producían un espectáculo al año!
Entonces podíamos hacerlo. Después, hubo varias dificultades: el miedo a no estar a la altura del espectáculo anterior, por ejemplo. Desde “Mastropiero que nunca”, tuvimos un éxito muy grande y muy inesperado, lo que nos permitió mantener en cartel los espectáculos durante más tiempo. Fue beneficioso para los dos lados: por un lado, el espectáculo rendía más y por otro, nos daba más tiempo para generar el siguiente.
El compositor Johann Sebastian Mastropiero no solo es una parodia al prototipo del argentino “chanta”, sino que representa la impostura en el mundo cultural...
Posiblemente Mastropiero tenga un aire del argentino chanta. El siglo XX mostró el florecimiento del arte conceptual, que se presta para que un genio haga cosas maravillosas, simbólicas, significativas, cuestionadoras, pero se presta también para que un ingenioso estafador nos convenza de que es arte un lienzo blanco al colgarlo en un museo. En música, toda la obra de John Cage, por ejemplo, es muy cuestionable. El caso más importante es su obra titulada “4:33″ donde un pianista entra, pone la partitura delante de él en el piano y se queda cuatro minutos con treinta y tres segundos en silencio, al cabo de la cual recoge la partitura y la obra termina. Creo que ese es el mayor monolito del arte conceptual en el siglo XX. Y en consecuencia, de una enorme controversia. Creo que Mastropiero es mejor que eso. Dentro de su identidad chanta, ha escrito obras maravillosamente divertidas, que era el verdadero objetivo de Les Luthiers, más que denunciar que haya mentirosos en el mundo del arte. Esa es una discusión que excede a Les Luthiers, no somos árbitros o jueces del arte contemporáneo. Lo que hacemos es humor, no una denuncia (aunque a veces sí).
¿Nunca hubo un proyecto editorial o cinematográfico dedicado a la exagerada biografía de Mastropiero?
Efectivamente, Mastropiero es eterno y ubicuo. Aparece en todos lados y en todos los tiempos. Nadie nunca propuso ese proyecto, pero si hubo algunos proyectos en nuestra etapa de más atropellado crecimiento, entre los años setenta y los ochenta. Hubo un serio proyecto para hacer una película con el grupo. Y trabajamos un año con Luis Puenzo, director que después ganó un Oscar por “La historia oficial”. Llegamos a un guion que resultó demasiado caro, y no hubo ningún productor que quisiera meterse en esa aventura. Por otra parte, nosotros teníamos mucho temor de salirnos del marco de lo que sabíamos hacer: el diálogo con el público en el teatro.
Finalmente, ¿Fue “Viejos hazmerreíres” una forma de reconstruir al grupo tras la pandemia?
Estamos saliendo todos de un periodo inusitado, asombroso, desconcertante, de dos años de encierro, dudas, temores. Todo ha necesitado reconstruirse. Para nosotros fue un largo trabajo soportar esta “empresa”, nuestro grupo, anímicamente. ¡Yo estuve prácticamente dos años encerrado! En este momento soy el “decano” del grupo. Te confieso que empezamos la gira a España el 26 de enero, en Burgos, durante la cima del ómicrom. Y me costó dos semanas habituarme: no es lo mismo ensayar con altas condiciones de seguridad que salir al escenario sin mascarilla. Pero empecé a volver a sentir el contacto con aquella vieja normalidad que, por supuesto, no hemos alcanzado todavía. Pero confiamos en que lo que hacemos sea disfrutable.
El repertorio
Reúne obras de distintos años, en principio todas ligadas al programa informativo “Radio tertulia”, divertido pretexto para introducir las distintas canciones del grupo. Incluye la zarzuela náutica “Las majas del bergantín”, “Loas al cuarto de baño” (obra sanitaria), “Así hablaba Sali Baba, “Quién mató a Tom McCoffee” (música en serie), “Receta postrera” (vals culinario), la bossa nova “Amor a primera vista”, “Cumbia epistemológica” y el clásico jazz “Pepper Clemens sent the messenger: nevertheless the reverend left the herd (ten-step)”, composición de Johann Sebastian Mastropiero construida a partir de retazos de un acto de repudio a un ginecólogo.
Más información
Lugar: PLAZA ARENA, Javier Prado Este s/n, Parcela G, Jockey Club del Perú, Surco. Día: viernes 3 de junio, 8 pm. Entrada: Desde S/.39. Teleticket.
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