Iggy Pop está de vuelta. El hombre nacido hace 68 años como James Osterberg Jr. en el pequeño poblado de Muskegon, en Michigan, Estados Unidos, acaba de publicar un álbum sombrío de gran factura: “Post Pop Depression”.
Se trata del disco número 22 en la dilatada carrera de este cultivado músico amante de la poesía y la cultura beat, considerado con justicia como “el padrino del punk”. Una carrera que inició con intermitencias a partir de 1964 bajo la influencia del blues, con su grupo Iguanas, pero que recién agarraría viada a fines de 1967 cuando descubrió con su nueva agrupación The Stooges el sonido crudo y distorsionado por el cual venía porfiando y que le daba vueltas en la cabeza desde que una vez visitó a los 9 años la fábrica Ford en Detroit. El brutal ruido de las máquinas golpeando el metal de las carrocerías que le dejó aquella visita, recordaría en entrevistas el compositor y cantante de “I Wanna Be Your Dog”, representaría el origen del hard rock, la corriente musical con la cual se le vinculó cuando irrumpió en 1969 con su legendario primer álbum: “The Stooges”, el cual se grabó en dos días y fue producido por John Cale, quien iba a las sesiones vestido con una capa negra semejante a la del conde Drácula acompañado por la cantante Nico.
Pues bien, desde 1969 al 2016, Iggy Pop ha lanzado en grupo o en solitario un total de 22 álbumes que representan el legado de una carrera en la que su adicción a las drogas lo hizo caer a los abismos de los que fue rescatado por su gran amigo David Bowie, quien lo ayudó a reinventarse explorando la electrónica con dos álbumes de canciones más elaboradas y calmadas que la etapa del sonido crudo con Los Stooges. Esos discos lo pusieron de nuevo en la ruta: “The Idiot” y “Lust For Life”, ambos de 1977. Ahora “Post Pop Depression”, un álbum de claro perfil nostálgico que bien podría ser, acaso, su último disco si nos atenemos a su capcioso título, trae un tema en homenaje al fallecido Bowie: “German Days”, en el cual Pop recuerda como quien hace un paseo por su vida la feliz etapa de renacimiento que significó trabajar con él en el Berlín occidental de la segunda mitad de los setenta. En “Gardenia”, el cantante, que es de baja estatura, evoca a una robusta ex amante. Y en la última canción, “Paraguay”, convierte al país sudamericano en una suerte de paraíso al cual el hombre del siglo XXI, agobiado y dependiente de las tecnologías de la comunicación, debería ir para escapar del mundo moderno. Destacan “Sunday”, por su rítmica percusión que es una invitación al baile, y “Vulture”.
El álbum, nueve canciones en 41 minutos, contó con la colaboración del guitarrista Josh Homme y el bajista Dean Fertita, ambos de Queens of the Stone Age, y del baterista Matt Helders, de Arctic Monkeys.