Tres años después de alcanzar un éxito inimaginable con “El mal querer”, un disco en el que tomó elementos del flamenco y de la música urbana para crear un pop que resultaba refrescante en una escena musical global cada vez más monótona, Rosalía estrenó este 18 de marzo “Motomami”, un tercer álbum que viene con el reto de tener que superar su propia valla y, a la vez, con la presión de intentar hacerlo mientras hay varios ojos puestos en ella.
MIRA: San Valentín: el atrevido regalo que le dio Rosalía a Rauw Alejandro por esta fecha | FOTO
De hecho, el lanzamiento de este disco ha generado encendidas polémicas con cada adelanto que ha liberado: desde la parte visual hasta la musical. Lo cierto es que aquellos que esperen encontrar en este material una secuela de “El mal querer”, no lo harán. Aquí Rosalía se aventura por otros caminos y lo hace de manera muy original; aunque no por ello faltan elementos que se pueden relacionar al proyecto previo.
Para empezar, el disco sigue siendo un trabajo conceptual. Rosalía deja atrás el drama de una mujer envuelta en una relación violenta de “El mal querer” y presenta a una mujer empoderada en la figura de la “motomami”, que es la que le da ilación a la narrativa del álbum. Sonoramente, también se trata de un trabajo experimental, aunque esta vez el interés de la artista está puesto en el género más reproducido por estos días en las plataformas de streaming: el reggaetón.
Quizás por ello, en este disco Rosalía ‘canta’ menos y sus interpretaciones son en una voz media, más hablada, y, efectivamente, como dicen sus críticos, cada vez más difícil de descifrar en la dicción de letras que, a pesar de ello, tocan temas más personales que las del disco pasado y hacen que “Motomami” sea un álbum interesante. Pudimos escuchar el disco antes del lanzamiento y este es nuestro balance track por track:
1. “Saoko”
Rosalía abre el disco con un tema en el que canta sobre la transformación y lo hace apelando a diferentes figuras que evocan el cambio. Desde el evidente contraste entre el día y la noche hasta referencias a la cultura popular, como una Kim Kardashian tiñéndose el pelo de rubio o el logo de Lego. “Yo soy muy mía, yo me transformo”, dice en la canción que presenta una incorporación a su sonido. Si “El mal querer” empezaba con las palmas flamencas del ‘beat’ de “Malamente”, en “Saoko” se marca el tiempo de jazz con los característicos golpecitos al platillo ride de la batería. Pero “Saoko” no es un jazz, porque el patrón rítmico desaparece en la base del reggaetón, que es el género que predominará en este disco y que, aunque, al igual que en “Saoko”, Rosalía buscará hacerlo dialogar con otros géneros, siempre terminará siendo el predominante.
2. “Candy”
El segundo track del disco es un ejemplo de ello. “Saoko” cierra con el ritmo arriba y “Candy” abre con la atmósfera de una balada. Suena un piano, acompañado de sintetizadores, pero en arreglos muy suaves, mientras Rosalía cuenta la historia de alguien que la dejó, pero que no la podrá olvidar. A diferencia del track inicial, que es más hablado que cantado, aquí Rosalía interpreta más, pero el reggaetón vuelve a aparecer, no solo en su ‘beat’ característico, sino en el uso de autone (como recurso estético) y los ‘vocal chops’ (con el mismo propósito de estilo). La letra, además, hace referencia a un hit del reggaetón de la década pasada: “Candy” de los puertorriqueños de Plan B; y tiene un estribillo pegajoso que la terminó por convertir, como anticipamos, en un corte del álbum.
3. “La fama” (con The Weeknd)
Si bien actualmente el recurso del ‘featuring’ está muy extendido en la música pop y, en el caso de “Motomami”, se especuló mucho sobre las colaboraciones, el disco finalmente solo tiene dos consignadas con créditos. La primera con The Weeknd en este tema que fue el que sirvió para presentar el álbum en noviembre del 2021. Se trata de una bachata, otro ritmo de origen centroamericano por el que Rosalía ha manifestado interés. Sin muchas novedades en la estructura del género -salvo la sorpresa de Abel Tesfaye cantando en español tras su inesperado ‘remix’ con Maluma-, la canción más que nada sirve como aporte en la narrativa, pues la letra reflexiona sobre otro motivo de la transformación de la que se habla en el disco: la fama y sus pesares: “Es mala amante la fama y no va a quererme de verdad. Es demasiado traicionera y como viene se me va”, canta la catalana. Y no es casualidad que esta observación preceda al tema siguiente.
4. “Bulería”
Un reclamo constante que le han hecho a la artista desde el final de la promoción de “El mal querer” y los sencillos que fue sacando antes de la era “Motomami” -desde “Con altura” hasta “TKN”- es que se ha alejado del flamenco. Y este tema es una clara respuesta a esa crítica. Es el único tema predominantemente flamenco del álbum y, además, servirá como una especie de pausa entre toda la avalancha caribeña del inicio. “Soy igual de cantaora con el chándal de Versace que vestidita de bailaora”, dice Rosalía que en la letra también narra el sacrificio detrás de los éxitos que hoy presume. “Yo me mato 24/7″, canta entre zapateos y palmas, que al cierre se irán transformando en un ritmo más pop para luego volver nuevamente a un silencio que contrastará fuertemente con lo que sigue.
MIRA: Rosalía estrenó “Chicken Teriyaki” y en el video luce su cambio de look
MIRA: “Élite”: ¿por qué fue cancelado el cameo de Rosalía en la serie de Netflix?
5. “Chicken Teriyaki”
Este es el ‘single’ principal de “Motomami”. Y probablemente su elección no haya sido la más acertada porque, como ocurrió con “Yummy” de Justin Bieber (en “Changes”), sacada del álbum pierde su contexto y hasta termina alimentando prejuicios sobre él. Rosalía describe este disco como un subibaja de emociones (y contrapone los conceptos “Moto” y “Mami” como “lo fuerte” y “lo frágil” con esa finalidad), y en “Chicken Teriyaki” se va con las revoluciones a tope y no oculta su intención de lograr un viral de Tik-Tok. El coqueteo del reggaetón con lo japonés y lo kawaii no es novedoso -ya ha transitado ese camino Bad Bunny, por ejemplo, en “Yonaguni”-, pero funciona para resaltar el ánimo lúdico del tema, que se expresa también en unas rimas que resultan muy fáciles. “Maki” con “Kawasaki” y “naki” con “teriyaki” y que dan argumentos a una crítica en la calidad lírica de este disco que, curiosamente, tuvo como principal blanco al siguiente tema, que es una de las sorpresas (gratas) de “Motomami”.
6. “Hentai”
Cuando Rosalía lanzó un adelanto de apenas segundos de esta canción, motivó hasta columnas de la prensa española sobre la pobreza de su letra. Pero este tema que parecía básico, resulta ser uno de los más complejos del disco, por lo menos en cuanto a producción. Se trata de una canción que empieza con un piano y en la que Rosalía habla de sexo con ese lenguaje que despertó memes y se hizo muy viralizable: “Te quiero ride como a mi bike. Hazme un tape modo Spike. Yo la batí hasta que se montó. Segundo es chingarte, lo primero Dios”. Pero lo que sigue tras esa intro tan discutida es una producción muy diversa, sonoramente. Uno de los mejores rasgos de la Rosalía de “El mal querer” es que resultaba impredecible saber hacía dónde iba a ir una canción, porque rompía estructuras convencionales. Y “Hentai” es precisamente eso. Lo que se podría entender como el coro del tema, la frase “So, so, so, so good”, es el puente para pasar por varios ambientes sonoros: desde una música de película clásica tipo “El mago de Oz” hasta una ráfaga ‘drum & bass’ al estilo del cierre de “Crystalline” de Björk. Para cerrar de manera muy silenciosa y dramática con la frase “Te quiero hacer hentai”. De los momentos más inesperados de “Motomami”.
7. “Bizcochito”
La esencia electrónica del tema previo se retoma en esta canción que arranca con un loop muy digital que podría evocar un tono de teléfono móvil y que luego da pase a un ‘beat’ de reggaetón muy rápido. La novedad sonora aquí es la inclusión de un coro de voces, de estilo africano, que repiten la frase “Desde el día en que nací”, mientras Rosalía se describe, sin mucha complejidad y con líneas por momentos muy difíciles de entender, como una mujer empoderada en lo laboral (“No hice mi carrera en Telehit, tengo hits”) y en lo personal (“Soy un bizcochito, que se derrite en el sol”).
8. “G3N15″
Aunque escrito como clave de acceso a un computador, el título de este tema hace referencia a “genís”, un nombre catalán que significa tanto “protector de familia” como “origen y nacimiento”. La música y la voz de Rosalía suenan aquí más cercanas a “El mal querer”, aunque el sonido predominante es el de un órgano Hammond, con el que se cierra la primera parte del tema y se le da pase a la grabación de la voz de una mujer que habla en catalán, la lengua madre de Rosalía. “La familia es lo primero”, “Si ella es feliz, yo soy feliz”, dice la voz que resulta ser de su abuela, de quien no solo heredó el nombre, sino también su vocación artística, pues la abuela Rosalía era la única que cantaba en casa y la hacía ver películas de Lola Flores y Carmen Sevilla. “Este no es el mal querer, es el mal desear”, canta Rosalía en la canción que es un homenaje a las mujeres fuertes de su familia, o a las “motomamis”, que se describen mejor en esta canción que en la siguiente.
9. “Motomami”
Todas las canciones del disco son muy cortas, pero esta en especial es muy breve. Es casi un interludio y es repetitiva en el motivo que ya se había expuesto en el ‘teaser’ del disco. La letra también cae en figuras varias con el propósito de rimar: “motomami” con “sashimi” y “tatami” y cierra con un “No quiero competir si no hay comparación”. Tiene la onda divertida que caracteriza a uno de sus involucrados: Pharrell Williams, pero no trasciende de ello.
10. “Diablo”
Rosalía, además de músico, cantante y compositora, es productora y en este disco hay un trabajo interesante en la producción de voces. Aunque no es algo en lo que esté innovando Rosalía, pues este tema como algunos otros del disco tienen puntos en común con lo recientemente hecho por la venezolana Arca, en esta canción juega mucho con el sonido de su voz. Arranca en un tono altísimo mientras la música evoca a una atmósfera japonesa. Luego su voz pasa por varios filtros que la hacen sonar como en un musical de “Alvin y las ardillas”. Pero el balance lo pone una voz masculina (el compositor británico James Blake) en la mitad del tema y que cambia por completo el aura de la canción. Como decíamos al inicio de esta reseña, solo hay dos colaboraciones acreditadas en el disco, pero cuando esté este disponible, sin duda la presencia de este artista dará qué hablar. La letra cierra con un “Yo no sé ni quién eres, Diablo”. Una antesala sonora muy interesante para lo que sigue.
11. “Delirio de grandeza”
Si ya era inesperado escuchar a Rosalía haciendo una bachata, más sorpresiva resulta la inclusión en este disco de un bolero. Se trata del tema del cubano Justo Betancourt que viste por momentos con sampleos más electrónicos en una combinación muy efectiva, que será muy interesante para sus presentaciones en vivo. De hecho, esta canción ya la presentó durante el evento de Chanel en diciembre del año pasado. Otro gran momento del álbum y ese ‘subibaja’ de emociones que busca Rosalía en él.
12. “CUUUUUUUUUUTE”
La exploración sonora de Rosalía continúa en el track 12 del disco. La canción arranca con Rosalía contando desde el 1 hasta el 21 en inglés y toma el sonido del “one” para unos ‘vocal chords’ que extiende al máximo para detonar una fiesta de ritmos electrónicos. Nuevamente, jugando con los diferentes tiempos y la incógnita de a dónde nos llevará cada canción, a la mitad, “Cute” se convierte en una balada con piano y Rosalía dice: “Mariposas sueltas por la calle. Siempre allí”. Y nuevamente el “allí” se usa como germen para multiplicarlo en la pista y volver a un frenético ritmo de rave con el que se cierra el tema. Muy refrescante.
13. “Como un G”
La calma vuelve en este tema, por lo menos en cuanto a ritmos, porque emocionalmente, Rosalía se propone aquí tocar las fibras más sensibles de sus oyentes con la letra. De hecho, es la canción en la que la dicción de la catalana es la más clara. “Si no lo puedes tener, lo tienes que soltar”, “no estoy a tu lado, pero te deseo paz y libertad”, “todas las baladas que se quedaron sin dedicar”, “nada te debo y tú no me debes nada”, “no escribo canciones de amor, pero en esta me doblo por ti”, son algunas de las frases que dedica Rosalía en esta balada de desamor acompañada de un piano y una atmósfera oscura al estilo de Aphex Twin que cierra con un arreglo de voces masculinas, pero que han sido procesadas y pasan como un coro infantil. Otro tema que dará que hablar en este álbum, además de por la propuesta en lo musical, por la relación que podrá entablar la audiencia con el personaje que motiva la letra y C. Tangana, el exnovio de Rosalía y el que mejor encaja con esa figura del ‘G’ (alguien que tiene el estilo de un gánster en una frase muy usada en la jerga anglosajona) de la que habla la canción.
14. “Motomami Alphabet”
Otro interludio en el disco. Esta vez Rosalía toma la figura del alfabeto radiofónico (la referencia fue aclarada por la misma cantante en un post de su Instagram privado que ahora es público) como un “método de desambiguación” sobre lo que quiere expresar con el concepto “Motomami”. Es así que escuchamos a la cantante recitando una suerte de acróstico con una palabra en respuesta a la letra que corresponde en el orden de la lectura.
En el alfabeto pasamos de las evocaciones más básicas “D de diamante”, “E de emperatriz”, “S de santa”, “U de ultrasónica” a las más juguetonas: “N de ni se te ocurra”, “Q de qué reinona”, “Z de zarzamora y de zorra también” y a sus clásicas referencias a la cultura pop: “W de Willie Colón y Winter Fall” y “V de Vendetta”.
15. “Combi Versace” (con Tokischa)
La segunda colaboración del álbum la encontramos en este penúltimo tema. Aunque es una colaboración que vale por dos. Se anuncia a la dominicana Tokischa, con la que Rosalía ya había grabado el tema “Linda”, pero en los coros hay una sorpresa. Se trata de una canción que es muy efectiva. El verso – “Juntos por la noche, juntos pal derroche, tu pelo azabache, la combi Versace”- es infeccioso y de fácil recordación. ¿Un hit fijo? Apostaríamos a que sí.
16. “Sakura”
El cierre del disco llega con un aura melancólica, pero una letra muy expectante sobre lo que vendrá. La canción inicia con un sonido que recuerda al de un público que está a la espera del inicio de un show o yéndose de él, poco a poco se va escuchando más lejano, y suena un piano que da pie al inicio del canto de estilo flamenco de Rosalía, como si estuviera en sus iniciáticos “tablados”. “Las chicas son tan plásticas, tan bonitas, flor de sakura”, dice la catalana en el tema que reflexiona sobre lo que es realmente duradero y los prejuicios de la sociedad. “No me da pena, me da ternura. No para siempre puedo ser estrella y brillar”, añade y cierra con un “reiré cuando tenga 80 y mire para atrás”, que resulta un remate preciso para lo que ha querido hacer Rosalía con este disco: tomar riesgos cuando el mundo espera que siga siendo la misma Rosalía de por vida.
Apreciación final:
La Rosalía de “Motomami” es un artista con mucho más mundo que la de “El mal querer” y eso se ve expresado en los sonidos que explora en este álbum -que, como ven, van desde el dembow hasta el bolero y la bachata-. Estos sonidos los lleva a otros contextos en su música, con interesantes propuestas en la producción musical. Puede que no se trate de un disco que vaya a ser aclamado por todos, pero esa polarización tiene que ver con uno de sus principales atributos: los riesgos que corre. “Motomami” demuestra que Rosalía sigue siendo una artista que se atreve a innovar, que tiene muchas ideas y que en este disco las expresa en un pop muy inteligente que marcará la pauta para otros artistas.
Calificación: ★★★★☆
Temas destacados: “Combi Versace”, “Como un G”, “Candy”, “CUTE”, “Diablo”.