Historias de fantasmas abundan en la mitología, en la vida real (¿quién no ha oído hablar de una casa embrujada?), en el cine, en la literatura. Y, claro, en el teatro. Hay de todo en estas historias, como las que se enfocan en el monstruo y el peligro mortal que representaría para los vivos. También están aquellas que se enfocan más en el efecto que los aparecidos producen en la mente humana, en el deterioro de la capacidad de pensar con claridad, de entender que lo que parece sobrenatural tendría una explicación.
Por ese lado va “2:22: una historia de fantasmas”. Dirigida por Juan Carlos Fisher, la obra sigue la historia de Jenny (Gianella Neyra) y Sam (Christian Rivero), quienes se han convertido en padres recientemente. Jenny cree que hay un fantasma en su casa, el cual acecha por las noches a su bebé. La visita de su amiga Lauren (Gisela Ponce de León) y su novio Ben (Oscar López Arias) se convierte en la excusa para comprobar si de verdad un fantasma los persigue o si todo es algo imaginario. “¿Pueden los muertos seguir entre nosotros? La creencia y el escepticismo chocan, pero algo se siente extraño y aterrador”, dice la sinopsis de la obra.
La obra presenta un crecimiento constante de la tensión, como se espera del género. Aun así, destaca en particular el trabajo que hace Gianella Neyra en el primer acto, donde, más que una persona afectada por apariciones, se presenta como mujer cansada por las labores domésticas, mientras que su esposo, si bien está presente, se desvanece cuando hay que cuidar al niño o mostrar alguna clase de responsabilidad adulta. “Al margen de su extraordinario talento, Gianella es una muy buena compañera y es una persona que se entrega completamente al proyecto”, contó Fisher en entrevista con El Comercio. “Entonces tienes, más que a un actor que forma parte del proyecto, a un aliado que está pendiente de todo con ganas de aportar. Y además nosotros somos muy amigos. Entonces nos la pasamos muy bien”, agregó.
El director menciona que la obra empieza un poco como una comedia de situaciones, donde hay personajes reunidos para comer y algo altera el ambiente, donde se pone a prueba cuánto una persona confía en la otra. “Creo que por eso es que se hacen tantas obras de ‘salón’. Es el espacio perfecto para ver explosionar a una pareja por alguna situación externa”, subrayó.
Más allá del trabajo de Neyra, destaca el rol que cumple Óscar López Arias, cuyo personaje al inicio aparenta ser un tipo simplón, pero que progresivamente resulta ser el más sensible de todos, el que observa y escucha mejor. “Trabajar con Oscar es divertidísimo, es un actor de un nivel de intuición tremenda y del personaje tienes una percepción al inicio y eso va cambiando a través de la obra, que es un poco lo que pasa en la vida, que creemos que la gente de cierta forma y al final nos sorprenden”, añadió Fisher.
Finalmente, es una obra donde lo que se cuenta no está solo en el texto, sino lo que se insinúa. Allí está el trato entre los personajes de Gisela Ponce de León y Christian Rivero, cuyo lenguaje corporal cuenta una historia aparte.
Desde el 24 de octubre
Teatro Auditorio Mario Vargas Llosa (Av. De La Poesía 160, San Borja)
Entradas a la venta en Joinnus.
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