De todas las obras que nos ha ofrecido Mariana de Althaus, sin duda “Criadero” ocupa un lugar muy especial. Ha sido un experimento realizado con tanta audacia como buen tacto y, sobre todo, con una verdad frente a la que no podemos resistirnos. Y esto se traduce en un regreso a los escenarios sin perder su poder de atracción. El entusiasmo está intacto.
Más que eso. A estas alturas “Criadero” se encuentra en su mejor momento. Es natural que sea así. Las actrices conocen perfectamente el escenario y se desenvuelven con absoluta seguridad sobre las tablas.
Sus historias, tal como sucede en la vida, han evolucionado. Y no solamente porque así se refleje en las anécdotas que cuentan sino por algo que es menos perceptible, aunque está muy presente: el paso del tiempo. Y es que, a diferencia de otras obras, en esta el paso del tiempo sobre sus protagonistas es real. Tiene que serlo.
En “Criadero”, creación colectiva a cargo de la directora y de las actrices que aparecen en escena, tres mujeres nos cuentan sus vidas. Son tres historias diferentes pero con elementos comunes. El eje es la maternidad pero no sería del todo preciso afirmar que solo se habla de la experiencia de ser madre o hija o ambas cosas. La discusión va más allá. Más que madres, hijas o incluso mujeres, el discurso a estas alturas gira en torno a ser humanos. Y ahí está la grandeza de una obra aparentemente sencilla y en cuyo punto de partida nadie imaginó que habría de convertirse en un título referencial para nuestro teatro.
La novedad en esta nueva etapa de la obra es la presencia de Denise Arregui en el reparto. Si en el estreno era Sandra Requena quien ocupaba su lugar, ahora le toca a Denise contar su historia y proveer de música a la obra.
Pero la presencia de Denise Arregui va más allá de un reemplazo en atención a una nueva temporada. Arregui formaba parte del proyecto original y, ya avanzado el trabajo, tuvo que dejarlo por una serie de circunstancias. De manera que al reinsertarse lo que hace es devolverle a la obra un elemento original que se había perdido. Sería muy injusto con Sandra Requena si afirmara que la obra gana con la presencia de Denis Arregui. No se trata de eso. Son historias diferentes. Son testimonios tan personales que incluso podrían cohabitar sobre el mismo escenario.
Denis Arregui lo que hace es inyectar a la obra nueva vitalidad y, por supuesto, un testimonio diferente. Ella no es madre. No espera serlo, al menos no próximamente. Y eso es importante en una obra donde se explora en el instinto materno.
Hay tristeza en su monólogo, es cierto, pero no más que en el de sus compañeras, en cuyos casos la plenitud personal tampoco ha llegado con la maternidad. Como todos los seres humanos, las protagonistas de “Criadero” no son unidimensionales y en los testimonios de cada una de estas valientes actrices hay tanta alegría como pesar.
Con Denise Arregui surge de inmediato la eterna interrogante sobre el rol de la mujer: ¿te has casado?, ¿tienes hijos?, ¿los tendrás? De nada vale el desarrollo profesional frente a estas preguntas. Una sociedad tradicional, machista, sesgada, solamente reconoce la plenitud femenina a partir de su posición dentro de la familia. La tía soltera, tradicionalmente, es muy querida dentro de las familias pero inspira lástima en el resto. Y eso se discute en esta oportunidad con el mismo tono que se discuten todos los demás temas.
“Criadero” vuelve con más aplomo. Pero con la valentía y la emoción que la hicieron una pieza única desde el primer día de sus representaciones.
FICHADirección: Mariana de Althaus.Intérpretes: Alejandra Guerra, Lita Baluarte y Denise Arregui.Funciones: Martes y miércoles a las 8 p.m. Hasta el 15 de octubre.Dónde: Teatro del Centro Cultural PUCP, Av. Camino Real 1075, San Isidro. Venta de entradas en Teleticket y boletería del teatro.