ALBERTO SERVAT
Nadie que vea el montaje de “Las neurosis sexuales de nuestros padres” abandonará el teatro de la Alianza Francesa sin sentirse fuertemente conmovido, hasta golpeado. Después de todo, a lo largo de las dos horas de duración dejamos de ser simples observadores para convertirnos en cómplices de Dora, una joven mujer que padece una enfermedad mental y que pese a ello intenta desesperadamente amar y ser amada. Un fuerte cuadro de neurosis colectiva en donde se cuestiona el concepto de “normalidad”.
El drama, escrito por el dramaturgo suizo Lukas Bärfuss, llega a la escena local dirigida por Jorge Villanueva y con Wendy Vásquez en el papel principal. Y es justamente la interpretación de la protagonista lo que eleva la puesta en escena. Una entrega total que exige un enorme esfuerzo físico de la actriz. Sin duda, una prueba a la que Vásquez se somete con absoluta entereza. No solamente despierta los sentimientos ideales que Dora inspira, sino que se convierte en un ejemplo de perseverancia y disciplina escénica.
Más allá del amaneramiento que exige el personaje, lleno de movimientos y tics que nos recuerdan a cada instante su problema mental, encontramos una humanidad que no siempre percibimos en este tipo de creación. Wendy Vásquez no solo es epidérmica al ofrecer un consistente cuadro médico, sino que consigue ser emocionalmente efectiva. Es tierna, dulce, dura, sexual, ofensiva, brutal. Evoluciona del paciente adormecido por los calmantes a una explosión de sensualidad al descubrir su propia sexualidad. Más que eso. No pierde por un instante la inocencia que una persona como Dora posee. Hay, pues, en esta actuación méritos sobrados para ser la razón para ver la obra.
Y lo digo de esta manera porque la puesta en escena no cumple con las expectativas que el drama requiere. La dirección de Villanueva es débil cuando no se centra en Dora.
Para comenzar, no hay aplomo ni efectividad en el resto del reparto. Lo que le resta impacto al drama y pierde de vista momentos cruciales para sentir en toda su dimensión a Bärfuss.
Hay escenas, sobre todo aquellas que comprometen a Mónica Domínguez (la madre) y Marcello Rivera (el médico), que son interpretadas de una manera tan poco efectiva que se limitan a meras repeticiones de diálogos con inflexiones de voz impostadas. Lo que impide seguir con el mismo ritmo el drama que plantea la obra. Solo Lucho Cáceres le da una réplica oportuna a Vásquez, aunque no necesariamente sea el actor adecuado para el papel. Sin embargo, se las arregla para ser preciso y contundente cuando es necesario.
Es decepcionante también que no haya una idea clara en el diseño de la producción. Las luces se limitan a encenderse y al parecer nadie ha pensado en el vestuario. En cuanto a la escenografía, cuenta con un vitral inexplicable y un innecesario puesto de mercado durante toda la obra (inoportuno especialmente en la última parte de la puesta).
Bien planteados estos elementos contribuirían a un mejor entendimiento del drama escenificado. No son artificios ni adornos dentro de una obra tan intensa porque de ser los correctos pondrían los acentos en la magnífica dramaturgia. La única apuesta es por la música en vivo sobre la escena. Un aporte a cargo de Magali Luque que me despierta sentimientos encontrados debido a que puede distraernos de nuestro principal foco de atención: el drama.
Wendy Vásquez y su inolvidable Dora merecen un mejor marco de lucimiento.
FICHATítulo original: “Die sexuellen Neurosen unserer Eltern”.Autor: Lukas Bärfuss.Dirección: Jorge Villanueva.Dónde: Teatro de la Alianza Francesa de Miraflores (Av. Arequipa 4595). De jueves a lunes, a las 8 p.m., hasta el 7 de setiembre.