El secreto está en entredicho. Si alguien reclama discreción para luego utilizar la revelación de este compromiso como puñal, se confirma la confianza como especie en extinción. Pasa en la política, pasa en la vida. Pasa en la magia.
Hace más de veinte años, un descriteriado que se presentaba como El Mago Enmascarado, identidad encubierta de otros alias, Leonard Montano o Val Valentino, se hizo tristemente célebre al violar el principio básico del código mágico por televisión: no revelar el secreto detrás de una ilusión. A cambio de su traición recibió un estimado de diez millones de dólares.
Algunos tremendistas predijeron la muerte del ilusionismo. Imposible seguir sosteniendo la suspensión del descreimiento ahora que todos sabían qué pasaba con las piernas de una mujer serruchada en dos.
APRENDIZ DE MAGOEl primer recuerdo del asombro quimérico del mago George, nacido Jorge Larrabure Iglesias, es el de su abuela Julita desapareciéndole un carrito de juguete. El nieto de 6 años veía cómo la abuela trataba de esconder el carrito debajo del cuello. Diez minutos aguantó así hasta que este cayó al suelo. Pero lejos de desilusionarse, nació la admiración: tremenda puesta en escena. Quiero aprender a hacer eso.
Jorge emprendió una búsqueda intensa de cómo aprender a hacer magia. Además de los once trucos que le enseñó su tío Jaime, una aparición en la vitrina de la librería Época de Comandante Espinar se convirtió en una obsesión: “Gran manual de trucos y magia”, de Patrick Paige. Costaba cien soles, que no tenía. Vendió su bicicleta. Fue la compra más feliz de su vida.
Cuando la obsesión por la magia se prolongó hasta cumplidos los 14 años, la familia se empezó a preocupar. Su padre, médico, le preguntaba: “OK, quieres ser mago, ¿y qué más?”. La pregunta le hizo estudiar publicidad y comunicación estética. Pero antes que una concesión a expectativas ajenas, se trataba de un plan personal guiado por los preceptos de uno de los fundadores de la magia moderna, mago de magos de quien Houdini adoptara el nombre: el francés Jean-Eugène Robert-Houdin, relojero, espiritista, inventor e ilusionista del siglo XIX. Decía él: un mago es un actor haciendo de mago.
MAESTRO LAMEl maestro aparece cuando el alumno está preparado, reza el dicho zen. Jorge se presentó en la casa del mago Jorge Lam para solicitarle que le enseñara magia. La primera lección fue al estilo Miyagi. Le dio un mazo de cartas, lo paró frente a un espejo y le dijo que practicara el abanico de pulgar. Y se fue de casa dejándolo solo. “Ya volverá”, pensó Jorge. Pasaron cinco horas antes de que eso sucediera.
Al volver, Lam le dijo: “Enséñame lo que has aprendido”. El chico intentó hacer el abanico. Fue un desastre. “Te regalo la baraja, llévatela, muchas gracias por venir, pero por favor no vuelvas a hacerme perder el tiempo”, le indicó mientras lo acompañaba hacia la puerta. Jorge se pasó una semana practicando el abanico, y volvió. Cuando Lam le abrió la puerta le enseñó un prolijo y cadencioso abanico de pulgar. Un esbozo de sonrisa apareció en la comisura de la boca del mago Lam. Solo pronunció una palabra: “Pasa”.
EL NEGOCIO DEL TRUCOYa como mago, Jorge Iglesias debutó a los 15 años frente a un público difícil: el pabellón de niños quemados del hospital Almenara. Vio en sus caras lo que a él le había suscitado ese truco fallido de su abuela. El asombro.
Hace una década, una resaca mañanera le reveló una veta prodigiosa. Trabajaba en EE.UU. como mago residente del parque temático Universal y de la cadena Telemundo. Ya era el mago George Iglesias, en virtud de la muy complicada pronunciación del apellido galo Larrabure para el público anglosajón. Esa mañana, junto a su 'roommate', el también mago argentino Daba, contemplaba un 'six pack' de cebada sobreviviente de la noche anterior. Es lo que hacen los borrachos, ver botellas. Pero los magos vieron más. George tuvo la epifanía y le dijo al colega: “¡Se me ha ocurrido una manera de hacer aparecer un 'six pack' de cerveza!”. El argentino, asombrado, le respondió: “Estaba pensando exactamente lo mismo”.
George fue osado y antes de tener la ilusión desarrollada, puso un aviso en la biblia de la comunidad mágica, la revista “Magic”, anunciando que se ponía a disposición esta ilusión maravillosa. “Che, aún no tenemos nada”, decía su socio. Tenemos un mes para inventarlo, fue la respuesta.
El truco fue un éxito. Pero luego pidieron más. David Copperfield, mago mayor, se contactó con él. Copperfield adquirió la licencia de dos ilusiones de Twister Magic, marca del mago George que abastece a 300 tiendas de magia estadounidense. Una de ellas es el Pop Corn Machine, un artilugio que permite producir abundante canchita de un envase vacío. Es un truco que Copperfield utilizó para enamorar a la que sería madre de su hija.
UN TRAIDOR EN APRIETOSDesde su tienda y taller de magia próximas a la avenida Arequipa, el mago George considera que la violación del código mágico que hiciera El Mago Enmascarado fue solo un daño momentáneo y menor. El tema tiene un antecedente virtuoso, apunta. En 1592, el caballero inglés Reginald Scott publicó “El descubrimiento de la brujería”. Ahí revelaba los mecanismos, compuertas y demás recursos que hacían posible un acto imposible. Pero Scott lo hizo a favor de una causa justa: evitar que los magos fueran quemados en la hoguera acusados de brujería.
Revelados los misterios de los trucos echados a perder por la delación, nuevas y originales formas de hacer creer han redefinido el concepto de la imposibilidad. El oficio mágico sigue vivo en virtud de otro de los postulados de Houdin: el mago es más importante que la magia. La nobleza es más importante que el secreto.
MÁS INFORMACIÓNLimagia: Congreso y presentación de magos internacionales y localesFecha: del 3 al 9 de setiembreMás información: www.limagia.comEntradas: Atrápalo.peLa siguiente entrega, a cargo de Dante Trujillo, será el sábado 15 de setiembre.