Como un rosario de ilusiones ópticas sembradas en el quemante desierto árabe, las bellas edificaciones de patio vallado y amplio portal para el paso de los camellos fueron el gran refugio de los viajeros de la Ruta de la Seda. Precursores de los hostales de carretera, los caravasares selyúcidas –edificados en Persia, Siria, Turquía y en toda la Ruta de la Seda– han quedado como símbolos de eso que el hombre viene haciendo desde tiempos remotos: viajar. Después de todo, migrar es un don inherente de todas las especies. Fue así como se cocinaron las grandes culturas, en ese coctel rico en interacción, pluralidad y mestizaje.
“Nos atrevemos a reflexionar con los jóvenes sobre el proceso de migración, diversidad e inclusión que está viviendo nuestro país y utilizamos la metáfora de la migración de los animales para entender la libertad de desplazamiento, la necesidad del cambio; la posibilidad de encontrar un hospedaje seguro que nos permita ver el futuro con esperanza”, dice Geraldine Sakuda, directora académica de La Tarumba, colectivo que encuentra en la palabra persa derivada del turco ‘caravasar’ la metáfora perfecta para aludir al espacio de reposo seguro, de paz y contención para quienes emprenden el vuelo migratorio.
—Cuerda volante—
Los 14 actores se detienen para admirar el vuelo estructurado de una libélula –el movimiento de su cabeza, la rotación de su cuerpo– con la imagen de su presa centrada en el ojo. Una voz en off relata que así también son los movimientos humanos por la supervivencia. Y se desata la danza: individuales de mástil, grupales aéreos, acrobacias en dúo mano a mano, saltos y sogas, grupales de báscula, verticales invertidos, equilibrio sobre alambre tenso, acrobacias en banquinas y trapecios de gran balance.
Son 80 minutos de impulsos aéreos que buscan un empate conceptual con la idea del éxodo. “No quisimos hablar de la migración desde el drama, sino desde la diversidad. A partir de la riqueza de culturas que se encuentran. Hablamos de la construcción en comunidad y del esfuerzo colectivo”, agrega la académica.
—Sin fronteras—
Volviendo al espectáculo, “Caravasar” termina siendo un compuesto que se alimenta de la fusión de diversas artes escénicas sin pretensión alguna: no cuenta una historia ni deja una moraleja explícita. “La idea es que el espectador vea en el riesgo del acróbata los peligros que atraviesa el migrante. Que en el vuelo del trapecio avizore la posibilidad de soñar y tocar lo que parece inalcanzable. Que en el trabajo colectivo de las banquinas perciba la capacidad de construir comunidades de confianza mutua”, dice Sakuda.
No quisimos hablar de la migración desde el drama, sino desde la diversidad.
¿Y es posible reflexionar sobre la migración con actores exclusivamente peruanos? “¿Por qué no? Iniciamos este viaje contando nuestras propias historias y descubriendo que todos éramos migrantes. Nuestras familias tienen orígenes andinos, selváticos o japoneses”, señala. Y con razón. Después de todo, el circo, noble empresa edificada durante siglos de perseverancia y mancomunidad, es un espacio históricamente nómade. Y es su mestizaje, precisamente, el surtidor de su belleza.
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: carpa La Tarumba.
Dirección: Av. Paseo de la República 355, Chorrillos.
Centro comercial Plaza Lima Sur.
Horario: Jueves y viernes a las 8 p.m.
Sábados a las 6 p.m. y 8 p.m., domingos a las 4 p.m. y a las 6 p.m.
Hasta el 1 de diciembre. Entradas: Teleticket.