En la quebrada de Armendáriz, dos estudiantes encuentran el cadáver de un niño de 3 años, con visibles muestras de abuso. Corre el año de 1954, último tercio de la entonces debilitada dictadura de Odría y la policía presenta ante una población escandalizada un sospechoso incapaz de defenderse. Jorge Villanueva Torres, afroperuano, habitante del villorrio que luego desaparecería al pavimentarse la Costa Verde, sería acusado sin pruebas por el asesinato y violación del pequeño Julio Hidalgo Zavala. El acusado negó primero su culpabilidad, luego se confesó culpable, pero finalmente declaró haber sido forzado a autoinculparse. El Gobierno se interesó por inflar el caso, inventando lo que hoy se llama en política una “cortina de humo”, al buscar que la opinión pública le tuviera más miedo al asesino que a la brutal realidad de entonces. Tres años después, la prensa difundió la noticia del fusilamiento de Villanueva en primera plana. Fue el fin del “monstruo”, como lo bautizó el diario “Última Hora”.
Aquel caso judicial fue trasladado a escena en el 2017 por Malcolm Malca, Sebastián Eddowes y Alfredo Bullard, como un proyecto universitario trabajado en colaboración, como un encargo de la Facultad de Derecho de la PUCP. Después de sucesivas reescrituras, Malca dirige ahora una renovada versión de “Monstruo de Armendáriz” en el Teatro de la Universidad del Pacífico. Si bien la obra se desarrolla en la dictadura de Odría, el abuso infantil y la manipulación política que narra tristemente se repiten hasta hoy. “Si el Perú fuera una persona, sería el paciente de un psicoanalista que vuelve al diván tras repetir sus patrones de conducta todo el tiempo”, afirma Malca, para quien, más allá de penas severas a los violadores y de mejor educación sexual en la sociedad, también debería haber procesos judiciales mucho más adecuados y oportunos.
¿Por qué la triste suerte del ‘Monstruo de Armendáriz’ se mantiene vigente en el imaginario social? Para el director y dramaturgo, ello se debe a que nuestra historia pareciera condenada a repetirse. “Las dictaduras de Odría y de Fujimori, por ejemplo, ambas se prolongaron por una década, utilizaron a los medios para encubrir sus delitos, fueron responsables de una corrupción a todo nivel. Efectivamente, a lo largo de nuestra historia reciente encontramos comportamientos que se repiten: el uso político de la justicia, espectáculos mediáticos que distraen a la población y, sobre todo, una fuerte discriminación como elemento transversal. Es algo que los peruanos no nos atrevemos a hablar con sinceridad. No hay capacidad de diálogo, no aceptamos que todos reproducimos de alguna manera esas conductas. Y el monstruo de Armendáriz es un paradigma de ello”, explica Malca.
¿Cuán parecidas son las formas actuales de hacer política con respecto a las usadas por el odriismo? Como advierte Malca, también profesor de Derecho, estas no solo han seguido repitiéndose, sino que se han vuelto mucho más descaradas y agresivas. “Hoy nadie piensa que quien entra a la política lo hace con el objetivo de servir. Por el contrario, estamos seguros de que la gran mayoría lo hace para obtener dinero fácil”, dice.
El teatro y el tribunal
Desde los tiempos de “Perry Mason”, la popular serie protagonizada por Raymond Burr a fines de los años 50, solemos imaginar que un tribunal tiene mucho de espacio teatral. En efecto, Malca coincide en que el trabajo de los abogados que litigan, el que se realiza en una audiencia judicial, resulta un ejercicio muy escénico. Sin embargo, advierte que para su ficción se ha tomado algunas libertades. La fundamental es que en el juicio a Jorge Villanueva Torres, el supuesto “monstruo”, no hubo fiscales ni abogados defensores, como muestra la obra . Solo un juez que se encargó de investigar y condenar, algo que, teatralmente, resulta menos interesante de ver. “Pero es verdad que los abogados, mientras más recursos escénicos tengan, tienen más posibilidades de hacer mejor su trabajo, de ser persuasivos al ofrecer sus pruebas y de presentar su historia de una manera poderosa”, señala.
Curiosamente, el abogado de oficio que defendió al acusado Villanueva en el juicio fue el líder aprista Carlos Enrique Melgar, recordado por sus gestos sobreactuados. “Hay abogados que son muy exagerados y por ello se revelan falsos. No se les cree porque usan mal los recursos escénicos. Otros, en cambio, son comunicativamente impecables. Al igual que la técnica de la actuación, la del litigio también se ha ido sofisticando con el tiempo. Probablemente, en los años 50 a un abogado le bastaba con el chamullo para ser convincente. Pero eso hoy en día ya no le generaría tantos réditos”, afirma el director.
Hoy, más de un investigador judicial afirma que Villanueva Torres pudo ser inocente. Y si bien Malca no se arriesga a dar un veredicto, lo que resulta evidente para él es que el proceso que se llevó contra el acusado tenía vicios de origen.
“Aunque el expediente judicial del caso está perdido, siguiendo los diarios de la época podemos entender en parte lo que pasó. Más allá de la inocencia o no del acusado, fue un proceso muy mal llevado, sin ninguna garantía. Ese es el problema capital: en casos como este, nuestras instituciones judiciales nos demuestran que no son capaces de hacer bien su trabajo”, lamenta.
Centro Cultural de la Universidad del Pacífico
Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María.
Temporada: del 23 de abril al 5 de junio. Viernes y sábado, 8:30 p.m. Domingo, 7 p.m.
Entradas: S/ 50 y S/ 25. En Joinnus.
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