El romance entre el genio del software y la nueva gerente de productos de Microsoft ocurrió entre procesadores y microchips, pero no fue virtual: se enamoraron mirándose a los ojos. Era 1987 cuando coincidieron en una cena de negocios en Nueva York. “Yo era nueva en la empresa, había muchos hombres allí y todavía estaba mirando el entorno”, dice Melinda. “Ella tenía otros novios y yo solo tenía Microsoft”, dice Bill Gates. Y sigue: “Pero después de un año de salir, para mi sorpresa le dije ‘oye, te amo’. Ella me dijo yo también y luego fue como guau, ¿y ahora qué va a pasar? Nos queríamos mucho y solo había dos posibilidades: o romper o casarnos”.
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“Tenía que tomar una decisión”, dice Melinda. “Un día entro en la habitación de Bill y lo encuentro haciendo una lista en la pizarra con los pros y los contras de casarse”. Y estalla en una carcajada. “Puede que no sea lo más romántico, pero en esa lista de la pizarra de Bill reflejaba el peso de la decisión”, agrega. “Me tomé muy en serio la idea del matrimonio”, dice Gates. “Bill no estaba seguro de estar listo para hacer ese tipo de compromiso. Quería casarse, pero no sabía si realmente podría comprometerse con eso y [dirigir] Microsoft”, dice Melinda. Hasta que pasó lo inevitable: en 1994 ambos volaron hasta Lanai, archipiélago de Hawái, y se casaron en secreto un primero de enero. Gates tenía 38 años, Melinda 29.
Sistema operativo
Todo esto aparece en “Bill Gates: Bajo la Lupa”, documental de Netflix que intenta penetrar en cada meandro de la masa encefálica del genio. “¿Cuál es tu peor miedo?”, le preguntan. “Que mi cerebro deje de funcionar”, responde. Y si bien parece divertido imaginarlo frente a una pizarra enumerando los pros y los contras de contraer nupcias, el asunto debe revestir alguna trascendencia como para preocupar al mismo cerebro que creó el sistema operativo Windows. Una mente capaz de detectar hacia dónde se dirige el mundo y llegar primero. Un hombre cuya billetera contiene 96 mil 600 millones de dólares contantes y sonantes.
“Cuando tuvo problemas para tomar la decisión de casarse fue increíblemente claro que no se trataba de mí, se trataba de ‘¿puedo lograr el equilibrio adecuado entre el trabajo y la vida familiar?’”, dice Melinda, mostrando al mundo el lado oculto de un planeta llamado Bill Gates. Este, a su vez, refiere de ella: “Melinda es una socia verdaderamente igualitaria. Se parece mucho a mí en que es optimista y le interesa la ciencia. Ella es mejor con la gente que yo”. Luego aparecerá el director del documental, Davis Guggenheim, jugando a las cartas con Gates, quien le gana una mano. “Tienes suerte en la vida y tienes suerte en la guerra”, le dice. “Y en el amor también”, contesta Gates.
Y no se equivoca: en muchas entrevistas Melinda habló de lo ‘increíblemente difícil’ que fue estar casada durante 27 años con ese monstruo de la cibernética, sin contar la crianza de sus tres hijos —Jennifer (24), Rory (21) y Phoebe (18)— a quienes inscribió en la escuela con su apellido de soltera para que vivan una vida ‘normal’. Dejó Microsoft y se dedicó a ponerlos a buen recaudo de la prensa, al tiempo de apuntalar la Fundación Bill y Melinda Gates, gigante filantrópico dedicado al desarrollo global: erradicar la poliomielitis, mejorar los sistemas de saneamiento, desarrollar energía limpia y, últimamente, producir la vacuna contra el coronavirus. La pareja ha donado 45 mil millones de dólares a través de esa fundación, cuya integridad permanece incólume pese a la ruptura de sus mandatarios.
Danza de millones
“El matrimonio está irremediablemente roto”, acaban de declarar ambos en la petición conjunta de disolución matrimonial presentada ante la Corte Superior del Condado de King en Seattle. También declaran como activos notables una mansión en Washington estimada en 120 millones de dólares y un avión privado. Lo que no está claro es si tienen un acuerdo prenupcial para distribuir activos, en cuyo caso el juez dividirá la propiedad comunitaria en partes iguales. Así, Melinda recibiría 65,25 mil millones de dólares convirtiéndose en la mujer más rica del planeta por encima de MacKenzie Scott, recientemente divorciada de Jeff Bezos, el fundador de Amazon.
Competidor despiadado condenado por infracciones antimonopolio a fines de los noventa, la filantropía suavizó la imagen de Gates hasta convertirlo en un estadista anciano y paternal. Ella, por su parte, hace algún tiempo comenzó a referirse a sí misma como Melinda French Gates en las redes. Exestudiante de ciencias de la computación y economía en la Universidad de Duke, en 2015 fundó Pivotal Ventures, empresa de inversión enfocada en mujeres, y el 2019 publicó el libro “The Moment of Lift” dedicado al empoderamiento femenino. Gates ha dicho que cada uno de sus tres hijos solo heredará 10 millones de su fortuna porque “dejar a los niños grandes cantidades de dinero sería hacerles un flaco favor”.
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