Ahora se ha convertido en una figura ejemplar, entregado al servicio de varias causas benéficas y a su esposa e hijos, pero hasta hace no mucho el príncipe Enrique de Sussex era uno de los miembros más polémicos de la familia real británica y su vida era carne de titular para la prensa sensacionalista.
Afortunadamente, aquella vida loca acabó. El hijo de Diana de Gales maduró y se convirtió en un ejemplo de cordialidad, buen humor y profesionalidad. Claro que quien tuvo, retuvo, y aunque esta vergonzosa anécdota que publicó Hello sucediera hace varios años, es imposible no acordarse de ella.
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La anécdota con Malala
Se trata, probablemente, de una de las situaciones más embarazosas que el duque de Sussex ha protagonizado. Ocurrió durante la gala We Day que se celebró en Londres en 2014. Un evento benéfico que reconoce a los jóvenes que ha hecho lo posible por acabar con las injusticias en el mundo.
Una ceremonia en la que Enrique tenía que ofrecer un discurso y, después, saludar a un grupo de invitados entre los que se encontraba Malala Yousafzai, activista pakistaní que sobrevivió a un ataque talibán después de atreverse ir a la escuela cuando el régimen totalitario de su país se lo prohibía.
Su terrible experiencia con los talibanes en Pakistán convirtió a la joven en todo un símbolo de la paz, tanto que en 2014 fue galardonada con el Nobel en esa categoría. De ahí que el encuentro entre Enrique de Sussex y ella fuera el más importante y esperado por la gente y prensa de aquella noche.
El problema es que cuando los presentaron, Enrique le pidió tomarse una foto con ella y posó rodeándola con su brazo, gesto que provocó que la madre de Malala empezara a gritar desde el otro lado de la sala que no podía hacer eso, que según su religión, solo podía tocarla si pensaba casarse con ella.
Sabiendo su error, al parecer el príncipe Enrique se puso rojo y Malala pasó vergüenza frente a los presentes en el auditorio. Eso sí, el incidente no pasó de allí. La mamá de Malala se calmó y aclaradas las cosas, ambos posaron uno junto al otro y ahora todo es una anécdota para el recuerdo.