El presidente de Turkmenistán, uno de los países más herméticos del mundo, es un dirigente atípico. Gurbangulí Berdimujamédov compone rap, enseña gimnasia o juega a los bolos y al baloncesto, unas facetas de las que hace gala en la televisión estatal, alimentando un poderoso culto a la personalidad.
En el programa de información del domingo, casi todos los asuntos giran en torno a él. Aparece supervisando proyectos de construcción delante de responsables que toman nota de lo que dice muy atentamente, posando a lomos de un caballo en el hipódromo e incluso en su Mercedes blanco 4X4, a bordo del cual despliega todos sus talentos deportivos ante un entregado público.
En la bolera, marca un strike detrás de otro y en el baloncesto anota canastas sin ninguna dificultad. En cuanto a la gimnasia, es un dotado profesor que enseña elasticidad a responsables gubernamentales.
Unas puestas en escena que recuerdan mucho a ciertas apariciones de su homólogo ruso, Vladimir Putin.
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Pero el momento estrella del programa son los casi siete minutos en los que se ve al presidente turkmeno en un estudio de grabación junto a su nieto Kerim. A la guitarra, a la batería o al piano, el dirigente, con la mirada oculta tras sus gafas oscuras, dibuja una inocente sonrisa mientras compone canciones.
La televisión Watan Habarlary celebró una canción “luminosa y melódica” con un “intenso sabor y un sonido moderno y profundo”. “Este ejemplo de diálogo entre generaciones es importante para el desarrollo armonioso y la educación estética de la juventud turkmena”, destacó.
Las actuaciones mediáticas de Gurbangulí Berdimujamédov son habituales en Turkmenistán, uno de los países más herméticos y autoritarios del mundo.
En los últimos años, el mandatario compuso principalmente un rap patriótico con su nieto, interpretó una canción de Navidad en televisión, invitando a sus compatriotas a “tocar la melodía del amor” o demostró sus talentos al disparar con una pistola mientras conducía una bicicleta.
Berdimujamédov llegó al poder en 2006 después del fallecimiento de su excéntrico predecesor, Saparmurat Niazov, que mando erigir una estatua dorada de sí mismo que giraba en torno a su eje para seguir el movimiento del sol.
Si bien el actual presidente turkmeno deshizo algunas de las decisiones más inconvenientes de Niazov, instauró también su propio culto a la personalidad.
Berdimujamédov cuenta igualmente con una estatua de oro de sí mismo en la capital, Ashjabat, y mantiene le control casi absoluto del poder sobre los medios y la sociedad civil.
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