Marcelo Bielsa, ese filósofo del fútbol que no tiene que ganar campeonatos (a veces ni siquiera pelearlos) para cautivar a la platea, dirigió a una selección Argentina tan poderosa como la actual. Acaso más. Rumbo a Corea-Japón 2022, se hicieron un picnic en plenas Eliminatorias, con todos los países sudamericanos: acabaron en el primer lugar con 43 puntos, doce más que el segundo (Ecuador) y trece más que Brasil. De dieciocho partidos solo perdieron uno, anotando cuarenta y dos goles y recibiendo apenas quince. Era una locomotora con Juan Sebastián Verón en el medio y dos delanteros que casi no llegaron a jugar juntos: Hernán Crespo y Gabriel Batistuta.
Bielsa, un estratega revolucionario, no se atrevió a alinear a ambos en ataque. O era uno o era el otro. Fue con ese dilema que la Albiceleste llegó al mundial y fue con ese dilema que se marchó. Porque si algo no tuvieron en esa Copa del mundo fue gol. Anotaron tan solo dos. Para quienes no lo recuerdan, uno lo anotó el ‘Bati’ y el otro ‘Valdanito’.
Pero el problema de Argentina fue mental. Bielsa, admirado por sus conferencias de prensa memorables, no supo manejar la bola de nieve que provocó la Albiceleste por entonces. Había una excesiva confianza y un exitismo descomunal sobre ellos. Tal y como sucede ahora. No tenían a ningún Messi en el equipo y no poseían un invicto de más de tres años, pero más que favoritos eran temibles. La presión se los comió. Le ganaron 1-0 a Nigeria, pero luego cayeron ante Inglaterra y se terminaron de derrumbar al empatar a uno con Suecia.
Cada vez que se recuerda la participación de Argentina en Corea-Japón 2002 se le asocia con tres palabras: fracaso, tragedia y frustración. Hoy esos fantasmas han regresado con la derrota por 2-1 ante Arabia Saudita en Qatar 2022. ¿Será que se hicieron demasiadas ilusiones los argentinos? Pero, ¿cómo no hacerlo si tienes a Messi de tu lado y a una constelación de figuras? ¿Se puede ser cauteloso teniendo al mejor del mundo?
Italia 90: la resurrección
Para una gran parte de personas, el papel de Argentina en Italia 90 se puede dividir en tres actos: Maradona puteando a los italianos que pifiaban el himno argentino, asistiendo a Claudio Paul Caniggia con el tobillo hecho un tamal y, finalmente, perdieron la final ante los alemanes. Argentina fue subcampeona del mundo. Y eso no es poca cosa, aunque se quedó con la espina de poder haber sido bicampeona.
Lo cierto es que el público se ha quedado con esa imagen ganadora, donde pelearon la Copa hasta el final. Sin embargo, el camino fue más tortuoso. Para empezar, Argentina quedó en el tercer lugar en su grupo por detrás de Camerún y Rumania. Bajo las reglas actuales eso debió haber sido suficiente para volver a casa. Perdieron ante Camerún por 1-0 en el debut, después vencieron a la Unión Soviética por 2-0 y empataron a uno con Rumania. No obstante, como si se tratara de la Champions League, en ese torneo los mejores terceros no eran eliminados, sino más bien recompensados.
Así, Argentina enfrentó a Brasil en octavos de final. Por cómo venía la Albiceleste era cantado el triunfo brasileño. Pero la selección de Maradona se repuso ante la adversidad, hizo más de un ajustes, además de un borrón y cuenta nueva con la fase de grupos. Se fortalecieron unos a otros y eso en la cancha se notó. En cuartos de final acabaron a Yugoslavia y luego con Italia, en Nápoles, en semifinales. Estuvieron a punto de coronar la épica, pero se quedaron a un gol de Alemania. ¿La ‘Scaloneta’ se afinará nuevamente? ¿No que ya había calentado motores? Por el bien del fútbol sudamericano que se repita hasta cierto punto lo de Italia 90. Ponerse de pie, pero esta vez para recibir la copa.
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