La discusión alrededor de Benavente tiene muchas lecturas. La primera, la más evidente, es que existe un grupo capaz de funcionar como entidad y que no está dispuesto a tranzar su prestigio, ganado en la cancha, con la menudencia periodística. La segunda es que no estamos acostumbrados a ganar, pues la falsa polémica alrededor del volante del Charleroi es el típico subproducto que elucubra la prensa deportiva cuando la selección pierde. La tercera, quizás la más predecible, es que existe cierta ansiedad alrededor de quiénes conformarán la lista final de 23 seleccionados. En Argentina, Brasil o México, el tema no sería tan dramático: el crack sabe que en cuatro años tendrá, probablemente, otra oportunidad (piénsese en casos extremos como el de Palermo o el Bofo Bautista); en el Perú, el optimismo a largo plazo sigue siendo un terreno por conquistar.
El triunfo es una especie difícil de administrar, peor incluso para los que no estamos acostumbrados. Perú está invicto desde noviembre del 2016 y lleva tres partidos con victorias consecutivas, los dos últimos contra equipos mundialistas. Aunque Gareca parece tener las herramientas para aminorar los efectos secundarios del triunfalismo y el exceso de confianza, bien haríamos los que estamos fuera en detenernos en los aspectos futbolísticos.
Ante Croacia e Islandia, la selección ha sido muy efectiva. Contra los primeros, logramos anotar dos veces con cuatro tiros al arco con solo 39% de posesión; contra los vikingos se celebraron tres goles en cuatro intentos a portería con 65% de tenencia. Son números felices pues indican que Perú sabe jugar propositivamente y también a la contra, sin que ello merme su pegada. Quizás sea la primera vez en la historia reciente que contamos con un conjunto capaz de replegarse y asociarse con el mismo ratio de éxito.
Sin embargo, hay algunas preocupaciones. La principal, para quien escribe, es la dependencia de Yotún, quien por versatilidad asume tres roles para los que no tenemos sustituto: marca, da salida y es un buen lanzador. No hay nadie en la banca que cuente con todos esos méritos juntos. Por ello, ante Islandia Gareca se vio obligado a colocar a Flores como medio por dentro, rol que cumple con corrección pero sin brillantez, por su tendencia a recostarse a la banda y proyectarse. Tapia, solo, sufre como ancla y sobreestima su pase largo.
La fecha doble de amistosos también dejó otras buenas noticias: se ha confirmado que algunos jugadores que no necesariamente serán titulares tienen las maletas hechas, como Anderson Santamaría y Raúl Ruídiaz; probablemente Araujo, Peña y Aquino compitan por dos cupos más. Las dudas parecen estar arriba, donde Da Silva, Benavente y Polo luchan por una sola plaza bajo el supuesto de que Guerrero, Carrillo, Hurtado, Flores, Farfán, Cueva y la ‘Pulga’ son fijos. De Beto no se ha visto mucho y tiene pocos minutos en selección y club; el ‘Chaval’ está en debe, a pesar de que brilla en Bélgica; Polo, por su disciplina táctica y lo visto a lo largo del proceso de Gareca, parece contar con la confianza del entrenador.
Más allá de estos detalles de último momento, Gareca apunta a la recta final con dos certezas: puede, en caso extremo, jugar sin un nueve de referencia; y sabe ya quiénes son las 20 tuercas con las que cuenta para mantener la máquina a ritmo.
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