El presidente de Chile, Sebastián Piñera, admitió hoy que siente dolor, frustración e impotencia por la destitución de su ministro de Educación, Harald Beyer, mediante una acusación constitucional que este miércoles fue aprobada por el Senado.
Se condenó a un ministro que hizo más que ningún otro ministro para hacer cumplir las leyes, sostuvo Piñera durante un homenaje que ofreció a Beyer en La Moneda, en el que subrayó que el Legislativo ha condenado a un inocente.
El Senado, tras una sesión de doce horas, aprobó anoche por 20 votos a 18 la acusación contra Beyer, a quien la oposición acusó de no haber fiscalizado el lucro en algunas universidades privadas; previamente, el libelo había sido aprobado, por 58 votos a 56, por la Cámara de Diputados.
PIÑERA NO LO CREE Piñera, en su alocución de hoy, aseguró que Beyer, que estuvo quince meses en el cargo y ha sido su tercer ministro de Educación desde que llegó a La Moneda en 2010, aseguró que su defenestrado colaborador lideraba: una gran reforma educacional que nuestro país necesita con urgencia.
Consideró además que Beyer era tal vez el menos político de los ministros y quizás el que tenía una mayor vocación de servicio público y a la vez opinó que una pequeña mayoría en el Senado cometió una inmensa injusticia
La destitución contiene un castigo adicional, que es la prohibición para el afectado de ejercer algún cargo público durante cinco años, impuesta por la dictadura de Augusto Pinochet y que paradójicamente la coalición oficialista se ha negado a suprimir.
CON LA MISMA MONEDA El año 2008 se dio una situación opuesta, cuando la derecha hoy en el Gobierno logró la destitución de Yasna Provoste, ministra de Educación de Michelle Bachelet, quien cumplió esta semana esa pena de cinco años sin poder ejercer ni siquiera su oficio de maestra en alguna escuela pública.
Ese año, la entonces gobernante Concertación de centroizquierda presentó un proyecto para suprimir esa prohibición, pero la oposición, hoy en el Gobierno, lo rechazó.
Beyer, en el acto de hoy, agradeció a Piñera su respaldo y calificó su destitución de: una injusticia que me afecta personalmente, pero no en la tarea que estamos llevando adelante, con reformas profundas en la educación parvularia, básica y media.
Me duele no seguir trabajando con este gran Gobierno, concluyó.
El presidente Sebastián Piñera defendió este jueves la actuación del recién destituido ministro de Educación Harald Beyer, en medio de una guerra con la mayoría opositora en el Congreso chileno.
Se condenó a un ministro que hizo más que ningún otro, aseguró el mandatario en un acto de apoyo al funcionario en el palacio presidencial de La Moneda, en respuesta a la medida decretada por el Senado el miércoles.
LOS ESTUDIANTES La caída del ministro, impulsada inicialmente por la Cámara de Diputados, fue apoyada también por el movimiento estudiantil que días atrás sacó a 150.000 jóvenes a marchar por la capital.
Claramente lo que vemos hoy no es un motivo de celebración, matizó sin embargo el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), Diego Vela
El dirigente apuntó así a que las reformas educacionales pedidas por los estudiantes, y apoyadas por más de un 85 por ciento de los ciudadanos en encuestas, no serán resueltas con la salida de Beyer.
El tema de fondo, desde que cientos de miles de jóvenes salieron a marchar en 2011, es el sistema de acceso a la educación superior, donde las familias deben pagar miles de dólares anuales para que sus hijos puedan estudiar, incluso en las universidades públicas.
Todo ello, pese a que la ley chilena, prohíbe expresamente el lucro en las universidades tanto públicas como privadas, que deben funcionar como entidades estatales o instituciones sin fines de lucro.
La crisis actual, calificada como una guerra por Renovación Nacional, el partido de Piñera, está cruzada por el anuncio de nuevas protestas estudiantiles y los comicios presidenciales de noviembre, donde la opositora Michelle Bachelet asoma como favorita.
Con matices, los principales candidatos presidenciales prometen hacer cumplir la ley y acabar con el lucro en las universidades, pero sin comprometerse a implantar un sistema realmente gratuito de educación, como piden los jóvenes y sus familias.