Es el 31 de mayo de 2013 y Jairo Mora se dirige a recoger huevos de tortuga a Moín, una solitaria playa de la provincia de Limón, en la costa oriental de Costa Rica.
El defensor de las enormes tortugas baula no va solo.
En el jeep lo acompañan tres voluntarias estadounidenses de la organización para la que trabaja, la Fundación Widecast, y una veterinaria española.
Se topan con un tronco atravesado en la carretera.
El ambientalista de 26 años baja para retirarlo, sin sospechar de la premeditación de aquéllos que lo habían amenazado de muerte.Jairo Mora era un acérrimo defensor de las tortugas baula.
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Lo que sigue es esto: un grupo de hombres sale de la maleza. Agarran a Mora, lo golpean, lo atan. Llevan a los cinco a una casa vieja. Dejan allí a las mujeres y a Mora lo acarrean hasta la playa.
Allí lo vuelven a golpear, ya desnudo.
Lo atan al vehículo y lo arrastran unos 300 metros.
La autopsia confirmará más tarde que murió por asfixia, tras haberle sido hallada arena en el esófago, en los pulmones y en el estómago.
Este recuento de hechos es el relato de la noche en que mataron al ecologista Jairo Mora en una playa de Costa Rica. Corresponde a las tres voluntarias estadounidenses que le acompañaban y que se escuchó en el juicio que comenzó días atrás contra los presuntos responsables.
SIETE ACUSADOS Y 26 TESTIGOSEl testimonio de las voluntarias fue grabado horas después del crimen y el juez del Tribunal Penal de Limón aceptó su validez a pesar de que la defensa argumentó que fue tomado y guardado sin seguir los procedimientos establecidos.
Las veinteañeras también declararon que antes del suceso Mora había recibido amenazas de los saqueadores de huevos de tortuga que operaban en playa Moín.
La causa por homicidio comenzó el 3 de noviembre, con siete imputados que enfrentan una pena máxima de 35 años y 26 testigos.
Se espera que se dicte sentencia antes de que acabe el año.
Además del testimonio grabado de las voluntarias, quienes sufrieron privación de libertad, robo agravado, abusos deshonestos y violaciones según recoge la acusación, en el tribunal se escuchó la declaración de un testigo y la un hombre que fue atacado en la zona trece días antes del crimen de Mora.
El primero prestó declaración por teleconferencia.
Y el segundo se presentó ante el juez y tras identificar a cuatro de los siete imputados como sus atacantes, relató cómo él y su familia fueron emboscados, asaltados, despojados de sus pertenencias, retenidos y agredidos en la bocana del río Moín una noche de pesca.
Estos hechos también forman parte del expediente del asesinato de Mora.
“MAFIA PURA Y DURA”“Nadie podía ver venir la muerte de Jairo Mora”, asegura a BBC Mundo Didiher Chacón, presidente de la Fundación Widecast, la organización para la que trabajaba el ambientalista asesinado.La venta de huevos de tortuga es ilegal en Costa Rica, aunque es habitual.
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“Todas las personas que trabajan por el bien común reciben amenazas”. Su organización, incluso él mismo.
“En los 30 años que llevo en esto, no me alcanzan los dedos de las manos y los pies para contar las veces en las que me insultaron, me gritaron”.
Pero nunca fue a más. Nadie había sido asesinado antes.
“El problema es que Jairo (Mora) no se enfrentó a hueveros tradicionales, sino a una banda de criminales. A mafia pura y dura”, sentencia.
Los hueveros son saqueadores de huevos de tortuga.
Esta actividad es ilegal en Costa Rica, al igual que la venta, por estar la especie en peligro de extinción.
Pero no es difícil comprar este producto al que se le atribuyen propiedades afrodisíacas en casas, bares o puestos callejeros.
“Está regulado, pero la aplicación de la ley es débil”, reconoce Chacón. “Los furtivos no son encarcelados inmediatamente. Para eso tiene que haber infracciones consecutivas”.
ZONA PROTEGIDALos 21 miembros de la Fundación Widecast, los voluntarios y cuatro familias asociadas trabajan para que los furtivos no arrasen con la especie.Tres voluntarias estadounidenses y una veterinaria española acompañaban a Mora a buscar huevos de tortuga baula cuando fueron atacados.
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Tratan de llegar antes que estos, coger los huevos y llevarlos a viveros.
Y cuando nacen las tortugas las liberan, para que corran hacia el mar.
Esta labor es especialmente difícil en la playa Moín, conocido punto de narcotráfico.
La organización ya había denunciado las operaciones conjuntas de los traficantes de droga y de huevos de tortuga.
Por ello, tras el asesinato de Mora, la fundación movilizó a otras organizaciones ecologistas y pidieron al gobierno crear una zona protegida, poniendo vigilancia en dicha playa.Cuando nace, la Fundación libera a las tortugas para que corran hacia el mar.
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“EN PUNTO MUERTO”“No hubo propuestas concretas para tratar el tema de la inseguridad y las prácticas ilegales en zonas costeras”, indicó la Fundación MarViva, otra de las organizaciones ambientalistas del país, tras una reunión con el Ministerio de Ambiente, Energía y Mares en junio pasado.Los miembros de Widecast y los voluntarios recogen los huevos antes de que lleguen los furtivos.
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Consultada casi un año y medio después, cuenta a BBC Mundo que ya sólo trabaja con comunidades del pacífico costarricense.
“Cuando MarViva tenía embarcaciones estábamos más expuestos a situaciones de riesgo con otras embarcaciones sospechosas de alguna actividad ilegal”, explica Karol Alpízar.
“Ese fue uno de los motivos por los que la fundación decidió donar estas embarcaciones al Estado, abrir un fideicomiso para su mantenimiento y de esta forma no exponer a la tripulación”.
Chacón, por su parte, asegura que el tema de la zona protegida está “en punto muerto” desde que cambió el gobierno, el 8 de mayo de este año.Los ecologistas suelen guardar los huevos en vivieros.
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“La solicitud no la conozco formalmente”, responde a BBC Mundo el actual ministro de Ambiente, Energía y Mares, Édgar Gutiérrez.
“Tenemos seis meses de haber asumido (el cargo) y a nuestro despacho no ha llegado una petición en ese sentido”.
Y al insistirle si Moín debería ser una zona protegida, dice que antes debería existir “un estudio científico que determine la unicidad del hábitat”, analizar si el Estado puede administrar el área, medir la capacidad de la comunidad para participar activamente en su conservación, entre otras cuestiones.
“Hasta el momento, no tenemos estos estudios para la zona mencionada”.
Inspiración
El que ocupaba su lugar cuando la petición fue hecha, el entonces ministro de Ambiente, René Castro, dijo tras el crimen que su institución no es responsable de proteger la playa Moín.
Y el vicepresidente de Costa Rica de aquél tiempo, Alfio Piva, se refirió al suceso como “accidente” y rechazó cualquier responsabilidad en una entrevista ofrecida a la cadena de televisión CNN en Español.
Sin embargo, el ministro actual se distancia de estas declaraciones.
“Para nosotros la seguridad de las personas que se dedican a la conservación, como una responsabilidad ciudadana, es una prioridad”, sentencia.
Según él, la nueva administración está estableciendo relaciones con el Organismo de Investigación Judicial, el Ministerio Público y el Ministerio de Seguridad Pública para enfrentar de forma coordinada la delincuencia organizada detrás de los delitos ambientales, “un fenómeno nuevo”.
Pero sobre todo insiste en que “el esfuerzo y compromiso de personas como Jairo Mora en la protección de las tortugas debe no sólo ser reconocido sino respaldado activamente”.
En eso coincide con Chacón. “Jairo ha sido el mejor aliado de las tortugas. Gracias a él hay generaciones nuevas preocupadas por el ambiente”, dice el ecologista.
“Ese es el mensaje”.