“Si lo agarramos, ¿cuál es la mejor manera de huir?”
“Vamos por allá”, dice, señalando a mi derecha, “pues podemos llegar al segundo piso, luego ir al baño de hombres. Hay una escalera en la parte de atrás, la escalera de 1961”.
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El hombre que me da consejos sobre cómo robar una pintura sabe de lo que habla. Fue su abuelo el que robó el famoso “Retrato del duque de Wellington” de Goya de la National Gallery de Londres.
Seis décadas después del único robo ocurrido en ese museo de arte de Londres, Christopher Bunton finalmente reveló la historia completa sobre lo que realmente sucedió.
Su padre se la había contado a grandes rasgos cuando tenía 14 años, y él investigó más y propuso la idea de hacer una película.
“Sentí que mucha de la información que se difundió públicamente era precisa, pero gran parte era especulación y un poco injusta con mi abuelo”.
El cuadro del duque de Wellington “fue sacado de esta galería y pasó cuatro años y medio en la vivienda de mis abuelos en Newcastle (Inglaterra)”, dice.
“Es un titular increíble, pero para mí lo importante era incluir el punto de vista de mi familia en la historia y los factores que influyeron en la toma de decisiones de mis abuelos.
“Realmente se trata de un drama familiar y de la lucha de la clase trabajadora”.
Los eventos relatados sirvieron de inspiración para el filme del director Roger Michell, “El Duque”, protagonizado por Jim Broadbent y Helen Mirren.
El héroe de la historia es el abuelo de Christopher, Kempton Bunton.
Era un padre de cinco hijos que había dejado la escuela a los 13 años y tenido una variedad de trabajos (muchos de muy corta duración), incluido trabajar como taxista.
“Era un buen hombre a pesar de todos sus defectos y quería hacer lo mejor para su familia, pero también quería ayudar a las personas que necesitaban apoyo”, agrega Bunton.
Una de sus pasiones era la BBC. Más de una vez se había negado a pagar la licencia o impuesto que existe en el país para ver los canales de televisión de la cadena británica.
“Estaba convencido de que la televisión era una cura para la soledad de los jubilados y veteranos de guerra y en ese momento no había mucho más para las personas que estaban aisladas y solas.
“Mi abuelo reconocía el valor de la BBC, por lo que sentía que debería estar disponible sin costo para todos los que la necesitaran, y el robo fue parte de su campaña para otorgar licencias de TV gratis para jubilados”.
Ese año, el “Retrato del duque de Wellington” había estado en las noticias pues Charles Bierer Wrightsman, un magnate petrolero estadounidense y coleccionista de arte, lo había comprado en una subasta por US$390.000 (unos US$3,5 millones de hoy) y planeaba llevárselo para EE.UU.
El gobierno británico decidió comprar la obra por la misma suma, para evitar que saliera del país, y gracias a ello había llegado a la National Gallery hacía poco más de una semana.
Era obviamente preciada así que tras robársela, Kempton Bunton exigió que se donara la suma de £140.000 para pagar licencias de TV de gente pobre y que se les otorgara amnistía (a quienes no pagaban la licencia les imponían penas de cárcel).
La petición fue ingnorada.
La pintura fue devuelta en 1965 por el propio autor del robo.
Sin embargo, algunos de los hechos que se revelaron en ese momento no tenían mucho sentido.
Por ejemplo, la ventana del baño que se dice que se usó para sacar la pintura de la galería era muy pequeña, y Kempton Bunton era grande. El juez en ese momento comentó sobre la “notable hazaña atlética” de Bunton.
Pero, lo que al principio parece una travesura cómica fue algo más que un robo de arte improbable.
El juicio de Kempton Bunton marcó un hito histórico.
El argumento de la defensa fue que, esencialmente, Kempton había tomado prestada la pintura durante unos años.
Años después, esto llevó a que se agregara un nuevo delito al código cuando se reescribió la ley de robo en 1968, “cualquier persona que sin autorización legal sustraiga cualquier artículo exhibido al público... será culpable de un delito”.
La eventual condena de Kempton Bunton fue por el robo del marco, que no fue devuelto a la Galería Nacional.
Pasó tres meses en prisión y murió una década después, en 1976.
La confesión y el juicio de Kempton Bunton lo hicieron, brevemente, famoso. Para la familia en Newcastle, que luchaba por salir adelante, era más complicado.
“¿Es un héroe en tu familia?”, le pregunté a Christopher.
“¿Para mí? Sí”, responde. “Mi papá no está tan convencido”.
“No es algo de lo que mi familia esté orgullosa, y creo que ahora que se ha convertido en algo positivo, es algo de lo que podemos estar orgullosos en el futuro”.
“Podría haber sido un mejor hombre de familia”, continúa. “Era un poco egoísta, pero al mismo tiempo realizó una hazaña extraordinaria en beneficio de su familia.
“Es un personaje contradictorio. Es simpático pero no es un superhéroe”.
Y en caso de que te lo estés preguntando, la ruta de escape por la ventana ya no existe y alguien ha movido la escalera.
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