Cuando era una niña, los médicos le dijeron que tenía Asperger, un trastorno del espectro autista que ha definido su manera de ver el mundo. Su dificultad para las relaciones sociales, pero su tendencia a focalizarse con rigurosidad en temas específicos ha convertido a Gretha Thunberg, a sus 16 años, en el símbolo de la lucha contra el cambio climático.
La adolescente sueca inició un movimiento escolar en su natal Estocolmo que ahora se ha vuelto global. De manifestarse el año pasado frente al Parlamento de su país, Greta ahora habla ante foros internacionales y en setiembre se presentará en la misma sede de las Naciones Unidas para hablar de los peligros del calentamiento global. Toda una carrera meteórica que incluso la llevó a ser nominada al Premio Nobel de la Paz.
Hoy llegó a Nueva York dos semanas después de partir del Reino Unido, en un viaje simbólico para visualizar sus pedidos de acción a favor del clima.
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Todo cambió cuando Greta tenía 11 años. En su colegio vio un documental sobre la contaminación en el mar y eso la impactó. “Lo demás niños se olvidaron del tema en cuanto salieron al patio. Pero yo no podía. Las imágenes volvían y volvían”, ha contado.
Fue así como se obsesionó con los efectos del cambio climático. Y su obsesión se convirtió en depresión. Hablaba poco y comía menos. En plena etapa de desarrollo, Greta dejó de crecer. Con el apoyo de sus padres y las terapias para tratar el Asperger, fue saliendo poco a poco de su ansiedad, pero solo para emprender una batalla contra el mundo y sus autoridades para que se preocupen por el futuro del planeta.
“He tenido una buena cantidad de depresiones, alienación, ansiedad y trastornos. Pero sin mi diagnóstico, nunca habría comenzado la huelga escolar. Porque entonces habría sido como todos los demás”, escribió recientemente en Facebook.
En agosto del año pasado, Greta decidió faltar a clases los viernes para pararse frente al Congreso sueco, en Estocolmo, con un cartel que decía: “Huelga escolar por el clima”. Al principio estaba sola. Pero poco a poco se le fueron uniendo otros compañeros de la escuela, y luego más adolescentes de otros colegios. De pronto, ya eran cientos los que la acompañaban cada viernes frente a la sede legislativa. El movimiento ganó fuerza y derivó en una organización “Fridays for the Future” (Los viernes por el futuro), que tiene réplicas en varios países del mundo, incluso el Perú.
Greta dejó de alimentarse con carne y sus derivados para reducir las emisiones de gases contaminantes, y tampoco se transporta en aviones para reducir el uso del combustible.
La fama de Thunberg la ha llevado a dar discursos ante líderes mundiales y a ser portada en revistas como “Time”, “GQ” y en largos informes de casi todos los diarios europeos.
En el 2018 fue invitada a la Conferencia por el Clima de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en enero de este año, al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, lugar al que llegó en tren -rechazando pasajes aéreos- porque era la manera menos contaminante que tenía de asistir al encuentro. “Creo que es un poco de hipocresía viajar en jet privado a un lugar donde van a hablar sobre la crisis del clima. Los escucho decir 'esto nos importa mucho', pero no es así”, le dijo a la agencia AP.
En Davos, y a pesar de ser pleno invierno, no se alojó en un hotel, sino que lo hizo en una carpa buscando reducir su huella de carbono. En el encuentro económico más importante del mundo les habló sin ningún tipo de sutileza a los líderes del mundo. “Hay gente que dice que la crisis climática es algo que hemos creado entre todos. Pero si todo el mundo es culpable, nadie es responsable. Y claro que hay responsables: empresas y personas con capacidad de decisión que sabían perfectamente las cosas tan valiosas que estaban sacrificando a cambio de acumular unas riquezas inimaginables. Creo que muchos de ustedes, de los que están aquí hoy, forman parte de ese grupo”, dijo ante el desconcierto inicial de los asistentes que segundos después se transformó en estruendosos aplausos.
Una lucha familiar
Greta no ha estado sola en su empeño por concientizar al mundo sobre los peligros del calentamiento global. Su familia ha sido clave para que ella pueda viajar a dar su voz al movimiento ecologista. Pero no solo eso, han cambiado su estilo de vida para predicar con el ejemplo.
Su madre, Malena Ernman, una cantante de ópera que solía viajar por todo el mundo, dejó de tomar aviones y ahora solo actúa en los países nórdicos. El padre de Greta, Svante Thunberg -un actor y productor-, y su hermana pequeña, Beata, fueron conscientes de lo mucho que le atormentaba la cuestión climática y también han convertido su departamento en un inmueble sostenible.
Sobre el año de activismo que ha protagonizado, Greta afirma que pese a las huelgas y llamadas a la acción “las emisiones globales (de gases de efecto invernadero) no han bajado, así que seguimos en la casilla de salida y necesitamos hacer más, solo estamos rascando la superficie”.
“No me gusta ser el centro de atención, es difícil a veces tener tantas cámaras delante, pero me tengo que recordar a mí misma que es por una buena causa, que si ésa es la forma de que los medios traten la emergencia climática, pues es positivo”.