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El periodista James (“Jim”) Foley, de 40 años, era un reportero de guerra convencido: “Jim nos convenció de que informar desde el lugar de los hechos era una de las mejores maneras de mostrar la verdad al mundo”, dijo su padre John en una entrevista a la revista Columbia Journalism Review en el 2013.
Foley viajó a zonas de conflicto para escribir y hacer fotos y videos para medios internacionales. Sus compañeros alaban su valor, su entrega por la verdad y la claridad de sus informaciones que relataban el destino de personas en zonas de conflicto.
Una semblanza publicada por el diario español “El Mundo” por el periodista Antonio Pampliega, quien lo conoció, recuerda que “en marzo del 2012 entró en Siria -ilegalmente y jugándose la vida, como tantas otras veces- para documentar lo que estaba ocurriendo en la revolución. Lo que allí vio le llevó a seguir entrando y entrando una vez tras otra para que el mundo no olvidase el drama que vivían los sirios”.
Un año antes había estado en Libia, documentando la Primevera Árabe. En ese país africano fue detenido durante 45 días por el régimen de Muamar Gadafi, pero ello no le quitó su pasión y determinación por el periodismo desde las zonas de conflicto. Sin embargo, sus amigos contaban que lamentaba no tener mucho tiempo para dedicar a su propia familia.
El periodismo fue, sin embargo, su segunda carrera. Nacido el 18 de octubre de 1973 en New Hampshire, estudió historia en Wisconsin y escritura creativa en Massachusetts y después trabajó como profesor en Arizona. Más tarde enseñó a leer y escribir a presos en Illinois.
A los 35 años decidió estudiar periodismo y cuando terminó uno de sus primeros encargos fue “empotrarse” en las filas del Ejército estadounidense para informar sobre la guerra en Afganistán.
“Sin estas fotos, video y experiencias de primera mano no podemos explicar al mundo lo malo que realmente puede ser”, explicó en una entrevista su deseo de trabajar en primera fila de conflictos.
La guerra en Siria marcó su vida, especialmente lo que vio en la ciudad de Alepo. “El drama de los civiles desamparados. El horror y la crudeza de la barbarie. Su compromiso le llevó a iniciar, en las redes sociales y entre compañeros periodistas, una campaña de mecenazgo para conseguir una ambulancia que diera servicio a los civiles heridos en la ciudad de Alepo. Hasta ese momento, no había casi ambulancias y los heridos tenían que ser trasladados en taxis o en autos particulares”, recuerda Pampliega en “El Mundo”.
Pero Siria también fue su última parada. En noviembre del 2012, un grupo de hombres armados se lo llevó cuando se dirigía a la frontera con Turquía. Nunca se supo más de él, hasta su cruel muerte a manos del Estado Islámico divulgada ayer.
“Yo me quedo con la imagen de mi amigo trabajando. Con su imagen descompuesta en el hospital Dar Al-Shifa mientras documentaba las miserias de la guerra. Me quedo con su humanidad y su compromiso. Te vamos a echar mucho de menos, Jim. Los que te conocimos, no te olvidaremos nunca”, finaliza Pampliega.