Varios países adoptaron en los últimos años medidas severas y controvertidas para frenar la llegada de migrantes. Estos son los casos más emblemáticos:
- Estados Unidos: el muro de Trump -
El presidente estadounidense, Donald Trump, que hizo de la inmigración un tema crucial en su campaña, firmó a su llegada al poder un decreto para iniciar la construcción de un muro de 1.600 km en la frontera mexicana, que quería hacer pagar a su vecino del Sur, que rechazó hacerlo.
A principios de 2018, pidió al Congreso 25.000 millones de dólares para salvaguardar la seguridad del conjunto de la frontera, pero solo obtuvo 1.600 millones para construir un muro de unos diez metros de altura en las dos zonas de mayor población.
En mayo, el presidente estadounidense también causó una gran polémica al separar de sus padres a más de 2.300 menores, traumatizados, en nombre de una política de “tolerancia cero” frente a la inmigración clandestina. Al final, anuló la medida.
Antes de las elecciones de mitad de mandato de noviembre, cuando miles de migrantes huían de la violencia y de la miseria de América Central rumbo a Estados Unidos, mencionó que se trataba de una “invasión” y aseguró, sin pruebas, que entre ellos había “criminales y personas de Oriente Medio”.
A finales de noviembre, desplegó a miles de militares en la frontera y amenazó con cerrar el paso totalmente.
- Italia: náufragos rechazados -
Italia, principal puerta de entrada de migrantes a Europa por el Mediterráneo, está atrapada en la problemática del reglamento de Dublín, que establece que el primer país europeo en el que se registra el migrante debe gestionar su caso hasta el final.
Este año, llegó al poder una coalición de la ultraderecha y un movimiento antisistema. Matteo Salvini, ministro de Interior y líder de La Liga (ultraderecha), bloqueó los puertos italianos a los navíos humanitarios que rescaten migrantes en el Mediterráneo.
El país aprobó en noviembre un decreto ley controvertido para endurecer su política migratoria, con permisos de residencia más breves y un procedimiento de urgencia para expulsar a cualquier solicitante de asilo que aparente ser “peligroso”.
Este año, el número de llegados a sus costas (22.500) bajó más de un 80% respecto a años anteriores.
- Hungría: alambradas -
El primer ministro húngaro, Viktor Orban, hostil a recibir migrantes que, según él, amenazan con “disolver” la identidad húngara y europea, ordenó levantar en 2015 una alambrada de varios centenares de kilómetros en las fronteras serbia y croata para atajar el aflujo de refugiados que huían de las guerras en Oriente Medio. Hungría también aprobó legislaciones de las más restrictivas de europa.
Orban se opuso al plan de reparto de refugiados aprobado por la UE y organizó en 2016 un referéndum en el que el “no” a la acogida de migrantes ganó, pero con una participación insuficiente como para validar la consulta.
La Comisión Europea lanzó varios procedimientos de infracción contra Hungría, especialmente por no respeto de la legislación europea en materia de asilo y por una ley que penaliza a quienes ayuden a los migrantes.
- Australia: campos de migrantes en otras islas -
En 2017, el número de migrantes aceptados por Australia con visado permanente cayó a su nivel más bajo en diez años (162.000), a causa de una política que busca aceptar únicamente a los mejores candidatos, según el gobierno.
2013, Canberra rechaza sistemáticamente en el mar a los barcos de migrantes irregulares, oriundos de Afganistán, Sri Lanka y Oriente Medio, en su mayoría, como parte de una política muy denunciada por las ONG.
Quienes consiguen alcanzar la costa son enviados a la isla de Nauru o a la de Manus, en Papúa Nueva Guinea. Incluso si se considera que su petición de asilo está fundamentada, no se los acepta en suelo australiano. Canberra asegura que salva vidas al disuadir a los migrantes de emprender un viaje peligroso. Las llegadas de barcos, antes casi diarias, son en la actualidad muy inusuales.
El gobierno ha empezado a evacuar discretamente a los menores de Nauru, a raíz de las críticas y de las preocupaciones en torno al estado de salud de los migrantes que viven en los campos, a veces hasta cinco años, y que comporta casos de depresión e intentos de suicidio, incluso entre los niños.
Fuente: AFP