JUAN AURELIO ARÉVALO Enviado especial
Los cariocas ya llevan tres días acostumbrándose a los cerca de dos millones de peregrinos que han llegado de 175 países hablando 65 idiomas distintos para participar en la Jornada Mundial de la Juventud y ver al Papa Francisco. Se calcula que cerca de 250.000 casas de familias han abierto sus puertas para acogerlos, pero también han hecho lo mismo colegios, universidades y hasta escuelas de samba.
En la zona de Tijuca, en pleno centro de la ciudad, la Universidad Candido Mendes acoge a uno de los grupos más numerosos: 600 muchachos de Ecuador, Colombia, Argentina, Brasil y Perú han abarrotado sus instalaciones. El encargado de tanta gente es Ricardo Braz, un sodálite brasileño formado en teología que radica en Lima. “Para este cargo se necesita sobre todo mucha paciencia. Acá hay gente que ha llegado de viajes muy largos, no han dormido varios días y encima tienen que dormir en el piso. Uno tiene que tener mucha conciencia de los detalles y sentir mucho cariño por los demás”.
La rutina es la misma todos los días. A las seis de la mañana se despiertan, a las 7:40 a.m. empieza la oración y a las 8 a.m. toman desayuno. Una hora después, las puertas de la universidad se cierran hasta la noche y los peregrinos toman las calles. Cuando regresan, las chicas practican el flashmob que presentarán en la jornada de clausura del domingo mientras los chicos aprovechan el tiempo para cantar o conversar con gente de otros países. A eso de las 11 todos están en sus cuartos. Dentro de una bolsa de dormir esperando que empiece una nueva jornada.