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NIKITZA CANO SEMINARIO @Nikitzacs
Cristóbal Bouroncle nació en Lima en 1954. Cogió su primera cámara a los ocho años. Su papá era médico, pero tenía un laboratorio para revelar fotos. Él solo entraba porque le gustaba el olor de los químicos. Aún recuerda el olor del fijador. Era el año 1974, cuando tuvo que irse del país en un barco de carga porque estaba en la lista negra del aeropuerto en la época de Velasco. Estudió geofísica en Texas. A los 28 se convirtió en fotógrafo. No se arrepiente de haber elegido el fotoperiodismo, pues no hay nada más interesante que lidiar con gente que con objetos, afirma.
Aún extraña las emociones reales de aquellos tiempos en guerra, donde se despierta lo más íntimo de la gente. Para él, una sola foto tiene que contarlo todo porque es la única forma de hacer sentir y entender lo que pasa a quien la mira. Estuvo a punto de morir cuatro veces en un solo día. Sintió la desesperación del pueblo iraquí que vio sus tierras invadidas por fuerzas extrañas, el temor de los soldados estadounidenses que eran enviados con una consigna determinada. ¿La fórmula para sobrevivir? No perder nunca el miedo y acostarse con un recuerdo feliz.
— ¿Cómo llegó a cubrir la ofensiva de EE.UU. en Iraq en el 2003?Me encontraba viviendo en Chile, cuando comencé a ir a Israel y a territorios palestinos a cubrir diversos conflictos bélicos. Después de eso, cuando Estados Unidos anunció su invasión a Iraq, la Agencia Mundial de Noticias France Presse me llamó para que me sume en la cobertura fotográfica. Luego, al encontrarme en París, recogiendo un chaleco antibalas, me pidieron que me encargase de la oficina allá.— ¿Cómo fue estar en Iraq? Pasé 40 días en campaña con los ‘marins’ [soldados americanos], en un escenario de guerra en el sur de Iraq. Luego, rompí mi nexo con ellos y me fui con un grupo de fotógrafos que iba de Jordania a Bagdad. Es en ese punto donde decidí mudarme a El Cairo. Se me pasaron casi 8 años en innumerables enfrentamientos bélicos.
— ¿Cómo es un día de cobertura en el Medio Oriente? Los días allá empiezan temprano, a las 5:30 a.m. en la oficina y se cierran a las 11:00 p.m. Hay que cuidar la salud mental en el ritmo de trabajo, es decir que se debe encontrar momentos de relax. Tienes que seguir el ritmo natural de las cosas. Las noticias se producen temprano en la mañana y a media tarde en adelante. Si te toca hacer campo, te subes a un vehículo blindado antes de salir el sol y regresas cuando este ya se ocultó. También cabe la posibilidad de pasar la noche con los soldados. — ¿Estuvo a punto de morir? En un solo día me salvé de morir cuatro veces, debido a las minas que pisaban los vehículos. Se destruía uno, cambiábamos a otro. A todos nos llovieron balas. Aún guardo una esquirla de un mortero que explotó muy cerca de mí, aquella pasó a escasos 10 centímetros de mi cuello y cayó en el vehículo en el que yo estaba apoyado, le eché agua de mi cantimplora [a la esquirla] porque aún estaba al rojo vivo, me la puse en el bolsillo y seguí caminado. La guardo para recordar las cosas en las que uno debe fijarse y los lugares en los que uno no debe estar.
— ¿Cuál ha sido la escena que se le quedó en retina? En medio de los bombardeos, las escenas más fuertes que recuerdo son aquellas en que vi gente volar por los aires junto con palmeras y mucha tierra. En esos momentos, sentía lo que es no saber dónde correr porque todo cae a tu alrededor. También, me di cuenta que la base de la supervivencia es mantener la calma. Ayudé a la gente que tuve que ayudar, tomé las fotos que tenía que tomar.
— ¿Uno piensa que perderá la vida cuando está en un conflicto? El famoso flashback donde pasa la vida por tus ojos, nunca lo viví, pero si me preocupaba encajar en el grupo donde estaba, porque esta es una situación donde todos dependen de todos, no encajar es peligroso. Uno se enfoca en lo que hace y no hay tiempo para preocuparse si vas a morir y todo lo que eso implica, eso lo piensas en tus tiempos libres.
— ¿Cómo se hace para no sentir miedo en esos momentos?Sentir miedo es parte de sobrevivir, quien deja de sentir miedo muere, porque se arriesga innecesariamente.
— ¿Cómo se logra la foto perfecta? Es el carácter humano de la situación, ya sea el miedo, el dolor o el tedio en la cara de la gente, lo que hará que la persona que vea la foto tenga el mensaje más claro. Puedo tener a cinco personas de espaldas mientras ven un bombardeo, pero si una de ellas voltea y capto el terror en los ojos, sus emociones, esa imagen valdrá más que una nuca o una espalda. Hay que buscar la esencia de la situación y que la imagen cuente toda la historia.
(Cortesía de AFP, uso exclusivo solo para esta entrevista)
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— ¿Cómo se manejan los estragos psicológicos? Siempre me he preguntado eso. Yo siempre me mantuve sin empatía a cualquier causa. Puedo simpatizar con los palestinos, con los israelíes, con los iraquíes que vieron su país siendo invadido por una fuerza de otra parte del mundo, con el miedo de los soldados americanos que llegan a Afganistán o a Iraq, pero definitivamente no tomo parte en las políticas de sus gobiernos. Mi consigna, antes de acostarme, era hacer el ejercicio mental de acordarme de algo saludable. Muchas veces me iba a dormir riéndome solo. Siempre hay que rescatar lo positivo de lo cotidiano.
(Cortesía de AFP, uso exclusivo solo para esta entrevista)
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— ¿Volvería?Cada día, me pregunto si voy a hacer algo tan intenso como fue cubrir guerras. Hoy, siento la carencia de emociones reales. Pienso que lo que yo extraño no tiene nada que ver con la noticia que lidere la agenda, tiene que ver más con la genuidad que una guerra trae. Una guerra saca lo más íntimo de la gente. Sin embargo, no volvería. Fueron tiempos gratos profesionalmente, pero creo que hay nuevos horizontes que explorar. Dice un dicho antiguo “No vuelvas nunca a un lugar donde fuiste una vez feliz”.