Madrid. El centenario del armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, que se cumple mañana domingo, está permitiendo rememorar la labor humanitaria, fundamental aunque poco conocida, que realizó España como país neutral para intentar aliviar el sufrimiento.
El conflicto, entre 1914 y 1918, fue el más catastrófico que había conocido la Humanidad hasta entonces, ya que causó unos diez millones de muertos y nueve de desaparecidos, además de hambre y penurias en la población civil de muchos de los contendientes.
Esta semana están teniendo lugar por toda Europa numerosas ceremonias, entre las que destacan las de mañana en París, con motivo del centenario exacto del armisticio, encabezadas por el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, y a las que asiste el rey Felipe VI.
Con motivo del centenario, esta semana se inauguró en el Palacio Real de Madrid una amplia exposición que ilustra la poco conocida labor humanitaria que encabezó el rey Alfonso XIII, creador de una oficina que atendió casos humanitarios en ambos bandos.
Esta Oficina de la Guerra Europea gestionó más de 200.000 casos de soldados o civiles prisioneros o desaparecidos de hasta cincuenta nacionalidades, sobre todo franceses y belgas. La gran mayoría de las peticiones procedían de familiares, pero también de organizaciones benéficas o religiosas.
La oficina se dividió en tres servicios, el de Heridos y Prisioneros de Guerra, el de Información en Países Ocupados y el de Repatriación y Canje de Prisioneros.
Así, a veces se pudo hallar a soldados desaparecidos que estaban prisioneros, en otras se organizó el envío de objetos o alimentos a cautivos o población civil ocupada y también se puso en marcha el canje o internamiento de soldados presos en Suiza (otro país neutral, vecino de la mayoría de los contendientes).
“Gracias al Rey de España, una girondina encuentra a su marido”, publicaba el 19 de junio de 1915 el periódico francés “La Petite Gironde”, lo que fue el primer resultado feliz de las gestiones iniciales de la Secretaría de Alfonso XIII y originó el aluvión posterior.
Las cartas se guardan en los archivos del Patrimonio Nacional español y varias de ellas se pueden ver en la exposición. Estaban escritas en francés, alemán, inglés o italiano, algunas también en lenguas eslavas, lo que necesitó un servicio de traducción y un complejo (para la época) sistema de gestión, seguimiento y archivo de cada caso.
El ingenioso sistema constaba de fichas con códigos de colores en función de si el caso se refería a un civil o militar, y en este caso de a qué cuerpo pertenecía. También había colores para marcar país de origen, cuál era la acción requerida o incluso si la persona había sido hallada viva, muerta o seguía desaparecida.
La oficina tenía un procedimiento “muy efectivo y muy moderno” y, tras empezar a funcionar con seis personas, llegó a contar con 46, además del trabajo fundamental de la diplomacia española, explicó Juan José Alonso, comisario de la exposición y director del Archivo General del Palacio Real.
Entre los solicitantes de ayuda u objeto de búsquedas se encuentran nombres famosos, como el escritor británico Rudyard Kipling, el bailarín ruso Vaslav Nijinsky o el cantante y actor francés Maurice Chevalier.
Se llegó a localizar un cinco por ciento de las personas buscadas, una cifra que “puede parecer muy baja, pero que es elevada teniendo en cuenta las cifras de fallecidos y desplazados y las condiciones en que se realizaba el trabajo”, apuntó Alonso.
El rey español ilustró la posición neutral española en este conflicto, ya que tenía familiares directos en ambos bandos (su madre era austríaca y su esposa inglesa).
Alfonso XIII también dirigió la acción de los diplomáticos españoles en acciones directas en los países contendientes.
El ejemplo más destacado de esta actividad humanitaria fue el embajador en Bélgica, Rodrigo de Saavedra, quien desempeñó un papel clave en evitar que la población civil de ese país sufriera una terrible hambruna y también medió eficazmente a favor de prisioneros y condenados a muerte por la ocupación alemana.
Saavedra fue clave en la creación de un complejo sistema internacional para enviar alimentos a la población belga. Ahora, es el único extranjero con un busto en el Senado belga, y tiene una calle con su nombre en Bruselas. Fuente: EFE