Los pueblos indígenas tratan de hacer oír su voz en la COP21 de París y se presentan como los mejores guardianes de los bosques amenazados de destrucción.“Queremos visibilizar nuestros conocimientos en temas de manejo y conservación de los bosques con nuestros conocimientos ancestrales, donde los conocimientos se incorporen en las estrategias globales de mitigación del cambio climático”, dijo a la AFP Jaime Carisepa, del pueblo harakmbut, en la selva amazónica peruana.Delegaciones de indígenas han venido con ese mensaje hasta París y sus atuendos tradicionales rompen la monotonía visual, y muchas veces temática, de la multitud que pulula en los hangares acondicionados de Le Bourget (afueras de París) donde se lleva a cabo la COP21.“Es muy costoso venir a Europa, espero que las decisiones de la COP21 sean a favor de la conservación, de un real compromiso de los Estados”, comenta Carisepa.Las expectativas son sin embargo escasas, pues a primera vista todo opone a esos dos mundos: mientras los funcionarios de 195 países discuten poner un precio a las emisiones de carbono, los pueblos originales responden con conceptos como el de “derechos colectivos”.Sostienen además que el agua, los árboles y las montañas no son valores mercantiles y anuncian que si el mundo sigue en la cuesta actual, la Humanidad entera corre al despeñadero.- 'Que el bosque siga siendo bosque' -“Para nosotros, el único futuro de un bosque es que siga siendo bosque”, afirma Berenice Sánchez, de la comunidad otomí de San Francisco Magú, en el Estado de México.“Queremos que siga siendo bosque para poder seguir respirando: es el que nos da oxígeno, que nos da agua. Y esa agua no es vital nada más para mi pueblo, es vital para la propia ciudad del municipio en que estamos viviendo”, dijo a la AFP Sánchez, miembro del Consejo de Participación Ciudadana (Copaci) de su localidad.Los indígenas no vinieron a París a negociar compensaciones ni a defender sus “propiedades”, sino a defender su “cosmovisión”.“No asumimos como un derecho individual lo que es colectivo. Nuestro territorio es colectivo, nuestra cosmovisión es colectiva, y en ese sentido estamos abogando por los derechos de los pueblos indígenas”, explica Berenice Sánchez.“Cuando era niña, en los libros de ciencias naturales se plasmaban lagos interconectados”, y “yo no paraba de llorar porque esos lagos se habían convertido en charcos de agua sucia, de agua contaminada, con patos llenos de petróleo, de peces muertos”, contó en un foro al margen de la conferencia.“El tema de la agenda de la COP no es el de las reducciones de emisiones [de gases de efecto invernadero]. El tema es el dinero”, denuncia Tom B.K. Goldtooth, un navajo estadounidense, director ejecutivo de la Indigenous Environmental Network.“Aquí, las ONG europeas, los grupos verdes, incluso la coalición [ecologista] francesa, todos dicen lo mismo”, agrega, lamentando que los atentados de París haya llevado al gobierno a prohibir las manifestaciones paralelas a la conferencia, que durará hasta el 11 de diciembre.- ¿Una confluencia imposible? -¿Encontrar un punto de confluencia entre desarrollo y conservación sería entonces una misión imposible?“No podemos separarnos del contexto del desarrollo mundial como tal, pero (...) creemos que la mejor forma de acoplar nuestros modos de vida y tratar de generar una alternativa, es que se observe el conocimiento tradicional de los pueblos indígenas”, dice Sánchez.La dirigente mexicana se niega a echar por la borda este tipo de conferencias, porque eso equivaldría a ignorar que hay “una declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas”, que han sido “una herramienta (...) sobre la cual hemos ido defendiéndonos en nuestros territorios”.Y constata algunos avances, como el hecho de que el primer ministro canadiense Justin Trudeau se haya referido en su discurso al conocimiento de los pueblos indígenas como una “enseñanza”.Otros países, como Filipinas y Tuvalu, también se hacen eco de esos reclamos, apunta Sánchez, con la esperanza de que algún día se puedan discutir “soluciones reales”, que no consistan en “fijar un precio a la vida”.
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