Al contestar la llamada, Carlos Vargas pide aplazar la entrevista unos minutos. Estamos subiendo a dos niños a la ambulancia y están muy graves, explica. Vargas es presidente de la Fundación Esperanza de Vida, que junto a otras organizaciones (y con el gobierno de Guatemala) rescatan a niños con desnutrición aguda de las montañas de Zacapa, Chiquimula e Izabal en el oriente del país centroamericano.
Los departamentos pertenecen al llamado corredor seco, llamado así porque desde hace varios años padece una intensa sequía que arruinó la agricultura. Una región que el gobierno de Guatemala considera en estado de emergencia, pues allí se concentra la mayoría de los casos de desnutrición infantil aguda y crónica.
El día de la entrevista, Carlos Vargas y su equipo trasladaron a siete menores al albergue y hospital de la fundación. Un trabajo que realizan cotidianamente.
Les llamamos rescates extremos porque los niños están en condiciones finales. El mes pasado bajé a una niña de 15 años que pesaba 19 libras (8,6 kilos), y otra de 14 que sólo pesaba 15 libras (6,8 kilogramos), cuenta a BBC Mundo. La semana pasada se me murieron dos; bajé a una niña de dos meses que no pesaba ni dos libras (casi un kilo), pero se me murió. Llegué tarde Hay ocasiones en que llegamos tarde.
Cada vez que suben a las montañas del corredor seco los activistas encuentran muchos, muchos niños desnutridos. Recientemente encontraron en una comunidad de Chiquimula a dos adolescentes que pesaban menos de siete kilos, recuerda Vargas.
CIFRAS La crisis alimentaria de Guatemala se prolonga desde 2008 y se intensificó desde 2010, según datos de la Organización de las Naciones Unidas. Con el inicio del gobierno del presidente Otto Pérez Molina, en 2011, la tasa de mortalidad infantil por desnutrición aguda era de 22 por cada 1.000 niños.
Una cifra mayor a la que registraron otros países como Honduras, donde la cifra es de 20 fallecimientos, o en Chile, donde el nivel es de ocho por cada mil menores de acuerdo con la ONU. Además, en los 166 municipios considerados más críticos había sólo 38 médicos y ninguna enfermera, cuenta a BBC Mundo Luis Enrique Monterroso, secretario de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesan) de Guatemala.
Hoy en día, casi dos años después, la situación parece distinta, afirma el funcionario. La tasa de mortalidad se redujo a la mitad; la medición más reciente indica un índice de fallecimientos de 7,4 niños por cada mil. La intención es que se reduzca más, la aspiración es que no mueran niños en este país por hambre, explica.
Monterroso asegura que estos datos son resultado de la estrategia gubernamental llamada Hambre Cero, pero también a que el problema es una prioridad no sólo de las autoridades, sino de organizaciones civiles y otros sectores sociales. Pero es insuficiente porque la crisis alimentaria todavía no puede superarse. La sequía por cambio climático, así como el incremento internacional en el precio de los granos, hacen que siga siendo difícil la asistencia a las familias en situación de virtual hambruna.
¿Está superada la emergencia? Estamos en un momento icónico, responde el funcionario, porque algunos sectores de la sociedad que se habían alejado del problema empiezan a participar en su solución. Pero al mismo tiempo reconoce que la crisis alimentaria no cesa. El país sufre hambre estacional de manera recurrente, insiste, debido al desempleo, plagas en las cosechas y el estiaje prolongado que es causa del llamado corredor seco.
DÉCADAS El gobierno mantiene vigilancia especial sobre 58.800 hogares, especialmente en los departamentos del ‘corredor seco’. De éstos ha seleccionado a 6.400 niños que se encuentran en situación difícil, y a quienes se vigila permanentemente su condición de salud.
Pero salir de la emergencia no será fácil, pues la experiencia internacional indica que los primeros resultados definitivos se obtienen después de varios años, incluso décadas, como sucedió en Brasil y México, afirma Monterroso. La magnitud del problema supera los esfuerzos gubernamentales y de organizaciones civiles.
Mientras, el problema de los niños y adolescentes con poco peso seguirá. Todavía hay muchos en las montañas y comunidades rurales del corredor seco, insiste el presidente de la Fundación Esperanza de Vida. Los voluntarios de la organización, como otros grupos y brigadas del gobierno guatemalteco viajan casi a diario a los pueblos más alejados en busca de niños con desnutrición aguda o crónica.
En casos extremos los menores son trasladados a hospitales y albergues, como hace la Fundación. Los menores reciben alimentación especial y auxilio médico. Una vez que empiezan a recuperar su peso vuelven a sus comunidades con una dotación de leche y otros alimentos. Este año hemos rescatado a 520 pero creemos que puede haber mil más en las montañas, asegura Carlos Vargas. Esta es la peor emergencia que ha vivido Guatemala.