El papa Francisco llega este lunes a Brasil dispuesto a medirse en persona ante el reto que ha planteado de acercar la Iglesia a la gente, nada menos que en un Río de Janeiro en ebullición tras una ola de protestas sociales.
Un gran plan de seguridad diseñado para proteger al pontífice, con cerca de 30 mil militares y policías movilizados en total, será exigido apenas Francisco aterrice en Río por la tarde: desfilará por el centro en un papamóvil abierto en lugar de uno blindado, según adelantó la alcaldía.
Esa zona de la ciudad y el Palacio Guanabara, la sede del gobierno estatal que el Papa visitará más tarde, son dos puntos donde recientemente se concentraron manifestaciones por reclamos diversos, muchas de los cuales acabaron en choques violentos con la policía.
Esto y el hecho de que se hayan convocado nuevas protestas durante el desarrollo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) católica incluida una este mismo lunes frente al Palacio Guanabara han causado inquietud a nivel gubernamental.
El Vaticano procuró en los últimos días restarle dramatismo al tema, al negar que las manifestaciones en Brasil sean contra el Papa o la Iglesia y remarcar que parte del estilo de Francisco consiste en evitar medidas de seguridad que lo alejen de la gente.
El Papa no desea obstáculos en su comunicación concreta con el pueblo. Esta es la realidad de este pontificado, declaró el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, en el diario “O Estado” de Sao Paulo del viernes.
Pero especialistas advierten que las autoridades deberán redoblar los cuidados ante la posibilidad de que manifestantes aprovechen la presencia del Pontífice para hacer sentir sus reclamos, como ocurrió con la Copa Confederaciones en junio.
Esta es la gran preocupación que deben tener y se vuelve realmente un gran desafío para las fuerzas de seguridad en este momento, dijo Paulo Roberto Storani, antropólogo y experto brasileño en seguridad pública, a BBC Mundo.
CUESTIÓN DE EXPERIENCIA Storani descartó que las manifestaciones puedan tener el objetivo de atacar la integridad física de Francisco, de 76 años y electo en marzo como el primer Papa latinoamericano de la historia.
Pero agregó que sí podrían alterar el desarrollo de la JMJ, que atrae a cientos de miles de fieles de todo el mundo, y sostuvo que falta experiencia local para lidiar con protestas de demandas difusas y sin líderes claros para negociar.
Brasil entero y sus fuerzas de seguridad no están acostumbradas a este tipo de protestas, señaló este excomandante del Batallón de Operaciones Especiales (Bope) de la policía de Río e investigador del Instituto de Ciencias Policiales en la Universidad Cândido Mendes.
Las sorpresivas manifestaciones de junio pasado, por mejores servicios públicos y contra los gastos multimillonarios para el Mundial de Fútbol 2014, entre otros motivos, reunieron más de un millón de personas en varias ciudades brasileñas.
Río fue una de las que tuvo más agitación y la policía recurrió varias veces a gases lacrimógenos y balas de goma para dispersar a los manifestantes.
La intensidad de las protestas bajó este mes, pero hay varias señales de que la efervescencia social se mantiene.
La semana pasada, una manifestación contra el gobernador de Río, Sergio Cabral, reunió a cientos de personas y acabó con destrozos en comercios y locales bancarios de Leblon, un barrio acomodado de la ciudad.
VISITA MILLONARIA La protesta convocada para este lunes a través de redes sociales fuera del Palacio Guanabara donde está previsto que el Papa se encuentre con Cabral, la presidenta Dilma Rousseff y otras autoridades locales tiene consignas contra el uso de fondos públicos en eventos religiosos.
Esa recepción costará unos US$380 mil en recursos públicos, informó la prensa brasileña.
Los gastos federales, estatales y municipales ligados a la JMJ reportados hasta el momento suman casi US$73 millones según cifras del diario “O Globo”, pero los organizadores afirman que la economía local tendrá una inyección de dinero gracias al evento.
Buena parte de los recursos públicos asignados a la visita del papa se destinarán precisamente al esquema de seguridad del evento, que movilizará cerca de 28 mil miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Militar.
A eso se sumarán 1.500 efectivos de la Policía Federal brasileña (el doble de lo que se había previsto hace dos años) abocados exclusivamente a la seguridad personal del Sumo Pontífice, 40 de ellos como guardaespaldas.
La agenda del Papa en Brasil incluye el miércoles una visita al santuario de Aparecida en el estado de São Paulo, el jueves una recorrida por una favela de Río, un acto donde bendecirá la bandera olímpica y un mensaje en la playa de Copacabana. El viernes hará la confesión de jóvenes en un parque de la ciudad y un Vía Crucis en Copacabana, donde fue convocada otra manifestación.
El sábado rezará una oración en la vigilia de los jóvenes en el Campus Fidei, un terreno en Guaratiba a unos 60 kilómetros al oeste de la ciudad, donde el domingo por la mañana también celebrará la misa de cierre de la JMJ. En la noche partirá de regreso a Roma.
Los militares a cargo de proteger el campo de Guaratiba, donde se esperan cientos de miles de jóvenes, ya anunciaron que prohibirán el acceso de manifestantes o personas enmascaradas y que revisarán a quienes tengan actitudes sospechosas.
NADA AGRADABLE La Agencia Brasileña de Inteligencia (Abin) ha calificado como una fuente de amenaza para la JMJ la posibilidad de que surjan manifestaciones esta semana.
El ministro de la secretaría general de la presidencia brasileña, Gilberto Carvalho, afirmó la semana pasada que la gran seguridad del Papa será hecha por el pueblo brasileño y por la juventud del mundo entero.
Pero otros dos ministros intentaron convencer al Vaticano de la necesidad de reforzar la protección y usar un papamóvil blindado en apariciones públicas.
De todos modos, se ha confirmado que el Papa está resuelto a usar un vehículo abierto, del cual pueda salir para saludar a los fieles.
Es una decisión personal, respetamos, pero no es nada agradable para la seguridad, admitió el general José Abreu, que comanda el operativo militar de protección papal.
Brasil es el país con más católicos del mundo pero, al igual que en el resto de América Latina, la Iglesia ha perdido fuerza aquí en las últimas décadas ante el aumento de los evangélicos y personas sin religión.
Una encuesta de Datafolha, publicada el domingo, indicó que los católicos en Brasil son hoy 57% de la población, lo que marcaría el menor nivel histórico tras una caída constante desde el 75% que sumaban en 1994.
Los expertos creen que el énfasis de Francisco en aumentar el contacto con la gente en general y los pobres en particular apunta a devolverle a la Iglesia su carácter pastoral.
Eso mismo es lo que el Papa parece dispuesto a hacer en Brasil, aunque le implique renunciar a cierta seguridad.
Es una visita de carácter bien misionero, dijo André Chevitarese, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), especializado en historia del catolicismo.
Y agregó: Reunir millares y millares de jóvenes es mostrar que la Iglesia está viva y tiene futuro.