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Lo anunciaron con ímpetu: alrededor de 30 países, entre árabes y occidentales, se comprometieron a formar una coalición para combatir al grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI), que se asentó en un amplio territorio de Iraq y Siria y ha conmocionado al mundo con sus prácticas crueles, que incluyen la difusión de videos de decapitaciones.
La alianza seguirá básicamente las líneas presentadas por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el 10 de septiembre: ataques desde el aire, apoyo a fuerzas locales, el uso de los servicios de inteligencia y contraterrorismo, y provisión de ayuda humanitaria.
La alianza comenzó a funcionar pocos días después de la cumbre en París. Francia fue el primer país en sumarse activamente a los ataques de EE.UU. en Iraq, el viernes pasado.
Y este martes dio un golpe estratégico. El Pentágono informó que Estados Unidos y cinco aliados árabes lanzaron (Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bahrein y Qatar) por primera vez ataques aéreos contra objetivos de EI en Siria. Hasta ahora los bombardeos se habían concentrado en Iraq.
Cómo se va a lograr que estos países con diferentes estrategias, políticas e intereses se unan bajo el liderazgo de un país del que muchos de ellos desconfían o han desconfiado es la gran interrogante.
El plan busca conciliar la experiencia que EE.UU. ha acumulado durante medio siglo de intervenciones con la turbulenta y volátil realidad de Oriente Medio.
Pero Obama trata de evitar intervenir en solitario, y para ello necesita una coalición, que incluya especialmente a países árabes.
Hasta el momento han manifestado su voluntad de apoyar Egipto, Irak, Jordania, Líbano, Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita, y los Emiratos Árabes Unidos.
Obama ha presentado el plan de forma que liderará “desde atrás”, como hizo en la intervención en Libia en 2011.
El comentarista político Geoff Dyer dijo en el periódico británico The Financial Times que “el riesgo de 'liderar desde atrás' es que deja a Estados Unidos dependiente del esfuerzo de sus socios”.
“Si ellos no tienen éxito, Obama se podría encontrar subsumido en una guerra en el terreno en Irak, precisamente de la que su gobierno prometió salir”.
ECOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE Rami G. Khouri, de la Universidad de Beirut, señala varios problemas para la coalición.
Khouri apunta que este grupo fue creado por Washington en estado de pánico antes de consultar y consensuar con los estados árabes interesados, dejándolos en una posición muy incómoda.
Además, Estados Unidos y sus aliados consideran que sin un gobierno inclusivo de los sunitas en Irak no habrá forma de luchar contra EI.
Washington ha invertido billones de dólares durante la última década y el resultado hasta ahora es sectarismo y corrupción de los líderes chiitas.
SECTARISMO Y REPRESIÓN El ascenso de EI se debe en gran parte al sectarismo y represión de los gobiernos chiitas.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, a anunciado ya dos estrategias para combatir a Estado Islámico.
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El gobierno Nouri al Maliki -primer ministro iraquí hasta agosto de 2014- utilizó las fuerzas armadas y milicias para reprimir a la población sunita.
Patrick Cockburn, del periódico británico The Independent, considera que los 5 a 6 millones de árabes sunitas que viven entre Iraq y Siria temen más a la violencia de Bagdad y a sus milicias que a Estado Islámico.
El New York Times ha informado recientemente de denuncias de milicias chiitas tomando represalias contra ciudades y poblados sunitas.
LOS RIESGOS DEL USO DE DRONES Otro posible problema -agrega el académico libanés Khouri- es que el presidente Obama mencionó el uso de drones y puso los casos de Yemen y Somalia como ejemplos de lo que quiere conseguir con la coalición.
Ni en estos países, ni en Pakistán, los drones han acabado con las organizaciones insurgentes.
Por el contrario, las matanzas de población civil han acelerado la radicalización contra Washington.
¿LIDERAZGO ACERTADO? También existen dudas, apunta Khouri, sobre el hecho que el coordinador de la coalición contra EI sea el general retirado de los marines John Allen.
Previamente el general Allen ha tenido cargos de responsabilidad en Afganistán, el comando central para Oriente Medio, Iraq, y el conflicto Israelí-palestino.
“Es difícil pensar, dice, en una combinación más deprimente de fracasos de la política de Estados Unidos en la región” que los que acumula Allen.
Para Khouri y otros analistas, además, la coalición tiene ecos de la respuesta que Estados Unidos y sus aliados dieron a los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Sin embargo, el problema de EI es diferente de al Qaeda y -apuntan- deben evitarse reacciones emocionales anti-islamistas y militaristas.
UNA PUGNA REGIONAL Pese al dudoso éxito de las intervenciones en Afganistán e Iraq en la última década y al rechazo de gran parte de la población estadounidense a embarcarse en una nueva guerra, Obama ha sido presionado por parte de los denominados neo-conservadores de su país, por gobiernos de países árabes sunitas y por Israel, para intervenir militarmente contra el gobierno de Bashar al Asad en Siria y atacar las instalaciones nucleares iraníes.
La coalición pretende no sólo frenar, sino que terminar con Estado Islámico.
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El violento ascenso de EI ha llevado a Obama a diseñar una intervención con el menor riesgo militar, político y económico posible.
Contar con una coalición era una de las precondiciones para evitar un posible fracaso unilateral.
Pero la guerra en que se va a embarcar esta coalición todavía frágil e incierta se encuadra en la pugna político religiosa entre sunitas y chiitas en la región.
IRÁN VERSUS ARABIA SAUDITA Y la rivalidad por la hegemonía regional entre Irán (chiitas) y Arabia Saudita (sunitas) marca las alianzas.
Ambos países tienen interés en combatir contra EI, pero mantienen una fuerte competencia regional.
Irán apoya a Bashar al Asad, a Hezbolá en Líbano y Hamas en Gaza; Arabia Saudita a la oposición sunita en Siria.
Igualmente, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto combaten a los Hermanos Musulmanes, mientras que Qatar y Turquía les apoyan.
Estados Unidos e Irán, y Arabia Saudita e Irán se están comunicando en la lucha contra EI, pero es difícil que alcancen un alto nivel de coordinación.
Irán se negó a cooperar con Estados Unidos.
EL DILEMA TURCO Turquía (con mayoría de población sunita), por su parte, prefiere mantener una posición cautelosa.
EI liberó hace pocos días a cerca de 50 diplomáticos turcos que mantenía secuestrados.
El gobierno turco teme que la lucha contra EI ayude a consolidar a los kurdos iraquíes y en el medio plazo un Kurdistán turco.
Otros países temen que de esta guerra salga consolidado Irán.
Juan Cole, profesor de la Universidad de Michigan comenta en su blog: “(Es) una triste ironía que las dos potencias regionales más entusiastas en combatir a ISIL (EI) sean Irán y Siria”.
BASHAR, DE ENEMIGO A ALIADO Respecto de Siria, durante los últimos tres años la Casa Blanca insistió que una condición para alcanzar un acuerdo de paz en el país era que el presidente Bashar al Assad -alawita, una rama del chiismo- se marchase.
Además del ataque activo a focos de EI en Siria, Obama pretende proveer asistencia militar a los grupos armados del fragmentado Ejército Libre Sirio -a quienes se refiere como “la oposición moderada”- con el fin que estos combatan al gobierno de Damasco y a EI.
Sirio no se ha pronunciado sobre los recientes ataques, pero había comunicado previamente que cualquier ataque en su territorio será considerado una injerencia.
Y el gobierno ruso también comentó que un ataque de Washington en Siria será considerado una violación del derecho internacional.
¿REBELDES “MODERADOS”? En la volátil situación siria es difícil saber qué grupos son moderados y se corre el riesgo de transferir armas a grupos que pueden tornarse enemigos de Estados Unidos.
Lina Khatib, de la Carnegie Endowment for International Peace, considera que el plan de Obama y la coalición no contempla la forma de incluir al Ejército Libre de Siria en un marco político.
Esto podría reproducir el caos que ha ocurrido en Libia luego de la intervención de la OTAN en 2011.
Gran parte de la población sunita en Siria teme y rechaza al gobierno de Bashar al Asad y muchos de ellos preferirán a EI.
A la vez, los opositores al gobierno desconfían de Estados Unidos luego de haber esperado durante casi cuatro años que este país interviniese para apoyarlos.
La sensación de muchos ciudadanos sirios e iraquíes es de estar atrapados entre el Estado Islámico y los gobiernos de Damasco y Bagdad, y su esperanza en que los salve una coalición improvisada parece lejana.
Lo anunciaron con ímpetu: alrededor de 30 países, entre árabes y occidentales, se comprometieron a formar una coalición para combatir al grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI), que se asentó en un amplio territorio de Iraq y Siria y ha conmocionado al mundo con sus prácticas crueles, que incluyen la difusión de videos de decapitaciones.
La alianza seguirá básicamente las líneas presentadas por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el 10 de septiembre: ataques desde el aire, apoyo a fuerzas locales, el uso de los servicios de inteligencia y contraterrorismo, y provisión de ayuda humanitaria.
La alianza comenzó a funcionar pocos días después de la cumbre en París. Francia fue el primer país en sumarse activamente a los ataques de EE.UU. en Irak, el viernes pasado.
Y este martes dio un golpe estratégico. El Pentágono informó que Estados Unidos y cinco aliados árabes lanzaron (Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bahrein y Qatar) por primera vez ataques aéreos contra objetivos de EI en Siria. Hasta ahora los bombardeos se habían concentrado en Irak.
Cómo se va a lograr que estos países con diferentes estrategias, políticas e intereses se unan bajo el liderazgo de un país del que muchos de ellos desconfían o han desconfiado es la gran interrogante.
El plan busca conciliar la experiencia que EE.UU. ha acumulado durante medio siglo de intervenciones con la turbulenta y volátil realidad de Oriente Medio.
Pero Obama trata de evitar intervenir en solitario, y para ello necesita una coalición, que incluya especialmente a países árabes.
Hasta el momento han manifestado su voluntad de apoyar Egipto, Iraq, Jordania, Líbano, Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita, y los Emiratos Árabes Unidos.
Obama ha presentado el plan de forma que liderará “desde atrás”, como hizo en la intervención en Libia en 2011.
El comentarista político Geoff Dyer dijo en el periódico británico The Financial Times que “el riesgo de 'liderar desde atrás' es que deja a Estados Unidos dependiente del esfuerzo de sus socios”.
“Si ellos no tienen éxito, Obama se podría encontrar subsumido en una guerra en el terreno en Iraq, precisamente de la que su gobierno prometió salir”.
ECOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE Rami G. Khouri, de la Universidad de Beirut, señala varios problemas para la coalición.
Khouri apunta que este grupo fue creado por Washington en estado de pánico antes de consultar y consensuar con los estados árabes interesados, dejándolos en una posición muy incómoda.
Además, Estados Unidos y sus aliados consideran que sin un gobierno inclusivo de los sunitas en Irak no habrá forma de luchar contra EI.
Washington ha invertido billones de dólares durante la última década y el resultado hasta ahora es sectarismo y corrupción de los líderes chiitas.
SECTARISMO Y REPRESIÓN El ascenso de EI se debe en gran parte al sectarismo y represión de los gobiernos chiitas.
El gobierno Nouri al Maliki -primer ministro iraquí hasta agosto de 2014- utilizó las fuerzas armadas y milicias para reprimir a la población sunita.
Patrick Cockburn, del periódico británico The Independent, considera que los 5 a 6 millones de árabes sunitas que viven entre Iraq y Siria temen más a la violencia de Bagdad y a sus milicias que a Estado Islámico.
El New York Times ha informado recientemente de denuncias de milicias chiitas tomando represalias contra ciudades y poblados sunitas.
LOS RIESGOS DEL USO DE DRONES Otro posible problema -agrega el académico libanés Khouri- es que el presidente Obama mencionó el uso de drones y puso los casos de Yemen y Somalia como ejemplos de lo que quiere conseguir con la coalición.
Ni en estos países, ni en Pakistán, los drones han acabado con las organizaciones insurgentes.
Por el contrario, las matanzas de población civil han acelerado la radicalización contra Washington.
¿LIDERAZGO ACERTADO? También existen dudas, apunta Khouri, sobre el hecho que el coordinador de la coalición contra EI sea el general retirado de los marines John Allen.
Previamente el general Allen ha tenido cargos de responsabilidad en Afganistán, el comando central para Oriente Medio, Irak, y el conflicto Israelí-palestino.
“Es difícil pensar, dice, en una combinación más deprimente de fracasos de la política de Estados Unidos en la región” que los que acumula Allen.
Para Khouri y otros analistas, además, la coalición tiene ecos de la respuesta que Estados Unidos y sus aliados dieron a los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Sin embargo, el problema de EI es diferente de al Qaeda y -apuntan- deben evitarse reacciones emocionales anti-islamistas y militaristas.
UNA PUGNA REGIONAL Pese al dudoso éxito de las intervenciones en Afganistán e Iraq en la última década y al rechazo de gran parte de la población estadounidense a embarcarse en una nueva guerra, Obama ha sido presionado por parte de los denominados neo-conservadores de su país, por gobiernos de países árabes sunitas y por Israel, para intervenir militarmente contra el gobierno de Bashar al Asad en Siria y atacar las instalaciones nucleares iraníes.
El violento ascenso de EI ha llevado a Obama a diseñar una intervención con el menor riesgo militar, político y económico posible.
Contar con una coalición era una de las precondiciones para evitar un posible fracaso unilateral.
Pero la guerra en que se va a embarcar esta coalición todavía frágil e incierta se encuadra en la pugna político religiosa entre sunitas y chiitas en la región.
IRÁN VERSUS ARABIA SAUDITA Y la rivalidad por la hegemonía regional entre Irán (chiitas) y Arabia Saudita (sunitas) marca las alianzas.
Ambos países tienen interés en combatir contra EI, pero mantienen una fuerte competencia regional.
Irán apoya a Bashar al Asad, a Hezbolá en Líbano y Hamas en Gaza; Arabia Saudita a la oposición sunita en Siria.
Igualmente, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto combaten a los Hermanos Musulmanes, mientras que Qatar y Turquía les apoyan.
Estados Unidos e Irán, y Arabia Saudita e Irán se están comunicando en la lucha contra EI, pero es difícil que alcancen un alto nivel de coordinación.
Irán se negó a cooperar con Estados Unidos.
EL DILEMA TURCO Turquía (con mayoría de población sunita), por su parte, prefiere mantener una posición cautelosa.
EI liberó hace pocos días a cerca de 50 diplomáticos turcos que mantenía secuestrados.
El gobierno turco teme que la lucha contra EI ayude a consolidar a los kurdos iraquíes y en el medio plazo un Kurdistán turco.
Otros países temen que de esta guerra salga consolidado Irán.
Juan Cole, profesor de la Universidad de Michigan comenta en su blog: “(Es) una triste ironía que las dos potencias regionales más entusiastas en combatir a ISIL (EI) sean Irán y Siria”.
BASHAR, DE ENEMIGO A ALIADO Respecto de Siria, durante los últimos tres años la Casa Blanca insistió que una condición para alcanzar un acuerdo de paz en el país era que el presidente Bashar al Assad -alawita, una rama del chiismo- se marchase.
Además del ataque activo a focos de EI en Siria, Obama pretende proveer asistencia militar a los grupos armados del fragmentado Ejército Libre Sirio -a quienes se refiere como “la oposición moderada”- con el fin que estos combatan al gobierno de Damasco y a EI.
Sirio no se ha pronunciado sobre los recientes ataques, pero había comunicado previamente que cualquier ataque en su territorio será considerado una injerencia.
Y el gobierno ruso también comentó que un ataque de Washington en Siria será considerado una violación del derecho internacional.
¿REBELDES “MODERADOS”? En la volátil situación siria es difícil saber qué grupos son moderados y se corre el riesgo de transferir armas a grupos que pueden tornarse enemigos de Estados Unidos.
Lina Khatib, de la Carnegie Endowment for International Peace, considera que el plan de Obama y la coalición no contempla la forma de incluir al Ejército Libre de Siria en un marco político.
Esto podría reproducir el caos que ha ocurrido en Libia luego de la intervención de la OTAN en 2011.
Gran parte de la población sunita en Siria teme y rechaza al gobierno de Bashar al Asad y muchos de ellos preferirán a EI.
A la vez, los opositores al gobierno desconfían de Estados Unidos luego de haber esperado durante casi cuatro años que este país interviniese para apoyarlos.
La sensación de muchos ciudadanos sirios e iraquíes es de estar atrapados entre el Estado Islámico y los gobiernos de Damasco y Bagdad, y su esperanza en que los salve una coalición improvisada parece lejana.