Un “paso histórico”. Así denominó el presidente de EE.UU., Barack Obama, el restablecimiento de la embajada de EE.UU. en La Habana y de la de Cuba en Washington el próximo 20 de julio.
Histórico, pero no definitivo.
Porque el anuncio del miércoles sobre la reapertura de las embajadas es solo un paso más en el largo y difícil camino para normalizar relaciones diplomáticas luego de más de medio siglo sin ellas.
“Es un paso positivo, pero de ninguna manera el final en el proceso de normalización”, le dice a BBC Mundo Eduardo Gómez, profesor de Desarrollo Internacional y Economías Emergentes de King´s College London (KCL), experto en Cuba.
Prácticamente al mismo tiempo del discurso de Obama, el gobierno de Raúl Castro publicaba en “Granma”, el periódico oficial, la declaración donde confirmaba el proceso y expresaba concretamente los temas pendientes.
“No podrá haber relaciones normales entre Cuba y Estados Unidos mientras se mantenga el bloqueo económico, comercial y financiero”, aseguró el gobierno cubano al anunciar el restablecimiento de su embajada en Washington.
No es la única condición.
“Para alcanzar la normalización será indispensable también que se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo, cesen las transmisiones radiales y televisivas hacia Cuba (...), se eliminen los programas dirigidos a promover la subversión y la desestabilización internas, y se compense al pueblo cubano por los daños humanos y económicos provocados por las políticas de los Estados Unidos”.
Del otro lado, el presidente de EE.UU., Barack Obama, mencionó al anunciar la reapertura de la sede diplomática en La Habana una serie de diferencias fundamentales que todavía están pendientes: derechos humanos, libertad de expresión y de reunión.
¿Embargo por democratización?
En los últimos meses se han hecho avances significativos en el acercamiento entre ambos países. En mayo pasado, Estados Unidos sacó a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, donde se encontraba desde 1982. Y también levantó varias restricciones a los viajes a la isla, el comercio y las finanzas.
Pero uno de los temas más complejos y largos de resolver es el levantamiento completo del embargo. Este solo puede ser retirado en el Congreso de EE.UU. y no por las medidas ejecutivas del presidente.
“El embargo no se va a levantar en los próximos tres años”, le comenta a BBC Mundo Diego Moya-Ocampos, analista de Cuba para IHS Country Risk.
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Según Moya-Ocampos, la aprobación del levantamiento del embargo está condicionada a dos cosas: a que Raúl Castro deje el poder y a que Cuba comience un proceso de democratización.
Sin embargo, desde el punto de vista cubano, es EE.UU. el que debe reconocer su forma de “democracia popular y participativa”, como llaman al sistema de gobierno. Y no ellos los que deben cambiarla.
“Es una combinación ideológica histórica. No van a considerar ningún tipo de reforma democrática, denominada como tal”, asegura Gómez.
Moya-Ocampos está de acuerdo. “No creo que vaya a dejar de ser el único país con modelo de partido único en la región, pero está debatiéndose que el modelo sea un poco más plural”, asegura.
El principal problema, coinciden los expertos, es que Estados Unidos quiere imponer sus “valores democráticos” y Cuba quiere que se le reconozca su sistema político de “democracia participativa” con partido único.
Esto es reiterado en la declaración oficial del gobierno de Cuba hecha pública este martes. “Estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía; el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma”, asegura el texto.
Estados Unidos, por su parte, no tiene problemas en comerciar con otros países políticamente no democráticos, o de partido único, como China.
Según el investigador de KCL, esta parte del problema probablemente se resolverá con una declaración de intenciones por parte de Cuba, donde se adhiera a los “valores” democráticos sin realizar una reforma estructural de su sistema político.
“Hay un montón de países en el mundo que se dicen democráticos, pero en la práctica no son democracias”, comenta Gómez.
La lucha en el Congreso
Más allá de las declaraciones de intención, es poco probable que el Congreso de EE.UU. apruebe levantar el embargo mientras Castro no salga del poder, lo que ocurrirá en el 2018.
Y precisamente en el Capitolio, Obama cuenta con dos grandes piedras de tope: Robert Menéndez, senador demócrata de Nueva Jersey, y Marco Rubio, senador republicano de Florida.
Ambos senadores, descendientes de cubanos, han sido miembros activos del Comité de Relaciones Exteriores de esa cámara, que juega un rol fundamental a la hora de tomar decisiones de política internacional.
Pero hay importantes voces en EE.UU. que han salido a condenar el embargo y pedir su levantamiento. Entre ellas la actual candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton. La ex secretaria de Estado, exsenadora y ex primera dama ha dicho en varias ocasiones que las restricciones no responden a los intereses estadounidenses actuales ni a promover el cambio en la isla caribeña.
“[Para levantar el embargo] que Hillary Clinton sea la próxima presidenta sería muy positivo. Con un republicano el proceso será mucho más lento y con más trabas”, dice Gómez.
Clinton, en todo caso, no es la única que ha apoyado públicamente el fin del embargo. Unos 44 antiguos funcionarios del gobierno, empresarios e intelectuales enviaron el año pasado una carta abierta al presidente Barack Obama pidiéndole que suavizara su política hacia Cuba, y a ellos se sumaron posteriormente 78 figuras del mundo político y económico para demostrar su apoyo al nuevo rumbo que han tomado las relaciones con La Habana.
El problema de Guantánamo
El otro gran tema pendientes es qué pasará con la base naval estadounidense de Guantánamo, ubicada en el sureste de la isla.
El gobierno de Castro ha señalado explícitamente que quieren el territorio de vuelta como condición sine qua non de la normalización de relaciones con EE.UU.
El cierre de la prisión fue una de las promesas electorales de la primera campaña de Obama en 2008 que aún no puede cumplir. Pero nunca se ha hablado de devolver el territorio.
“No sé si tenga la fuerza para cerrar Guantánamo. Evidentemente estaba en su agenda, oficialmente”, comenta Moya-Ocampos.
“Es una situación muy difícil, porque es parte del área de Defensa y Seguridad de EE.UU. y los republicanos no van a transar en seguir manteniendo e incrementando su presencia y seguridad. Va a ser un tremendo desafío, pero su restitución a Cuba es un paso necesario para la completa normalización de las relaciones entre ambos países”, asegura Gómez.
Precisamente, como afecta directamente los planes de Defensa y Seguridad es que las negociaciones sobre este punto no han sido tan públicas ni mediáticas como las del embargo. “Es un tema pendiente que se está tratando muy tras bambalinas”, dice Moya-Ocampos.
Por ahora, lo concreto es que el próximo 20 de julio, y tras 53 años, EE.UU. y Cuba contarán con un embajador y una delegación diplomática en el otro país. Su primer y principal desafío será construir el camino para encontrar la forma de resolver los mencionados temas pendientes.