Fabián Gauna, un distribuidor de diarios de 48 años, vaticina el peor de los escenarios cuando habla de la situación actual de Argentina: “En cualquier momento, esto estalla”, asegura.
En la mañana de este martes, mientras el camionero compra dos kilos de milanesa en el barrio de clase media baja de Barracas, al otro lado de la ciudad de Buenos Aires 16 delegados del gremio de trabajadores del metro son detenidos por trancar una vía del subte en forma de protesta.
“Así estamos”, continúa Gauna, cuando se confirma que el servicio de todas las líneas del metro de la capital fueron suspendidas como respuesta a los arrestos. Hasta nuevo aviso.
“Está dado para que cualquiera (político) aproveche la situación y se le una toda la bronca y pase lo de 2001”, afirma en referencia a la brutal crisis económica que sacó a varios presidentes.
Los especialistas coinciden en que el estallido social de 2001 no está por repetirse.
Sin embargo, la tensión se ha vuelto a tomar el día a día de los argentinos tras el desplome del 25% del peso durante el último mes, el cual fue controlado por el gobierno de Mauricio Macri, que debió anunciar un rescate del desprestigiado Fondo Monetario Internacional.
Después de la corrida, según varias encuestas,descendió el número de argentinos que ven bien la economía (llegó a 11%) y aumentaron quienes se sienten en crisis (80%) y los que vislumbran un peor estado de cosas en dos años (60%).
Este miércoles se celebrarán protestas de varios gremios en el centro de Buenos Aires, el viernes marchará una sección importante de los sindicatos y la oposición, y cada día son más las figuras que piden un paro general antes de que arranque el Mundial de Fútbol.
Macri —que el martes sostuvo reuniones con los ministros de Exteriores de Reino Unido, China y Singapur, de visita en la antesala de la cumbre del G20 en noviembre— ha bajado en las encuestas, pero se mantiene entre el 30 y 35% de aprobación.
A su favor tiene que la oposición peronista está desarticulada y manchada por escándalos de corrupción. En su contra está la necesidad de estabilizar una economía que, para muchos, solo puede repuntar a punta de “sangre, sudor y lágrimas”.
--- ¿Fracasó el gradualismo? ---“Este hombre está haciendo lo que buenamente puede y quiere”, dice Andrea Madariaga, una productora cultural independiente de 60 años que vive en Balvanera, un barrio de clase media cerca del centro.
Madariaga habla con BBC Mundo mientras almuerza una milanesa en un café porteño de la avenida Pueyrredón. Para alguien que estuvo vinculada a los grupos de organización de las protestas en 2001, lo que ahora vive el país, más que una crisis, es el “sabotaje de una oposición peronista”.
“Como este (Macri) no es peronista, no lo dejan gobernar. Están haciendo todo para que caiga”, opina.
“Que la pseudo izquierda (los gobiernos kirchneristas) saqueó el país, es verdad. Que los aumentos (de tarifas) son difíciles de sobrellevar, también. Pero no te puedes pasar la vida regalando los servicios”, asegura.
Para reducir el déficit, el mayor incentivo de la inflación, Macri ha intentado ajustar el gasto del Estado de manera gradual, aumentando los precios del gas, el agua, la electricidad y el trasporte a cuenta gotas.
Pero incluso con esa política “gradual”, que ahora parece haber llegado a su fin, los aumentos han sido de hasta 1.000% y muchos argentinos están pagando hasta el 37% de sus salarios en servicios, según cifras de la Dirección de Estadísticas de Buenos Aires.
Pese al ajuste, el déficit no ha bajado y la inflación sigue alta. Lo más probable, estiman centros de estudios, es que el año termine con peores números que 2017: igual o menos crecimiento, menor consumo, igual inflación. Y más recortes, asesorados por el FMI.
“A fin de mes llegás estirando”, concluye Fabián Gauna, en Barracas. “Tenés que usar todas las promociones posibles para poder pagar todo”, explica.
--- La situación del campo ---Los asesores de Macri suelen decir que “una cosa es Buenos Aires y otra el resto del país”, donde no se vive la tensión política al rojo vivo como en la capital.
Pero lo que pasa en Buenos Aires e ve de cerca en el interior, porque tarde o temprano las provincias, que dependen financieramente de la capital, sentirán los coletazos de la turbulencia.
Carlos Barrios, dueño de una empresa de engorde de ganado a 500 kilómetros de Buenos Aires, dice que la crisis del dólar le afecta por varios frentes.
“Por una parte nuestra producción está dolarizada, pero vendemos en el mercado interno, donde el consumo está bajito, así que perdemos por los dos lados”, le cuenta a BBC Mundo.
Según él, en el último año la carne vacuna aumentó de precio un 10%, pero el costo de producción subió un 70%.
“Pero por el otro, para poder operar dependemos del crédito, y ahora que las tasas de interés se fueron a las nubes (el Banco Central la aumentó a 40% para contener el dólar) tarde o temprano tendremos que bajar la contratación y la inversión”, estima.
Liliana Broda también trabaja en el campo, pero en la provincia de Córdoba y en el sector de granos.
“A nosotros lo que nos afecta son problemas de 20 años atrás, como que hayan desmantelado la red de ferrovías y ahora dependamos del camión y tengamos que pagar la nafta (gasolina)”, dice sobre uno de los rubros que más ha subido desde que asumió Macri: 94% en dos años y medio.
“La devaluación, como me agarra con un commodity, no me afecta, pero tampoco me beneficia, porque mis insumos son en dólares y el argentino, desde el que me vende una jeringa hasta el que me compra la soja en el puerto, sabe lo que pasa con el dólar, se lo sabe de memoria, así que no hay margen de ganancia por esto”, explica.
Además de la situación económica, está la climatológica: el campo argentino sufrió en la última cosecha una de las peores sequías en años. Muchos productores no pudieron rentabilizar un año de trabajo.Y luego están los que quedan bien parados.
Marcelo Mignone, que tiene una fábrica de artefactos de iluminación en la provincia de Buenos Aires, gana con la devaluación porque vende el 40% de su producción fuera del país.
Y gana con los aumentos de tarifas porque muchas empresas están comprando sistemas de ahorro energético.
“Yo sé que somos la excepción y por eso trato de estar con perfil bajo, siguiendo con el mismo trabajo de siempre, con austeridad, buscando proyectos nuevos”, asegura a BBC Mundo.
“Estamos en un momento difícil, pero hemos aprendido del pasado y por eso, pese a los errores de diagnóstico del gobierno, no creo que caigamos en otra cris como en 2001”, concluye.
“Lo que sí creo es que, ya con 30 meses en el poder, para el gobierno va a ser mucho más difícil políticamente ajustar ”.
Hace un mes los observadores apostaban fuerte a la reelección de Macri. Ahora ya pocos lo dan por cerrado. Algunos incluso se preguntan si será mejor idea que su coalición, Cambiemos, presente a un candidato —o a una candidata— distinto.
Las apuestas políticas en Argentina han vuelto a moverse. No son pocos los políticos —como decía Guana, el camionero— que van a querer recoger la bronca.Fuente: BBC Mundo