El 1ro de abril de 2014, un terremoto de magnitud 8,2 sacudió el norte de Chile, matando a seis personas, desplazando a 80.000 y dañando 2.500 casas.
Un año después, un terremoto de magnitud 7,8 golpeó a Nepal pero las víctimas fatales ya superan las 6.600 y su número sólo aumentará: todavía hay miles de desaparecidos, pero el gobierno dijo que ya no espera encontrar más sobrevivientes.
Y mientras el terremoto de Chile apenas mereció una mención en las noticias, en Nepal pueblos enteros están en ruinas, millones de personas sin hogar.
¿Cómo pueden dos terremotos de fuerzas más o menos similares haber tenido consecuencias tan diferentes?
Muchos edificios en Katmandú, la capital de Nepal, no pudieron aguantar la sacudida.
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Parte de la respuesta, obviamente, tiene que ver con el diferente nivel de riqueza de ambos países y con sus estándares de construcción.
Luego del terrible terremoto de 9,5 que azotó Chile en 1960, matando a 5.500 personas, el país sudamericano tomó medidas para modernizar sus edificios, diseñándolos para que resistieran las fuertes sacudidas producidas por sismos de gran magnitud.
Mientras, en Nepal, pocos edificios cumplían con los requerimientos. Y muchos se desplomaron cuando el terremoto los sacudió.
UN ASUNTO DE GEOLOGÍA Dinero y códigos de construcción, sin embargo, solo son parte de la historia: la geología también es un factor.
Nepal está ubicada en una zona de colisión continental, justo ahí donde India choca con Asia.
Y esta falla sísmica está bien escondida: la mayoría está enterrada a buena profundidad y las rupturas superficiales se ven rápidamente cubiertas por la densa jungla y el lodo arrastrado por las lluvias monzónicas que caen en la región. En este mapa del servicio Geológico de Estados Unidos, las fallas más peligrosas aparecen en color rojo.
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Además, la velocidad de la colisión continental –de aproximadamente 4,5 centímetros por año– hace que los grandes terremotos en Nepal estén separados por décadas.
La falla chilena, en contraste, es bastante evidente: una impresionante y gigantesca fosa en la que el suelo del océano Pacífico se entierra bajo el continente sudamericano a una velocidad de casi 10 centímetro al año.
Y eso hace que grandes sismos se produzcan casi todos los años, haciendo que la capacidad de resistir a los terremotos sea una prioridad.
ZONA DE PELIGRO En el mundo de las colisiones continentales, la de Nepal está en el lado más simple del espectro y ha sido relativamente bien estudiada.
De hecho, científicos habían identificado el segmento más vulnerable de la falla justo semanas antes del mortal terremoto de hace una semana. Muchas grandes ciudades están construidas en zonas sísmicas.
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Mientras que otros países en zonas de colisión continental se enfrentan a la pesadilla de numerosas fallas, dispersas a lo largo de miles de kilómetros.
Entre el Mediterráneo e Indonesia, por ejemplo, hay una extensa red de fallas geológicas creadas por la presión de las placas africana, india y árabe sobre la placa eurasiática.
Grandes ciudades –como Estambul, Tehrán, Tabriz y Asjabad– se alzan en algunas de las zonas más peligrosas del planeta.
“Como las fallas continentales están menos contenidas, se rompen con menos frecuencia y algunas solo se activan después de miles de años, más allá de la memoria humana o los registros históricos”, explica James Jackson, un geólogo de la universidad de Cambridge que dirige “Terremotos sin fronteras”, un proyecto para mejorar la resistencia a los terremotos continentales.
Desde 1900 a la fecha, los terremotos en las fallas continentales han matado el doble de gente que los sismos registrados donde océanos y continentes se conectan. El riesgo de un gran sismo en Nepal ya había sido identificado por los científicos.
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Y en los últimos años, Jackson y sus colegas han estado rastreando a esas elusivas fallas continentales en Irán, Kazajistán y China.
Usando imágenes satelitales de alta resolución, pueden detectar anomalías en el paisaje que pueden sugerir la presencia de fallas.
Paralelamente, reflexiones sísmicas ayudan a mapear lo que está bajo el suelo. Y de regreso en el laboratorio los científicos usan imágenes satelitales de la tierra para monitorear la deformación de la superficie del planeta.
“Podemos ver exactamente dónde es que la Tierra se está estirando o cortando, lo que nos permite saber qué lugares de la Tierra están bajo mayor presión”, dice Richard Walters, un miembro de “Terremotos sin fronteras” que trabaja en la Universidad de Leeds.
GASTO INVERTIDO En el caso de Nepal, mucha de esta información ya estaba disponible.
Y, de hecho, varias organizaciones locales –como la Sociedad Nacional para Tecnología de Terremotos– ya estaban trabajando para preparar al país para el próximo gran terremoto, entrenando a los albañiles, reforzando escuelas y hospitales y educando a la población.
Se gasta mucho más dinero respondiendo a las emergencias que preparando a las comunidades para que no resulten tan afectadas.
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“Parece que se perdieron menos vidas de lo que cabía esperar con semejante terremoto y hay evidencia que sugiere que los programas del gobierno de Nepal y algunas ONGs permitieron salvar vidas”, dice Philip England, un geólogo de la Universidad de Oxford que también es miembro de “Terremotos sin fronteras”.
Y, tal vez, el devastador terremoto de Nepal logrará convencer a la comunidad internacional de la necesidad de trabajar para mejorar la capacidad de resistencia a los terremotos.
“Se gasta cinco veces más dinero en respuesta (a los terremotos) que ayudando a la gente a prepararse”, le dijo Katie Peters, del Instituto de Desarrollo Extranjero, a Sky News a inicios de la semana.
Y las primeras imágenes del satélite europeo Sentinal 1 muestran que el terremoto del sábado pasado en Nepal no logró romper la superficie, lo que sugiere que todavía puede haber algo de tensión acumulada en esa falla y provocar otro gran terremoto en las próximas décadas.
“Terrible como fue lo del sábado, la verdad es que todavía pudo haber sido peor”, dijo England.
“Y esperemos que sea el detonante para un balance más positivo la próxima vez”, agregó.