El 20 de agosto del 2018, Greta tomó el cartel que había escrito con la frase “Huelga escolar por el clima”. Se sentó sola frente al Parlamento de Suecia e inició su movimiento silencioso por el cambio climático. Un año y casi cuatro meses después, la adolescente de las trenzas es el Personaje del Año de la revista “Time” y sin duda una de las jóvenes más conocidas del mundo.
A sus 16 años, pese a su apariencia frágil y pequeña y al Síndrome de Asperger que le dificulta las relaciones sociales, Greta se ha codeado con líderes mundiales, incluyendo el Papa Francisco y estrellas de Hollywood como Leonardo di Caprio, todos con afán de escucharla o de robarse un poquito de su fama. Aunque no todos la quieren mucho. Donald Trump, un negacionista del cambio climático, no ha dudado en criticarla, así como Vladimir Putin o Jair Bolsonaro, que incluso la llamó despectivamente “mocosa”.
En este año, en que decidió dedicarse a tiempo completo a su activismo, Greta ha conseguido movilizar a millones de jóvenes desde aquella solitaria manifestación en su Estocolmo natal. Su movimiento “Fridays for the Future” consiguió que hasta 4 millones de personas salieran a las calles de todo el mundo en setiembre pasado para exigir acción ante las consecuencias del calentamiento global.
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La adolescente, sin pelos en la lengua, ha tenido la osadía de hablar fuerte, sin diplomacia y mucha amargura ante los jefes de Estado más poderosos del mundo sobre los efectos del efecto invernadero y el futuro que le espera a las nuevas generaciones ante la destrucción agresiva del planeta. Así lo hizo ante el Foro de Davos, en Suiza; en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York; en la Conferencia de Acción Climática de la ONU y en dos cumbres del clima, la COP 24 y la COP 25 que se realiza ahora en Madrid.
"Mi mensaje es que los estaremos vigilando. Todo esto está mal. Yo no debería estar aquí arriba. Debería haber vuelto a la escuela al otro lado del océano. Sin embargo, todos ustedes vienen a nosotros, los jóvenes, en busca de esperanza. ¿Cómo se atreven?”, dijo el pasado 23 de setiembre en las Naciones Unidas.
Y en enero pasado había dicho en Davos, ante el Foro Económico Mundial: “Estoy aquí para decir que nuestra casa está en llamas. Según el IPCC [panel de expertos de la ONU] estamos a menos de 12 años de no poder deshacer nuestros errores. Los adultos siguen diciendo que debemos dar esperanza a los jóvenes. Pero yo no quiero su esperanza. Quiero que entren en pánico, quiero que sientan el miedo que siento yo cada día. Y luego quiero que actúen, quiero que actúen como si lo hicieran en una crisis. Quiero que actúen como si la casa estuviera en llamas, porque así es".
El síndrome y la obsesión
Todo cambió para Greta cuando cumplió 11 años. En su colegio vio un documental sobre la contaminación en el mar que la impactó. “Lo demás niños se olvidaron del tema en cuanto salieron al patio. Pero yo no podía. Las imágenes volvían y volvían”, ha contado.
Fue así como se obsesionó con los efectos del cambio climático. Y su obsesión se convirtió en depresión. Hablaba poco y comía menos. En plena etapa de desarrollo, Greta dejó de crecer. Con el apoyo de sus padres y las terapias para tratar el Asperger, fue saliendo poco a poco de su ansiedad, pero solo para emprender una batalla contra el mundo y sus autoridades para que se preocupen por el futuro del planeta.
“He tenido una buena cantidad de depresiones, alienación, ansiedad y trastornos. Pero sin mi diagnóstico, nunca habría comenzado la huelga escolar. Porque entonces habría sido como todos los demás”, escribió en Facebook.
En agosto del año pasado, Greta decidió faltar a clases los viernes para pararse frente al Congreso sueco, en Estocolmo, con un cartel que decía: “Huelga escolar por el clima”. Al principio estaba sola. Pero poco a poco se le fueron uniendo otros compañeros de la escuela, y luego más adolescentes de otros colegios. De pronto, ya eran cientos los que la acompañaban cada viernes frente a la sede legislativa. El movimiento ganó fuerza y derivó en una organización “Fridays for the Future” (Los viernes por el futuro), que tiene réplicas en varios países del mundo.
Greta dejó de alimentarse con carne y sus derivados para reducir las emisiones de gases contaminantes, y tampoco se transporta en aviones para reducir el uso del combustible.
Una lucha familiar
Greta no ha estado sola en su empeño por concientizar al mundo sobre los peligros del calentamiento global. Su familia ha sido clave para que ella pueda viajar a dar su voz al movimiento ecologista. Pero no solo eso, han cambiado su estilo de vida para predicar con el ejemplo.
Su madre, Malena Ernman, una cantante de ópera que solía viajar por todo el mundo, dejó de tomar aviones y ahora solo actúa en los países nórdicos. El padre de Greta, Svante Thunberg -un actor y productor-, y su hermana pequeña, Beata, fueron conscientes de lo mucho que le atormentaba la cuestión climática y también han convertido su departamento en un inmueble sostenible.
EL DATO