Debe ser uno de los capítulos de la historia que más avergüenzan a la humanidad. En 1904, Ota Benga, un joven pigmeo congolés, fue llevado a Estados Unidos para ser presentado en una exposición antropológica y terminó siendo exhibido en un zoológico.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
La periodista estadounidense Pamela Newkirk acaba de presentar su libro “Spectacle: The astonishing life of Ota Benga” (“Espectáculo: La increíble vida de Ota Benga”) donde, basada en documentos históricos, cuenta la triste historia de Ota Benga.
Antes de su odisea, el joven de 23 años y de no más de metro y medio de altura y de dientes afilados de manera artificial vivía en un bosque cercano al Río Kasai, en el Congo Belga.
En 1904, el estadounidense Samuel Phillips Verner fue enviado a África para que busque pigmeos que sean luego exhibidos en la Exposición Universal de Saint Louis. Con la ayuda de traficantes de esclavos, secuestró a Ota Benga y a otras ocho personas de su tribu.
Verner contó más de una historia sobre cómo llegó a Ota Benga. Dijo que lo rescató del cautiverio de una tribu caníbal que había matado a su esposa e hijos. También aseguró que lo había comprado por una libra de sal y un rollo de tela.
En la Exposición Universal Ota Benga fue presentado como “El verdadero africano salvaje”. El joven tenía los dientes afilados según la tradición de su tribu en el Congo.
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Los dientes afilados de Ota Benga
Esta característica fue utilizada por los promotores de la exposición para vender al público un espectáculo que contaba con Ota Benga como protagonista: sus afilados dientes, según ellos, le servían para despedazar a sus víctimas. Cuando los visitantes llegaban ante su jaula, el congoleño les entretenía disparando flechas o confeccionando esteras y hamacas, de acuerdo con el “Daily Mail”.
La vida de Ota Benga se hizo más trágica dos años después de llegar a Estados Unidos, cuando Verner lo vendió al Zoológico del Bronx, en Nueva York. Allí fue alojado en la casa de los monos.
Un boletín del zoológico lo describía como una bestia exótica.
Tenía que dormir junto a un orangután amaestrado, con el que se trenzaba a golpes y hacía de cuenta que hablaba en un lenguaje gutural. Era toda una puesta en escena para entretener al público, ante quien también era presentado como el “eslabón perdido”, como la prueba de que el “hombre evoluciona del mono”.
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“Pigmeo Africano Ota Benga, 23 años, altura de 4 pies y 11 pulgadas, peso de 103 libras. Traído desde la ribera del río Kasai, Estado Libre del Congo, Centro Sur de África por el Dr. Samuel Phillips Verner. Exhibido cada tarde durante setiembre”, informaba el letrero ubicado frente a su jaula, según recordó el New York Times el 10 de setiembre de 1906.
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Acosado por los visitantes, la conducta de Ota Benga se volvió violenta y a finales de setiembre de 1906, pasó a estar custodiado por el clérigo negro James H. Gordon, quien lo llevó a un orfanato.
En el lugar le enseñaron cómo comer y a hablar inglés. Se le devolvieron los dientes a su forma original y se le empleó en una fábrica de tabaco donde sus compañeros comenzaron a llamarle 'Bingo'. Luego fue llevado a Lynchburg, Virginia, donde fue cuidado por una familia.
Quería regresar a su país, pero en el Congo ya no tenía una casa dónde volver. Ya no tenía familia.
Unos años después, cuando tenía 32 años y sintiéndose preso entre dos mundos, Ota Benga se disparó un tiro en el corazón con una pistola que había robado.
Fue enterrado en una tumba sin nombre en Lynchburg. Así acabó su triste historia.