Las manos de un niño cargando condones, herramientas de construcción o un trapo de limpieza denuncian la pervivencia del tráfico de personas en Kenia, un país donde hombres, mujeres y niños son víctimas de la trata para fines sexuales y trabajos forzados.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Fotografías, cuadros, esculturas e incluso tiras cómicas se exponen en Nairobi como parte del proyecto “Arte para acabar con la esclavitud”, organizado por el Centro para la Concienciación Contra la Trata de Personas (HAART).
“El tráfico de personas es una nueva forma de esclavitud”, asevera la coordinadora del proyecto, Sophie Otiende, quien añade que “la esclavitud nunca terminó, solo ha evolucionado”.
Recordando la célebre cita “el conocimiento hace a un hombre inservible como esclavo” del afroamericano, antiguo esclavo y líder del movimiento abolicionista en Estados Unidos, Frederick Douglass, la exposición trata de educar a través del arte sobre este drama para llegar “más fácilmente” a todo tipo de personas, víctimas y victimarios.
Muchas veces la falta de conciencia sobre la trata hace que incluso los afectados no se identifiquen como víctimas o esclavos, apuntan.
No hace falta irse muy lejos para detectar los nuevos esclavos: en los retratos de familia de James Njoroge, cuyas obras se exponen en esta muestra, nunca aparecía “la chica” de la limpieza o la niñera. Pero un día Njoroge decidió resaltar en sus piezas que, a pesar de saber poco de ellas o pagarles una miseria, también “forman parte de la familia”.
Muchos de los protagonistas de las obras expuestas son niños, encadenados o de ojos tristes, víctimas predilectas de la esclavitud -junto con las madres solteras- para trabajos forzados o esclavitud sexual.
En Mombasa, enclave turístico de la costa de Kenia, el precio para el abuso sexual de una niña de entre 10 y 15 años es de 600 dólares, según señaló este mismo mes un informe sobre la migración en el país, elaborado por el Ministerio de Inmigración keniano.
Además, el informe identifica doce rutas de los cárteles del tráfico en Kenia, como por ejemplo la de los somalíes: algunos de ellos cruzan la frontera hasta Nairobi, donde más tarde son enviados en aviones a Estados Unidos o Canadá, mientras que otros tratan de llegar a Malta o Italia a través de Kenia o Sudán.
Los etíopes, por su parte, cruzan Kenia para alcanzar Sudáfrica o Botsuana, tras largos viajes en carretera.
Pese a todo, las rutas más recientes de emigración y tráfico son hacia Oriente Medio, donde los kenianos están en riesgo de explotación en el trabajo doméstico, en la industria sexual o en el trabajo ilegal.
Sin embargo, resalta Otiende, “gran parte del tráfico ocurre dentro del propio país”.
Matrimonios forzados, servidumbre por deudas, prostitución forzosa o infantil, venta de órganos, adopciones forzadas e incluso inducción a actividades criminales como el terrorismo son sólo algunos de los ejemplos de esta nueva esclavitud.
Los principales factores que impulsan la trata de personas en Kenia son la pobreza, las políticas ineficaces y la falta de conciencia, denuncia HAART.
“Bar-code boy” (un niño que se convierte en un producto) o unas muñecas niñas dentro de un maleta con destino a los trabajos forzados desde Kenia, Somalia o Filipinas son algunas de las obras expuestas.
Todas las obras del proyecto han sido puestas en venta durante la exposición en la fundación española con sede en Nairobi de Kobo Safaris, y la recaudación irá destinada a los artistas y a proyectos del HAART para ayudar a las víctimas de la trata.
Fuente: EFE
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