Hace 20 años, cuando Mariama Diouf llegó un jueves al puerto, el barco que la llevaría a Dakar estaba lleno.
“Pero un joven que se había olvidado algo en su casa preguntó al vendedor si le podía devolver el dinero y si yo podía ocupar su lugar; así fue como subí al Joola”.
Horas después, el 26 de septiembre de 2002, este transbordador senegalés de propiedad estatal volcó frente a la costa de Gambia.
El Joola operaba entre el sur de Senegal, la región de Casamance, y la capital, Dakar, con una capacidad aproximada de 536 pasajeros y 35 coches.
Pero en el naufragio murieron más de 1.800 personas.
Mariama tenía cuatro meses de embarazo. “Pensé que tal vez era la voluntad de Dios que yo muriera con mi hijo no nacido”, le dice a los periodistas de la BBC Nicola Milne y Efrem Gebreab.
Sólo hubo 64 sobrevivientes. Ella fue la única mujer que se salvó.
“Murió más gente que en el Titanic pero aquí no fue noticia”. “Aquí” es Estados Unidos y quien habla es Pat Wiley, un ingeniero aeroespacial que trabajó en el programa Apolo y vive en Carolina del Norte.
Wiley, quien navega y cuenta con una licencia de guardacosta, investigó la tragedia por 10 años y en 2013 publicó el libro “El hundimiento del MV Le Joola: el Titanic africano”.
Para el estadounidense había muchas preguntas sin respuestas, desde qué causó que el bote se diera vuelta hasta por qué tomó más de 10 horas el primer intento de rescate.
Los primeros en responder fueron los pescadores de la zona. Por tres días, estos hombres interrumpieron su trabajo para ayudar a los sobrevivientes y recuperar cadávares. Ellos le contaron a la BBC que incluso un mes después de la tragedia seguían encontrando cuerpos cuando salían a pescar a alta mar.
“El barcó enfrentó una tormenta esa noche, pero está claro que hubo muchos factores que contribuyeron a que se produjera el vuelco y el gobierno es responsable por eso”, le dijo Wiley a la BBC.
El gobierno responsabilizó de la tragedia al capitán del barco, Issa Diarra, quien habría desaparecido en la tragedia. El presidente en ese entonces, Abdoulaye Wade, apuntó a problemas intrínsecos de la sociedad senegalesa:
“Después de haber llorado a nuestros muertos y haber rezado por ellos, debemos mirar hacia adentro, y admitir que los vicios que están en la raíz de esta catástrofe se basan en nuestros hábitos de ligereza, la falta de seriedad, la irresponsabilidad y a veces la codicia, cuando toleramos situaciones que sabemos son perfectamente peligrosas, simplemente porque nos beneficiamos de ellas”.
Para el investigador Pat Wiley, está claro que mucha gente subió al Joola sin un boleto válido:
“Hubo mucha corrupción para que la gente pudiera subir sin pasaje, así que probablemente había más de 2.000 personas a bordo, pero hay que recordar que el gobierno era dueño del barco y, por lo tanto, responsable de la gente que controlaba los boletos”.
Ciudadanos de 12 países perdieron la vida ese día, pero la gran mayoría, más de 1.000 personas, procedían de la región de Casamance, en Senegal.
“Aunque ya veníamos llenos desde Ziguinchor, cuando llegamos a Carabane subieron más personas, o sea que había un peso extra”, recuerda Lamine Coly, el único superviviente de las 35 personas de su pueblo que viajaban en el Joola.
Coly le dijo a la BBC que, cuando empezó a llover, “nos pidieron a todos que bajáramos, y cuando estábamos debajo de la cubierta principal nos empezamos a preocupar por el número de gente”.
Los sobrevivientes recuerdan que primero las luces titilaron y luego todo se volvió oscuro. “Nunca imaginé que un barco tan grande podía darse vuelta, pero cuando vi el agua, me di cuenta de que era real, el barco había volcado”, recuerda Coly.
“La confusión era total, no sabías a quién salvar. Todo el tiempo hubo gritos, algunas personas estaban siendo arrastradas. Nadabas con alguien y de repente veías que se ahogaban. No lo puedo olvidar”, añade.
Entre los muertos hubo 444 niños.
“Las 26 familias de los niños del club de fútbol llegaron y me dijeron 'devuélvenos a nuestros hijos'”.
Elie Diatta se encarga de los asuntos jurídicos de la Asociación de Víctimas de Ziguinchor. Su hermano Michel era entrenador de una escuela de fútbol y exjugador de la selección senegalesa. Murió con 26 de sus pupilos en el Joola.
“Una imagen que no olvido es la de Michel Diatta, el hermano de Elie; él salió del casco pero al no ver a los niños dijo '¿qué le voy a decir a sus padres?' y con el cuerpo cubierto de gasoil se sumergió de nuevo en el agua”, dice Lamine Coly. Nunca volvió a salir.
Elie dice que el día que las familias de los chicos le reclamaron que se los devolviera, él decidió crear la asociación de víctimas: “Voy a devolverles a sus hijos, pero de otra manera”, les dijo.
El técnico de la selección nacional de Senegal, Aliou Cisse, perdió a su hermana y a otros familiares en la tragedia. En ese momento era jugador del equipo inglés Birmingham City y voló a Senegal para estar con su familia.
“Esta tragedia no es sólo personal, es colectiva. Hay que recordar que había todas las capas de la sociedad senegalesa en ese barco. En realidad, toda la región fue diezmada”, le dijo a la BBC en una de las pocas entrevistas que ha concedido a la prensa sobre la tragedia.
A lo largo de los años, el Estado de Senegal ha compensado a las víctimas, sustituido al Joola por otro barco, construido una universidad en Ziguinchor y reparado cementerios.
Para este aniversario, el gobierno está construyendo un monumento conmemorativo en Ziguinchor.
Pero muchos de los sobrevivientes y de los familiares de las víctimas piden algo que hasta ahora no tiene respuesta: reflotar el Joola.
“Hasta hoy, ninguna justicia, ninguna verdad y ningún levantamiento de los restos se ha organizado, por lo que nuestras familias siguen sufriendo en el agua”, dice Elie Diatta.
Para Aliou Cisse, “si puede ayudar a algunas personas a llevar un mejor luto, si les permite dormir en paz, aunque sea complicado, creo que es normal que esperen que se levante el barco”.
En agosto de 2003 se anunció que no habría un proceso penal. En 2005, la Unión Europea concedió a Senegal los fondos para levantar los restos, que se encuentran a 20 metros de profundidad, pero esto no ocurrió.
El gobierno senegalés se negó a responder a múltiples peticiones de la BBC para participar en este reportaje y la solicitud de la BBC para acceder al lugar del naufragio del Joola fue denegada.
El investigador Pat Wiley cree, aunque han pasado 20 años, todavía existe miedo de qué pueden llegar a encontrar.
El Joola había estado fuera de servicio entre septiembre de 2001 y 2002 debido a daños mecánicos y del motor. Su actividad se reanundó dos semanas antes del accidente.
“Declararon que el barco era seguro para navegar y sin embargo eso no era cierto. El barco no estaba bien lastrado, eso estaba clarísimo”, dice Wiley.
El estadounidense añade que, en su investigación, descubrió que los botes salvavidas no funcionaban y que la mayoría de los pasajeros no tenía chalecos inflables.
Otro investigador, el profesor Djiby Diakhate de la Universidad de Cheikh Diop de Dakar, las causas de la tragedia del Joola se remontan a mucho antes del mes de la tragedia:
“El hundimiento del barco revela una serie de problemas en términos geográficos, históricos y económicos”.
Diakhate considera que desde la colonización francesa, Senegal tiene la mayor parte de su infraestructura productiva en la costa, concentrada principalmente en Dakar, la región más pequeña del país y, al mismo tiempo, la más densamente poblada.
“No hay una continuidad territorial en Senegal”, dice este académico y luego se explaya: “Para llegar a Casamance por tierra, el camino está completamente deteriorado, entonces la gente tiene dificultades para viajar en auto; el colonizador lo rompió todo y, quizás, nosotros tenemos que reconstruir todo no a través de reinos pero basados en entidades fuertes y consolidadas”.
Eso ocurrió con Mariama Diouf, quien terminó en ese barco el jueves 26 de septiembre de 2002 porque su hermano mayor había organizado un viaje en auto al norte del país, pero luego no tuvo suficiente dinero para hacerlo. “Así que decidió ir en el Joola, era más fácil”.
Y ese pasaje que consiguió a último momento marcaría su vida.
“Es algo que los que no lo vivieron nunca olvidarán, y mucho menos los que sí lo hicieron. Incluso ahora, lo siento cada jueves. Es como si fuera el día de la tragedia”.
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