Akihito ha vivido su último año como emperador de Japón antes de su abdicación, tras un reinado marcado por su pacifismo y su cercanía al pueblo nipón, que ha incomodado al Gobierno de Shinzo Abe y a los sectores más conservadores del país.
A punto de cumplir 85 años y aquejado de una frágil salud, Akihito abandonará el Trono del Crisantemo la próxima primavera tras esperar casi tres años desde que planteó su deseo de renunciar, debido a las particularidades del encaje constitucional de la monarquía reinante más antigua del mundo.
Aunque la sucesión en vida de emperadores ha sido habitual en otras épocas de la historia nipona, este supuesto no estaba contemplado en la actual Carta Magna, por lo que fue necesario sacar adelante una normativa que sólo se aplicará a su caso a través de un tortuoso proceso legislativo.
La Constitución nipona de posguerra constriñe la figura del emperador a funciones únicamente simbólicas y ceremoniales -atrás quedaron los emperadores con estatus semidivino-, un papel que Akihito ha desempeñado con profundo calado social y político.
El actual emperador “consolidó la integración democrática de la monarquía japonesa” tras una era en la que su predecesor, Hirohito, aún cargaba con el estigma de la responsabilidad por la II Guerra Mundial, explicó el historiador especializado en la realeza nipona Hideya Kawanishi, en un encuentro con medios.
Akihito ha defendido el pacifismo en sus discursos a lo largo de tres décadas en el trono y ha reflejado su voluntad de sanar las heridas del pasado belicista nipón en viajes a diversos países que sufrieron las agresiones del Ejército Imperial, lo que contrasta con la línea revisionista del actual primer ministro Abe.
A esto se suman sus esfuerzos por dar una imagen en sintonía con monarquías modernas occidentales y más cercana al pueblo nipón, manifestados desde que se casó con Michiko, la primera emperatriz japonesa de origen plebeyo, hasta en sus frecuentes visitas a zonas castigadas por desastres naturales.
“Muchas voces conservadoras critican que haya estado demasiado cerca del pueblo y se escandalizaron ante imágenes como las del emperador dando la mano a ciudadanos de pie”, explica Kawanishi.
Y es que Akihito, en sus visitas a los afectados por el mortífero tsunami de 2011 o a las víctimas de las inundaciones que asolaron el oeste del país el pasado verano, se saltó la tradición imperial que prohíbe al pueblo llano el contacto físico con un emperador o sentarse arrodillado a su misma altura.
“Para los conservadores, lo deseable sería un perfil apenas visible para el pueblo, porque de este modo tendría una mayor autoridad y sería más respetado, como sucedía con los emperadores de pre-guerra ”, señala el profesor de la Universidad de Nagoya.
Este experto cree que uno de los motivos principales que empujaron a Akihito a renunciar fueron las presiones para reducir sus actos públicos ejercidas por el Ejecutivo y por la Agencia de la Casa Imperial, un órgano estatal e independiente del Gobierno que controla los asuntos de la familia imperial y gestiona su agenda.
“Creo que no estaba muy feliz con la posibilidad de seguir siendo emperador, sin poder desempeñar las labores que él consideraba necesarias como símbolo del Estado que le atribuye la Constitución”, señala Kawanishi.
La pugna entre un emperador progresista, instituciones opacas y las fuerzas más a la derecha del gobernante Partido Liberal Demócrata -que constituyen una influyente facción dentro de la formación- también explica la demora en un proceso de abdicación llevado con extrema cautela por todas las partes.
A lo largo de este 2018, el Gobierno y la Agencia de la Casa Imperial nipona han terminado de perfilar el calendario para la renuncia formal de Akihito y la ascensión al trono del príncipe heredero, Naruhito.
El emperador abandonará su cargo el próximo 30 de abril, dos años y nueve meses después de expresar su renuncia de forma indirecta en un excepcional mensaje televisado, y al día siguiente su hijo le sucederá en un ritual íntimo y a puerta cerrada.
La ceremonia oficial de ascensión al trono del nuevo emperador se celebrará el 22 de octubre, en un acto en el Palacio Imperial de Tokio con la presencia de miles de invitados y delegaciones de todo el mundo.
Akihito, sin poder intervenir en todo este proceso debido a sus limitadas competencias, ha aguardado al final de su reinado mientras padecía nuevos problemas de salud que le obligaron a cancelar actos de su ya limitada agenda, como una disfunción cerebrovascular que le mantuvo convaleciente varios días el pasado julio.
Fuente: EFE