Entran a pie a territorio chino y en los controles no solo les revisan su equipaje o si llevan algo encima no permitido; también les instalan una aplicación en sus celulares que les roba todo tipo de información privada.
Se trata de una controvertida práctica de las autoridades chinas que ha destapado un equipo de periodistas de varios medios de comunicación internacionales, liderados por el alemán Süddeutsche Zeitung (SZ), junto a expertos en tecnología.
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El diario estadounidense The New York Times, el portal especializado Motherboard, de Vice Media; el periódico SZ y el canal de ese mismo país NDR, así como el británico The Guardian, sumaron esfuerzos y analizaron la controvertida aplicación, denominada BXAQ o Fengcai, un nombre que evoca en chino a “abejas recolectando polen”.
La instalación de este programa se produce en controles a la entrada a pie desde Kirguistán, en Asia Central, a la región occidental china de Xinjiang (también conocido como Sinkiang), donde las autoridades han incrementado la vigilancia en los últimos años, sobre todo sobre la población uigur, de religión musulmana y lengua de origen túrquico, y otras minorías de la misma religión que habitan el territorio.
Allí es donde el gobierno ha levantado controvertidos centros de detención de personas de religión musulmana sin ningún tipo de juicio previo ni cargo, tal y como documentó la BBC en una amplia investigación el año pasado.
Las autoridades chinas aseguran que se tratan de “centros de formación vocacional” creados para “educar a aquellos influidos por el extremismo religioso que cometieron pequeños delitos” con el fin de evitar que “se conviertan en presas del terrorismo”.
Un paso más
Organizaciones de derechos humanos han denunciado en los últimos años que el gobierno chino ha convertido la región de Xinjiang en un “estado policial”, con una vigilancia extrema sobre la población, y el equipo periodístico que destapó “Fengcai” considera que la aplicación va un paso más allá, pues ahora los afectados son empresarios o turistas de todas partes del mundo.
El funcionamiento es el siguiente, según detalla a BBC Mundo Nicolas Richter, del equipo investigador del SZ: al llegar a los cruces fronterizos a pie desde Kirguistán, las autoridades piden los celulares a todo aquel que llega al control para poder dejarles pasar y se lo llevan a una habitación separada, donde ocurre la instalación de la aplicación.
La app “descarga todo tipo de información de tu celular -números de teléfono, mensajes, fotografías, tu calendario- y todo es enviado a una computadora del puesto fronterizo para que los funcionarios vean la información que hay ahí”, explica Richter por teléfono.
Eso, en el caso de dispositivos Android. En el caso de que sean iPhone, éstos son desbloqueados y conectados a un cable de USB, si bien el equipo de investigadores no pudo averiguar qué programa se utilizaba en ese caso.
La investigación comenzó por un turista que alertó de lo que estaba ocurriendo al SZ y les envió la aplicación para que pudieran analizarla. El equipo del periódico alemán decidió enviar a un reportero a cruzar la frontera entre Kirguistán y China a pie, y pasó por la misma experiencia.
Tras identificarse como periodista, el reportero pudo acceder a la sala donde las autoridades fronterizas llevan los celulares y vio “numerosos teléfonos tomados de cualquiera que llegaba al control”.
“Durante nuestra investigación, nos dimos cuenta de que es una práctica sistemática en los controles”, dice Richter. Los investigadores comprobaron que se llevaba a cabo en al menos dos puntos fronterizos entre Kirguistán y la región occidental china de Xinjiang y consideran que posiblemente está pasando en otros cruces.
¿Qué buscan?
El programa que instalan busca en el teléfono ciertas cosas en concreto, como contenido extremista islámico, pero también información inocua, como libros académicos sobre el Islam, información relacionada con el Tíbet o Taiwán (dos asuntos “sensibles” para el régimen chino) e incluso canciones de un grupo de música metal de Japón (que cuenta con una canción sobre Taiwán).
“La app contiene una base de datos conformada por 73.000 documentos que el gobierno chino considera 'sospechosos'. Si tienes alguno de ellos en el teléfono, o has accedido a estos, la app lo encontrará y notificará a los agentes”, detalla Richter.
Los investigadores desconocen cuál es la actuación de las autoridades en el caso de que encuentren contenido “sospechoso”.
En los casos que estudiaron, la aplicación quedaba en los celulares tras la descarga de información, una situación que sorprendió a los investigadores.
“Según comprobamos, la app descarga información de manera inmediata, los guardias pueden borrarla, pero por alguna razón no lo hicieron, por lo que no son totalmente herméticos al respecto (...) básicamente dejan a las personas que sepan que la han instalado si miran en el lugar adecuado en sus celulares”.
Sin embargo, los turistas con los que hablaron los periodistas y que prefirieron mantenerse en el anonimato aseguraron que las autoridades no les advirtieron en ningún momento sobre el software o el objetivo de éste.
Los medios involucrados confirmaron que algunas agencias de viaje de Kirguistán habían alertado a ciertos visitantes de que “algo” podría pasar con sus teléfonos en la frontera y calculan que esta práctica lleva pasando desde hace un año al menos, según los testimonios recopilados.
En el punto de mira
El análisis de los expertos mostró que la app deja de funcionar cuando abandonas el puesto fronterizo, pero aún hay dudas de para qué más puede servir.
“La app no sigue descargando información, no creemos que envíe información luego sobre la ubicación (de la persona), por ejemplo; pero por supuesto no podemos estar completamente seguros de ello”, apunta Richter.
La revelación se produce en un momento en que las prácticas de China en Xinjiang están en el punto de mira, así como la utilización de nuevas tecnologías para objetivos controvertidos en esta y otras partes del país.
Un ejemplo de ello es el reciente informe que publicó la organización Human Rights Watch, que destapó detalles de una aplicación utilizada para las autoridades en la región en la que recogen información de todo tipo de los ciudadanos, desde tipo de sangre hasta su “atmósfera religiosa” o “el uso poco habitual de electricidad”, y “controlan los movimientos de todos”.
Xinjiang fue durante años una región convulsa, con incidentes de violencia y enfrentamientos entre la minoría uigur y la etnia han, la mayoritaria en China y en el gobierno.
Uigures en el exilio, por su parte, atribuyen la violencia ocurrida a la política “represiva” de Pekín contra su cultura y su religión, mientras el gobierno chino considera los sucesos como “atentados terroristas” llevados a cabo por grupos separatistas islámicos con vínculos en el extranjero.
Las autoridades ensalzan que la zona no ha registrado ese tipo de incidentes en los últimos años y lo atribuyen a sus políticas en la zona, como los “centros de formación vocacional”, de los que hasta poco negaban su existencia.