El gobierno de la región de Xinjiang está tomando medidas draconianas para combatir el coronavirus, incluidas rociar a la gente con un desinfectante, el confinamiento forzado de las personas en sus casas, estrictas cuarentenas de más de 40 días y el arresto de quienes no cumplen con las restricciones.
Además, en lo que algunos expertos consideran una falta ética de los médicos, se obliga a algunas personas a tomar medicinas tradicionales a pesar de que no hay estudios clínicos rigurosos que confirmen que funcionan, según informes del gobierno, publicaciones en las redes sociales y entrevistas con tres personas que están en cuarentena en Xinjiang.
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Una mujer uigur de edad media le dijo a la Associated Press que estuvo detenida durante el pico de la pandemia en China y que se la obligó a tomar una medicina que la hizo sentir débil y le provocó náuseas. Ella y otras mujeres detenidas en su celda tenían que desnudarse una vez a la semana y los guardias las rociaban a ellas y a sus celdas con un desinfectante, según afirmó.
“Hervía”, dijo la mujer en una entrevista telefónica desde Xinjiang, sin dar su nombre por temor a represalias. “Se me estropearon las manos, me estaba despellejando”.
Este nuevo confinamiento, que ya lleva 45 días, se produjo luego de que se reportasen 826 casos nuevos en Xinjiang desde mediados de julio. Fue el brote más grande en China desde el inicial.
En otras partes de China se dispusieron fuertes confinamientos, sobre todo en Wuhan, la ciudad donde se detectó por primera vez el virus. Pero en Wuhan hubo 50.000 casos, muchos más que en Xinjiang, y no se tomaron medidas tan severas como obligar a tomar medicinas tradicionales, y generalmente se permitió a la gente salir de su casa para ejercitarse o comprar alimentos.
Otro brote de más de 300 casos en Beijing a principios de junio tampoco produjo tantas medidas y solo se dispusieron cuarentenas en unos pocos barrios por algunas semanas. En Xinjiang, sin embargo, más de la mitad de sus 25 millones de habitantes sobrellevan un confinamiento que se extiende a cientos de kilómetros del centro del brote en la capital provincial, Urumqi, según una revisión que hizo la AP de informes del gobierno y de medios estatales.
El confinamiento de Xinjiang es forzado con un amplio equipo de vigilancia que motivó la detención de millones de uigures, kazajos y miembros de otras minorías étnicas en los últimos tres años, incluidos muchos arrestados sin juicios.
Después de estar detenida un mes, la mujer uigur fue liberada y encerrada en su casa. Una vez al día, contó, gente del barrio la visitaba y la obligaba a ingerir medicinas tradicionales de botellas sin etiquetas, diciéndole que sería arrestada si no las tomaba.
Las autoridades dicen que las medidas son por el bienestar de todos los residentes de Xinjiang, donde el gobierno lucha desde hace décadas por controlar a los uigures de la zona, que resienten la mano dura de Beijing.
No todas las medidas relacionadas con el nuevo brote apuntan a minorías étnicas mayormente musulmanas como la uigur. También abarcan a la mayoría han. Este mes miles de personas se quejaron en las redes sociales de lo que describen como medidas demasiado extremas. Circularon fotos de personas esposadas a rejas y de puertas de casas en las que se colocan barras metálicas. En respuesta a las críticas, las autoridades suavizaron un poco las restricciones la semana pasada, permitiendo a la gente salir a caminar sin alejarse de sus viviendas.
Un comerciante han dijo a la AP que lo confinaron a mediados de julio a pesar de que los análisis del virus dieron negativo y todavía no lo dejan salir. Indicó que cuando se quejó en las redes, sus publicaciones fueron eliminadas y se le dijo que guardase silencio.
“Lo peor es el silencio”, escribió en el portal Weibo a mediados de agosto. “Después de permanecer callado mucho tiempo, te sumerges en un abismo de desesperanza”.
“Llevo tanto tiempo en esta habitación que no me acuerdo ni cuánto. Solo quiero olvidar”, escribió pocos días después.
A él también lo obligan a tomar medicinas tradicionales, incluida una de la misma botella sin etiqueta que la mujer uigur, según fotos que vio la AP. Señaló que lo obligan a tomar lianhua qingwen, una medicina a base de hierbas que las autoridades sanitarias de Estados Unidos confiscan diciendo que no es cierto que ayude a contener el COVID-19.
Desde el comienzo del brote, el gobierno chino ha estado promoviendo medicinas tradicionales a pesar de que no se ha comprobado su efectividad contra el virus. Otros líderes, incluido Donald Trump, impulsan el uso de medicinas que no han sido aprobadas, pero China parece ser el único país que obliga a ingerirlas, al menos en Xinjiang.
La aplicación de estas medidas varía y no todos los residentes son obligados a ingerirlas. La mujer uigur dice que ha tirado el líquido y unas píldoras por el inodoro. Un individuo han cuyos padres viven en Xinjiang dijo a la AP que para ellos su uso es voluntario.
El hombre, que pidió no ser identificado por temor a represalias, dijo que las medidas son “extremas” pero comprensibles.
“No hay otra forma de controlar esta epidemia”, manifestó.
Fuente: AP
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