En la tercera semana de confinamiento estricto, Shanghái empieza a torcerse. Con más de 20 mil casos de contagio de coronavirus al día, millones fueron confinados como parte del programa del Gobierno, Covid cero, medida que ya empieza a caer mal en la población.
Ya se reportan “choques entre la policía y personas forzadas a dejar sus casas” al momento de ser obligadas a confinarse en lugares especialmente diseñados para ello.
Los problemas de abastecimiento de comida y agua también son preocupantes.
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“Se puede decir que, en comparación con otras partes del mundo, la política de Covid cero ha sido muy buena en el manejo de contagios. A diferencia de Europa, Latinoamérica o Estados Unidos, las cifras no fueran tan altas en China”, cuenta el sinólogo Marco Carrasco.
“El problema apareció con la llegada de nuevas variantes más contagiosas. Al inicio, en lugares como Shanghái, la situación no se manejó adecuadamente sino de forma un poco laxa. Por ejemplo, en Minhang, se cerraron las comunas y los grupos de edificios, pero los residentes igual podían transitar libremente dentro de los complejos”.
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La flexibilidad, finalmente, le pasó factura a la ciudad más grande de China. Ahora ya no se puede salir de los departamentos y se ha ordenado a la población hacerse pruebas de descarte de COVID-19 casi a diario. Una vuelta al inicio de la pandemia.
La dureza de las medidas que antes fueron exitosas, no ha caído bien en la población, que ve las cifras de fallecidos en el suelo. “En las condiciones actuales, cuando la mayoría de casos no son severos, resultan un poco controversiales”.
“Algunos extranjeros ya las catalogan como ridículas. Su temor ya no es al problema, sino a la solución. ¿Por qué? Si se contagian, son obligados a ir a centros de salud, espacios en los que hay camas contiguas por la gran densidad de gente, y no es para nada cómodo”.
La situación se complejiza cuando son los negociantes los que se quejan. “O los transportistas, que están impedidos de salir y obligados a presentar pruebas de descarte de COVID-19″.
“El debate plantea que, si los casos son leves y la cantidad de fallecidos no es elevada, ¿para qué mantener la política de Covid cero?”.
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Todo es política
El “New York Times” calcula que hay “más de 300 millones de personas confinadas en 45 ciudades chinas”. “Beijing no ha escuchado las recomendaciones que le hacen los expertos de suspender su costosa estrategia y de aprender a coexistir con el virus”, escribe el medio.
Se trataría, plantea el “NYT”, del uso político de la pandemia.
“A Xi le interesa mantener esta estrategia porque está buscando un tercer mandato en un importante congreso del Partido Comunista que se llevará a cabo más adelante este año. Pretende utilizar el éxito de China en el control del virus para demostrar que su modelo vertical de gobierno es mejor que el de las democracias liberales”, anota el periódico neoyorquino.
Es válido preguntarse, entonces, si el descontento puede derivar en escenarios que cuestionen el poder de Xi Jinping y su tan manoseado caso de éxito. Carrasco anota que el Gobierno se enfrenta a un reto mayor: la que antes era la solución se ha convertido en un problema.
“Y no hay tanta flexibilidad del Gobierno para, al menos, reconocer alguna modificación, lo que imposibilita la corrección o adecuación del programa”.
Pero, por lo menos para Carrasco, esta situación no escalaría ni la autoridad de Xi se vería cuestionada.
“Si bien existe disconformidad, la mayoría de chinos siguen obedeciendo. Hay protestas y manifestaciones, muchas en redes sociales, pero la mayoría sigue acatando tranquilamente y ordenadamente, se hacen las pruebas, hacen colas para salir de sus departamentos, etc.”.
Carrasco concluye: “Todo dependerá de cuánto más tiempo continúe esta situación en Shanghái. Conforme siga chocando con la economía de las personas, se generará más disconformidad”.