Cien días después de haber comenzado, las protestas más prolongadas en Irán desde la Revolución Islámica de 1979 han golpeado al régimen, pero con un costo muy alto de vidas.
Más de 500 manifestantes, incluidos 69 menores, han muerto durante estas movilizaciones, según la agencia de Activistas de los Derechos Humanos, HRANA (por sus siglas en inglés).
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A esta cifra se suman dos personas que fueron ejecutadas por el gobierno y al menos otras 26 podrían correr la misma suerte, en lo que la entidad Amnistía Internacional ha llamado “juicios falsos”.
Aunque las movilizaciones a nivel nacional ya han ocurrido en Irán en anteriores ocasiones -una en 2017 que duró hasta principios de 2018 y otra en noviembre de 2019- las protestas actuales son únicas porque involucran a personas de todos los estamentos sociales y son las mujeres quienes han tomado el liderazgo bajo el lema “Mujer, vida, libertad”.
Otro aspecto que ha hecho diferente estas protestas es el uso de bombas molotov.
Estas han sido utilizadas contra las bases de la milicia Basich y las Hawza, que son escuelas religiosas de clérigos musulmanes.
La Generación Z de Irán ha estado al frente de estas protestas, desafiando las estrictas normas religiosas y marcando nuevas tendencias, como la quema de pañuelos o velos que se llevan en la cabeza.
Otra nueva tendencia entre los jóvenes manifestantes es el llamado “quitarle el turbante”: acercarse sigilosamente por detrás a los clérigos musulmanes chiitas, quitarles el turbante de un manotazo y salir corriendo.
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Un niño de 16 años, Arshia Emamgholizadeh, fue arrestado en la ciudad noroccidental de Tabriz el mes pasado, acusado de “quitar el turbante”.
Estuvo detenido durante 10 días antes de ser puesto en libertad.
Dos días después se suicidó, algo que su familia atribuye al trato que recibió en prisión. Durante su detención, Arshia había sido apaleado y le habían dado pastillas desconocidas, le dijo a la BBC una fuente cercana a la familia.
Las autoridades iraníes no solo han reprimido a los manifestantes, sino que también han utilizado los cuerpos de quienes murieron bajo custodia o fueron asesinados como moneda de cambio para silenciar a las familias de las víctimas.
Temiendo tal presión, el hermano de un manifestante asesinado robó su cuerpo de una morgue y condujo por la ciudad durante horas, le confensó una fuente a BBC.
Mehran Samak, de 27 años, recibió un disparo en la cabeza en la ciudad norteña de Bandar Anzali por tocar la bocina de su automóvil en celebración de la eliminación de Irán del Mundial de Qatar el pasado 29 de noviembre.
Otra familia denuncia que su hijo de 23 años, Hamed Salahshoor, murió bajo custodia policial y que encontraron signos de tortura cuando exhumaron su cuerpo después de que lo enterraran a 30 kilómetros de su ciudad natal.
Hasta el momento, dos hombres han sido ejecutados tras ser declarados culpables de cargos de actos contra la seguridad nacional vagamente definidos y que están relacionados con las protestas, en lo que los grupos de derechos humanos han condenado como graves errores judiciales.
Muchos de los condenados a muerte han dicho que fueron torturados.
La Red de Derechos Humanos de Kurdistán, una organización no gubernamental, dijo que un rapero kurdo-iraní, Saman Yasin, que fue sentenciado a muerte, intentó suicidarse la semana anterior.
Esta ONG dijo anteriormente que Yasin fue torturado mientras estaba detenido. La Corte Suprema de Irán confirmó una apelación contra su sentencia de muerte este sábado y ordenó que se vuelva a juzgar.
En un archivo de audio obtenido por la BBC, un culturista aficionado de 26 años, Sahand Noormohammadzadeh, afirma que fue sometido a varios simulacros de ejecución durante su tiempo en prisión.
Noormohammadzadeh fue condenado a muerte en noviembre tras ser declarado culpable de “enemistad contra Dios” (definido en la legislación iraní como “crear inseguridad pública” con un arma).
Fue acusado de bloquear el tráfico en una autopista durante una protesta en Teherán el 23 de septiembre, lo cual negó.
La BBC obtuvo imágenes de rayos X que ponen en evidencia que el radiólogo Hamid Ghare-Hasanlou, quien está en prisión acusado del delito de “corrupción en la Tierra”, sufrió la rotura de tres costillas que le perforaron el pulmón.
Dicho delito conlleva la pena de muerte.
Una fuente le dijo a Amnistía Internacional que Ghare-Hasanlou fue torturado y maltratado para obtener una “confesión” forzada.
Algunas celebridades iraníes han mostrado un apoyo irrestricto a las protestas, que los ha conducido a su arresto o al exilio.
La actriz iraní Taraneh Alidoosti, reconocida en todo el país, está detenida en la prisión de Evin después de que levantó su voz de protesta por la muerte de un joven manifestante.
Previamente, ella había publicado una foto sin el velo, que es de uso obligatorio en el país para todas las mujeres, sosteniendo un letrero con el lema de las protestas.
“He trabajado con Taraneh en cuatro películas y ahora está en prisión por su legítimo apoyo a sus compatriotas y su oposición a las sentencias injustas que se dictan”, escribió en su cuenta de Instagram el director Asghar Farhadi, quien dirigió a Alidoosti en “El cliente”, que ganó el Oscar a Mejor película extranjera en 2016.
“Si mostrar tal apoyo es un crimen, entonces decenas de millones de personas de esta tierra son criminales”, agregó Farhadi.
Otra prominente actriz iraní, Pegah Ahangarani, tuvo que abandonar el país.
“Ambas partes se han radicalizado, el régimen en su represión y la gente de la industria cinematográfica en su respuesta”, le dijo Ahangarani a la BBC.
“Irán no puede volver a la era anterior a Mahsa Amini”, refiriéndose a la mujer iraní kurda cuya muerte bajo la custodia de la policía moral de Irán el 16 de septiembre provocó las protestas.
Hamid Farrokhnezhad, otro reconocido actor, se mudó a EE.UU. a principios de este mes y desde allí calificó de “dictador” Ali Khamenei, el líder supremo de Irán, y lo comparó con Franco, Stalin y Mussolini.
Ali Karimi, uno de los deportistas más reconocidos en el país, quien estaba viviendo en Dubái, también mostró su apoyo a las movilizaciones.
Y añadió que debido a esto, los agentes de inteligencia del gobierno iraní lo amenazaron de muerte, por lo que se tuvo que mudar a EE.UU.
Karimi se ha convertido en uno de los principales críticos del régimen iraní en su cuenta de Instagram, que cuenta con más de 14 millones de seguidores.
Otro deportista destacado es Ali Daei, dueño además de una joyería y un restaurante, que fueron cerradas por el gobierno tras el apoyo que mostró a una huelga nacional.
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