Abren sus carpas para invadir su privacidad, las observan mientras están en la ducha, hacen bromas cuando ven que usan productos de higiene femenina y les toman fotos sin consentimiento.
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Son escenas que se reproducen en los albergues de los tres países que más fueron castigados por los huracanes Iota y Eta: Guatemala, Honduras y Nicaragua.
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Se estima que son más de 350.000 refugiados en albergues y, de ellos, al menos hay 50.000 menores. Al menos 40 personas fallecieron por el paso de los fenómenos tropicales.
Gobiernos, instituciones civiles y de cooperación internacional señalan a BBC Mundo que son las niñas y adolescentes las que se encuentran en mayor riesgo entre los desplazados porque, además de la precariedad, son vulnerables a casos de violencia sexual.
De hecho, las denuncias de abusos provocaron que en países como Honduras se realicen intervenciones policiales a los albergues.
Y algunas niñas tuvieron que ser trasladadas a otros sitios reservados para ponerlas bajo protección.
El miedo
Angie (nombre modificado para proteger su identidad) vive en Puerto Cabezas, en el noroeste de Nicaragua, y es una de las menores que se encuentra en un refugio debido a los huracanes de noviembre.
Su casa quedó destruida y la escasez de agua potable es uno de los muchos problemas con los que tiene que vivir.
“Nosotras, las mujeres, cuando estamos en nuestro período (ciclo menstrual), es complicado no poder asearnos, ya que los chicos y los adultos están siempre ahí espiándome, y no hay toallas sanitarias. Aquí tenemos que lavar y no tenemos agua”, cuenta la adolescente de 13 años.
En un reporte elaborado por la organización que promueve los derechos de los menores Plan Internacional, Angie cuenta lo que padece en el albergue en el que se encuentra.
“Adultos me dicen cosas, y esto me hace sentir muy incómoda. Me molestan, no me permiten asearme o bañarme correctamente, porque siempre están ahí espiándome, y me siento vigilada”, relata.
Dice que experiencias como las que ella vive de manera cotidiana muestran que en los albergues niñas están expuestas a mayores riesgos de desprotección, específicamente a un mayor riesgo de violencia sexual.
Protección
La violencia sexual con las menores refugiadas no solo se produce en Nicaragua.
De hecho, Honduras monitorea e intervino más de 100 albergues desde noviembre debido a los abusos.
Lolis Salas, directora de la Dirección de Niñez y Familia del gobierno hondureño (DINAF), detalló a BBC Mundo que hay más de 6.400 menores bajo resguardo para evitar que sufran agresiones sexuales.
“Hemos trasladado a profesionales en psicología y otros expertos para precautelar a los niños y niñas”, indicó.
La autoridad afirmó que en la zona norte del país se supo de al menos ocho denuncias de violencia sexual.
“Producto de las tormentas naturales estamos en una situación de bastante vulnerabilidad. (…) Hemos sabido que hay niveles de exposición, no hay niveles de privacidad. Se ha pretendido o se ha hecho uso abusivo de los aparatos telefónicos, pero logramos desvirtuar estas denuncias haciendo a la población consciente de asegurar la privacidad de la gente albergada”, explica Salas.
“En venta”
Una niña de nueve años incluso fue ofrecida “en venta”.
Así lo relata Otto Rivera, director del Observatorio de Derechos de la Niñez en Guatemala.
La menor pensaba que sus padres habían fallecido por el huracán Eta y un adulto la intentó “vender” hace unas semanas.
El caso de trata de la menor se produjo en el departamento de Alta Verapaz, en el norte del país centroamericano.
“Su mamá falleció por un derrumbe de los huracanes y pensaban que estaba sola. Pero su padre logró rescatarla después de tres días afortunadamente. Eso es lo que estamos enfrentando”, explica.
Rivera indica que casos como el de la menor no son nuevos cuando se producen desplazamientos forzosos por huracanes.
El Observatorio de Derechos de la Niñez indica que siete de cada diez menores que son víctimas de trata o de desaparición son niñas y adolescentes.
Dificultades
Por su parte, Amalia Alarcón, directora de proyectos regionales de Plan Internacional, añade que las denuncias surgidas desde los albergues centroamericanos provocaron que la entidad encienda sus alertas.
“Por los testimonios recogidos, reconocemos la utilidad de los albergues para gente que perdió sus cosas, pero las niñas relatan que hay cero intimidad y cero privacidad. Son baños compartidos y con poca vigilancia”, explica.
Alarcón señala además que es una situación que “se repite” en los tres países más castigados por los huracanes: Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Y añade que los casos que se conocieron en los tres países son menos de los que se estiman porque buena parte de ellos no se denuncian. Algo que sucede con frecuencia en los hechos de violencia contra la mujer.
“Mucho queda en la impunidad. Entonces las niñas no lo denuncian por miedo a repercusiones para ellas”, termina.
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