Es muy probable que quien haya oído hablar de Nayib Bukele lo asocie con alguna de estas ideas.
Alguien que haya seguido más de cerca la actualidad del país centroamericano quizá sabrá también que:
Y también es probable que esté al tanto de que candidatos y funcionarios de toda América Latina lo mencionan como ejemplo y que incluso hay quien acuñó un término para describir su fórmula: el “bukelismo”.
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Pero puede que haya aspectos menos conocidos que ayudan a entender de dónde viene, quién es y cómo evolucionó el joven político que, tras competir de nuevo por la presidencia basándose en una polémica interpretación de la Constitución que prohíbe hacerlo, arrasó este domingo en las urnas y arrancará en junio un segundo mandato.
Nacido en San Salvador el 24 de julio de 1981, Nayib Bukele, de 42 años, creció en un entorno pudiente, en un barrio acomodado de la capital.
Es uno de los 10 hijos de Armando Bukele Kattán, el mayor de los cuatro que tuvo con Olga Marina Ortez.
Bukele Kattán, descendiente de una familia de inmigrantes palestinos que llegó a El Salvador a inicios del siglo XX, construyó un variado consorcio empresarial, formado por compañías del rubro de la publicidad, el textil, la farmacéutica, las bebidas y el automotor.
Lo hizo, como sus antepasados, salvando prejuicios y trabas burocráticas, como el decreto que a mediados de 1930 aprobó la Asamblea Legislativa y que prohibía a ciudadanos árabes, palestinos, turcos y de otras ascendencias establecer negocios aun teniendo la nacionalidad.
Ya en 2014 tenía activos por un valor superior a los US$18,4 millones, según un balance presentado ante el Registro de Comercio citado por el diario digital salvadoreño El Faro.
A su muerte en 2015, el patriarca de los Bukele lo repartiría entre su prole, pero en vida permitió a Nayib y sus hermanos privilegios como estudiar en la Escuela Panamericana.
“Es un colegio bilingüe élite, aunque no el más exclusivo del país, sí reservado a un segmento socioeconómico alto“, le aclara a BBC Mundo Óscar Picardo, quien fue profesor en la primaria de los Bukele.
Académico destacado, especialista en educación social y actual director del Instituto de Ciencias, Tecnología e Investigación (ICTI) de la Universidad Francisco Gavidia, Picardo le dio clases a Nayib durante dos años consecutivos, en 7.º y 8.º grado.
“Era un alumno promedio y un chico un poco introvertido”, hace memoria el investigador.
“Siempre andaba con un grupo de amigos, muchos de los cuales, ya entonces destacados, están con él en el gobierno u ocupan hoy cargos públicos”, apunta.
Se refiere a la ministra de Economía María Luisa Hayem — “una chica brillante, muy destacada, con una personalidad muy afable”—, el ministro de Medioambiente Fernando López Larreynaga, el de Gobernación, Juan Carlos Bidegaín Hanania, o el presidente de la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA), Federico Anliker.
Dice no recordar muchos rasgos de su carácter, pero sí una anécdota en la que se intuye el germen de los tuits más provocadores del Bukele ya presidente.
“Cada alumno, en su anuario, escribía algo que lo definía, y él se puso class terrorist (“el terrorista de la clase”) y debajo una frase que más o menos decía: ‘La sangre del estudiante es como la del mártir’, un poco así, yihadista”, rememora Picardo.
“Lo hizo jocosamente, en tono de broma, por su origen palestino y porque su padre era una autoridad musulmana local”, aclara.
Aunque sus antepasados fueron cristianos, Bukele Kattán se convirtió al islam, fundó cuatro mezquitas en el país, entre ellas la primera de San Salvador, y se desempeñó como imán.
Más allá de dicha comunidad, fue un personaje visible en la sociedad salvadoreña, y condujo durante años un espacio televisivo de opinión llamado Aclarando conceptos, y también fue reconocido por la academia, como doctor en química industrial y autor de un libro sobre conceptos de física.
Nayib Bukele ha hablado con frecuencia sobre la influencia que supuso para él.
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“Para mí nunca hubo mejor hombre que mi papá, y la gente lo sabe”, dijo por ejemplo durante una entrevista siendo ya presidente.
“Creo que es el hombre más inteligente que ha parido nuestro país, y no lo digo yo, lo dicen sus exámenes de IQ de 157; además de que era un genio, un hombre de pro, un hombre que nunca en su vida agarró un centavo mal habido, un científico (...)”.
“De ahí lo heredó nuestro presidente”, comentan sobre su inteligencia sus seguidores cada vez que ese fragmento de entrevista se comparte en las redes sociales.
Aunque fuentes consultadas por BBC Mundo y que han seguido su trayectoria aseguran que forma parte de la mitología que ha creado de sí mismo.
Por mucho que influyera su padre en él, Nayib Bukele no siguió sus pasos en lo académico.
Tras graduarse de bachiller general en 1999, cursó durante un tiempo Ciencias Jurídicas en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
Aunque no llegó a terminar la carrera, pues ya a los 18 años empezó a trabajar en la agencia de publicidad de la familia, Obermet (1999-2006). Luego pasó por Nölck Red América (2006-2010) y 4am Saatchi & Saatchi (2010-2012).
Fue precisamente ese trabajo el que le abriría las puertas de la política y marcaría, según sus críticos, todo su quehacer en ese nuevo terreno.
Dichas empresas estuvieron a cargo, durante 12 años, de la propaganda política del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), uno de los dos partidos históricos del país, junto a Arena, de derecha.
Y uno de sus primeros encargos fue la campaña publicitaria de la candidatura presidencial de Schafik Hándal, también de antepasados palestinos, en 2004.
“Es una industria que Bukele conoce muy bien, en la que aprendió mucho y donde conoció el marketing político, y toda esa capacidad la ha explotado después en sus puestos públicos”, explica el académico y analista Picardo.
De hecho, fue de la mano del FMLN que se hizo con su primer cargo, el de alcalde de Nuevo Cuscatlán (2012-2015), un municipio de unos 8.000 habitantes de la periferia de la capital, y con él estuvo también al frente del gobierno municipal de San Salvador (2015-2018). Eran buenos tiempos para el FMLN: gobernó el país entre 2009 y 2019.
A esos inicios se refieren los críticos que insisten en que, aunque durante su primera campaña para la presidencia se mostrara como un recién llegado, con su estética de empresario tecnológico, tenía ya años de carrera a sus espaldas.
“Se dice que estamos en una época en la que los outsiders tienen un mayor protagonismo en la política, pero él no es uno de ellos. Viene de las mismas estructuras, de dentro de lo que denomina ‘los mismos de siempre’”, subraya en dipalogo con BBC Mundo el analista político César Artiga.
“Su trabajo como publicista le sirvió mucho y en ello está la clave (de su política)”, concuerda José Miguel Cruz, quien en su día dirigió el Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la UCA.
“Esa es su habilidad: vender imágenes, vender una impresión, el decirle a la gente lo que quiere escuchar”, añade Cruz, quien hoy funge como director de investigación del Centro Kimberly Green para América Latina y el Caribe de la Florida International University.
Su vía predilecta para ello son las redes sociales, una herramienta que maneja a la perfección, concuerdan los expertos consultados, y que le han servido, a falta de las estructuras y los operadores políticos con los que contaban los partidos tradicionales, para hacer llegar su mensaje de forma directa a miles de personas.
Precisamente en una charla informal emitida en directo en una de esas plataformas, Instagram, en marzo de 2020, Bukele le confesó al músico René Pérez, más conocido como Residente: “Yo no creo en ideologías”.
El puertorriqueño le acababa de preguntar qué opinaba del aborto, práctica ilegal bajo cualquier circunstancia en El Salvador, donde mujeres que han sufrido abortos espontáneos o emergencias obstétricas han sido condenadas por homicidio a penas de hasta 40 años.
Y Bukele, antes de pasar a responderle, le explicó: “Hay gente que, si tiene una ideología de derecha, tiene un concepto de dogmas de los cuales no se puede salir porque es de derecha; o si es de izquierda y tiene un concepto de dogmas de los cuales no se puede salir porque es de izquierda. Como yo no soy de ninguno de los dos, te voy a decir lo que me sale del corazón”.
Aclarado eso, dijo no estar a favor: “En un futuro nos daremos cuenta de que es un gran genocidio”.
Sin embargo, su falta de ideología no fue algo que sostuvo siempre.
Hubo un tiempo en el que se definió como de “izquierda radical”.
“Soy de izquierda radical porque quiero cambios radicales en El Salvador, donde no debe imperar más la ‘ley de la jungla’”, le rebatió al periodista Juan José Dalton en septiembre de 2012, siendo aún el alcalde de Nuevo Cuscatlán, cuando este le señaló que ciertos sectores no veían con buenos ojos su integración en el FMLN por considerarlo señal del “aburguesamiento” de la cúpula del partido.
“En el mundo actual hay conservadores y radicales: los conservadores no quieren los cambios y los radicales, como yo, quieren los cambios y sin esperar tanto”, añadió, como una suerte de declaración de intenciones.
En los dos siguientes años compartió en la red social entonces llamada Twitter varias publicaciones que mostraban afinidad por la izquierda.
Son tuits hoy eliminados y recuperados por El Faro en un artículo en los que el Bukele aún alcalde comentó la conmemoración del nacimiento de Ernesto “Che” Guevara, envió condolencias por la muerte del líder cubano Fidel Castro y opinó sobre el giro a la izquierda en Chile.
También publicó posts sobre la Nicaragua de Daniel Ortega — “El progreso en Nicaragua se ve en todos lados, no sólo en la capital. Es impresionante” — o la Venezuela del difunto Hugo Chávez.
Sin embargo, durante una visita a Washington un mes después de haber ganado las elecciones presidenciales del 3 de febrero de 2019, lanzó en la Heritage Foundation, sede de una de las organizaciones más conservadoras de Estados Unidos, un discurso que logró seducir no solo al gobierno del republicano Donald Trump, sino también a sectores empresariales de El Salvador y a Arena, el partido que hasta hace poco había sido su rival acérrimo.
Allí habló de la importancia de la libre empresa, de una limitada intervención del Estado, cuestionó a China y la tachó de “no respetar las reglas”, y apuntó a una ruptura con Nicaragua y Venezuela.
“Fue un discurso completamente conservador, de derecha, casi libertario, contrario al que había mantenido hasta entonces”, le dice a BBC Mundo el académico José Miguel Cruz.
No muy dado a ofrecer entrevistas, habló en dos ocasiones con el comentarista político estadounidense conversador Tucker Carlson, ícono de la derecha estadounidense.
La última vez, en noviembre de 2022, defendió el bitcoin, que volvió moneda de curso legal en El Salvador, y mencionó el proyecto de construir Bitcoin City y los planes de minar criptomonedas utilizando la energía de los volcanes como iniciativas importantes para desarrollar el país y crear marca.
“Un relanzamiento de marca país que nos habría costado cientos millones de dólares. Y que ahora [debido a la criptomoneda] para nosotros ya no cuesta nada”, le resaltó al periodista, que ha causado controversia por promover teorías de conspiración de extrema derecha en múltiples ocasiones.
“Siempre ha sido muy hábil para identificar lo que la otra persona quiere escuchar y decírselo”, explica el analista Cruz.
“Y en ese sentido fue una estrategia comunicacional muy hábil, no sólo en términos de masas, sino con las élites intelectuales y políticas del país. Llegó al FMLN con un discurso de plena pertenencia y se quedó hasta que le sirvió. Cuando ya no, lo dejó”.
Como Cruz, otros expertos consultados por BBC Mundo también destacan de Bukele su capacidad para decodificar el entorno, entender a su audiencia y adaptarse a ello.
Cuando se sumergió en su primera carrera por la presidencia, lo hizo muy consciente del panorama de desencanto generalizado.
Apenas unos meses antes, el Latinobarómetro de 2018 había pintado un crudo relato: apenas el 28% de la población consideraba importante la democracia, y más del 50% afirmaba que le daba igual vivir en democracia o en dictadura.
“Tras una larga guerra civil, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz en 1992, la gente esperaba que el nuevo sistema distribuyera bienestar y estabilidad económica para la mayoría, pero dos décadas después vio que esas promesas no se cumplieron”, lo explica Cruz.
“Los problemas políticos del país no se resolvieron, más bien se profundizaron, y la violencia, con las pandillas, se volvió insoportable”, sigue.
“En ese contexto llega Bukele, que lee muy bien el sentimiento popular, y se monta sobre él atacando el sistema. Inicialmente no de frente, pero sí apuntando a los que lo representan: los partidos políticos tradicionales”.
Ana María Méndez-Dardón, directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), concuerda.
“Entró (a la presidencia) aprovechando el descontento generalizado ante el bipartidismo histórico y el caudal de las nuevas generaciones que dijeron ‘yo ya no me identifico con eso, yo no soy parte de lo que fue la guerra, de lo que fue la posguerra, y ahora necesito algo distinto al FMLN y Arena’”, explica.
Para llegar a esa ciudadanía creó una imagen de millennial progresista, tolerante, rompedor y eficiente, capaz de solucionar los problemas más urgentes como si fuera el CEO de una empresa.
Pero una vez en el poder, esa imagen de político moderno empezó, a ojos de muchos, a resquebrajarse y a traer a la memoria un pasado en realidad no tan lejano.
Lo hizo con episodios como el del 9 de febrero de 2020, cuando irrumpió con militares en la Asamblea Legislativa —en la que su partido, Nuevas Ideas, aún no tenía el control que tiene ahora— y amenazó con disolverla si los diputados no autorizaban la negociación de un préstamo.
También con las frecuentes referencias a que es “un instrumento de Dios”, y, sobre todo, con la instauración de un régimen de excepción que limita libertades y que dura ya casi dos años.
“Si vemos la historia latinoamericana, los regímenes de detención o los estados de excepción son utilizados por gobiernos autoritarios, por autoritarismos, por dictaduras militares”, subraya Méndez-Dardón.
Aunque hubo quien empezó a hablar de una “transformación radical” de Bukele, de un giro, aquello no tomó a todos por sorpresa.
“Se habla mucho del Bukele de antes y del de ahora, pero yo no hablaría de una metamorfosis”, le dice a BBC Mundo César Artiga.
“Todas esas tendencias autoritarias, de concentración de poder, todas esas inconsistencias en los discursos, inconsistencias por las que no se le cuestiona, ya se le vieron cuando fue alcalde”, apunta el analista.
Y opina que el reelegido presidente, al que tilda de político “oportunista”, más bien ha “revelado su verdadero rostro” ahora que ostenta “un cargo con mucho poder”.
La abogada y analista Tahnya Pastor Meléndez, aunque en otro tono, también cree que sigue siendo “exactamente el mismo”, con unas formas que ya mostraba en sus cargos municipales.
Las potenció en los dos primeros años al frente del Ejecutivo, señala la experta, al sentirse “arrinconado” con una Asamblea en la que su partido aún no contaba con la mayoría. Nuevas Ideas se haría con el control del parlamento unicameral en las elecciones legislativas de 2021.
Hasta entonces, “esa Asamblea lo bloqueaba bastante y a él ya se le veía su estilo de ‘voy a hacer lo que creo que está bien, y no importa si les paso por arriba a estos dos partidos políticos’ (Arena y FMLN)”, explica.
Según la analista, fue precisamente esa “ingobernabilidad por ingobernabilidad” lo que llevó a su partido a obtener la mayoría en 2021.
Difícil de clasificar en el espectro político y con tendencias autoritarias, lo describe también Pastor, que afirma que “es alguien a quien le interesa resolver problemas”.
“Quiere dar resultados, y los quiere dar rápido. Y eso es lo que ha visto la gente”.
También se ha valido de una potente maquinaria para difundir esa idea a través de las redes sociales, lo que unido a los resultados en seguridad han impulsado su popularidad.
“Y eso ha generado una enorme expectativa entre la población de que les va a resolver el problema económico y de corrupción en este nuevo periodo”, dice Pastor.
El reto se plantea enorme en el país de la región que menos crecerá, según el FMI (Fondo Monetario Internacional); con un altísimo índice de endeudamiento, déficit de balanza comercial y una alta dependencia de las remesas familiares; y en el que en los últimos cuatro años 200.000 personas han caído en la extrema pobreza, según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Aunque para verlo haya que dejar atrás el malecón en Surf City, un corredor de playas de 21km que su gestión volvió otra de las imágenes país, o la impresionante Biblioteca Nacional de El Salvador construida con donaciones chinas en el centro de la capital y que el propio Bukele inauguró con una visita filmada.
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