La frágil tregua de las pandillas en El Salvador ha terminado.
Tras meses de relativa calma y con niveles de violencia en las calles reducidos, los asesinatos alcanzaron otra vez niveles no vistos en casi 30 años en el país centroamericano.
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Como resultado, la Asamblea legislativa -de mayoría oficialista- aprobó el miércoles una nueva solicitud del Ejecutivo para combatir a las llamadas maras, orientada a reformar el código penal para endurecer las condenas contra los pandilleros.
La medida tiene lugar luego de que el gobierno de Nayib Bukele pidiera el domingo a la Asamblea que declarara el estado de excepción en el país, luego de que se reportaran más de 80 asesinatos durrante el fin de semana.
Las normativas, que se implementarán en principio por un mes -aunque puede ser extendido-, incluyen la suspensión de la libertad de asociación, del derecho de defensa y de la inviolabilidad de la correspondencia.
Ahora, con la reforma aprobada el miércoles, los miembros de las maras o pandillas podrán ser sancionados con penas de 20 a 40 años de prisión, mientras los líderes de estos grupos podrán recibir entre 40 y 45 años de cárcel.
En uno de sus incisos más polémicos, la reforma al código penal incluye también considerar como adultos -y juzgarlos como tal- a los pandilleros mayores de 12 años.
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Es la primera vez que el gobierno propone una pena específica para quienes considere pandilleros.
Previamente, en El Salvador se consideraba a los miembros de las bandas criminales como “terroristas” y se les procesaba bajo esa figura, aunque de acuerdo con la prensa local, era complicado comprobar su participación en esas agrupaciones y las sentencias variaban entre los seis y nueve años de prisión.
El aumento de la violencia de las pandillas en El Salvador tiene lugar luego de que durante gran parte de 2020 se redujeran a niveles históricos los asesinatos en las calles del país centroamericano.
Varios medios, como el periódico digital El Faro, atribuyeron esta reducción a una tregua entre el gobierno de Bukele y las maras, algo que las autoridades negaron.
Sin embargo, EE.UU. sancionó a dos miembros del Ejecutivo salvadoreño a finales del año pasado por “negociar en secreto” con el crimen organizado.
En BBC Mundo te explicamos en cinco claves la situación en El Salvador.
El pasado fin de semana, El Salvador vivió alguna de sus jornadas más violentas desde el fin de la guerra civil hace 30 años.
El viernes se reportaron al menos 14 homicidios y el sábado, se sumaron otros 62 en lo que constituyó el día con más asesinatos en lo que va de siglo.
En total, 87 personas murieron durante el fin de semana, según reportes de la policía.
Las autoridades atribuyeron los asesinatos a bandas criminales y lanzaron una operación a gran escala para detener a presuntos pandilleros.
La cifra más cercana a los 62 asesinatos del sábado fue de 51 homicidios en un solo día registrados en agosto de 2015, cuando el país vivió su año más mortífero tras el final de la guerra civil (1980-1992).
En 2021 la cifra de asesinatos se situó en 1.140, menor que la registrada el año anterior (1.341), y la más baja desde el final del conflicto armado.
Bukele llegó al poder en 2019 con la promesa de luchar contra el crimen organizado y reducir la tasa de homicidios.
Tras el récord de asesinatos del fin de semana, el gobierno reforzó la seguridad en las calles y solicitó al Congreso aprobar el estado de excepción.
El artículo 29 de la Constitución del país establece que dicho estado de emergencia puede ser declarado en “casos de guerra, invasión de territorio, rebelión, sedición, catástrofe, epidemia y otras calamidades generales, o graves perturbaciones del orden público”.
La medida, aprobada por la mayoría oficialista del Legislativo, limita la libertad de asociación, suspende el derecho de ser informado de las razones de arresto, amplía de 72 horas a 15 días el plazo de detención administrativa y permite a las autoridades intervenir los celulares de quienes consideren sospechosos.
Imágenes trasmitidas por televisoras locales muestran fuerzas de seguridad realizando patrullajes y operativos especiales en comunidades populosas del país.
De acuerdo con los reportes, soldados con fusiles M-16 han montado barricadas con púas en algunas calles y controlan las entradas y salidas de personas, que son sometidas a un minucioso registro.
En las redes sociales de El Salvador se han vuelto virales varias fotografías de niños y mujeres que están siendo registrados por la policía.
Según publicó el presidente Bukele en Twitter, las autoridades habían capturado hasta el miércoles a más de 3.000 presuntos pandilleros.
“En solo cinco días y con menos de 96 horas de régimen de excepción. Ninguno saldrá libre. Seguimos”, escribió Bukele.
El mandatario anunció además que había ordenado limitar la alimentación y las salidas al patio de los pandilleros detenidos y que les habían retirado las colchonetas para dormir.
“Desde el domingo, la comida es racionada y los 16.000 pandilleros encarcelados no han salido de sus celdas ni han visto el sol”, escribió el mandatario.
El Salvador tiene uno de los sistemas penales más sobrepoblados de América Latina y varias organizaciones humanitarias han denunciado las pésimas condiciones en las cárceles.
Sin embargo, de acuerdo a numerosas investigaciones, los miembros de bandas criminales encarcelados gozan de numerosos privilegios, entre ellos teléfonos celulares y comidas especiales.
“Los pandilleros (en la cárcel) van a sufrir por el dolor que afuera causan sus homeboys”, afirmó en Twitter el viceministro de Justicia, Osiris Luna.
No es la primera vez que Bukele toma medidas en las cárceles contra los pandilleros tras repuntes de la violencia en el país, pero es la primera vez que la emergencia sale de los penales a las calles.
Previamente, en abril de 2020, Bukele impuso un estado de excepción en las cárceles y mezcló presos de bandas diferentes en la mismas celdas tras un aumento de homicidios en el país.
En una estretegia similar a lo sucedido ahora, el gobierno publicó numerosas imágenes y videos de pandilleros presos en ropa íntima a los que hacían sentarse uno contra el otro en los pasillos de las prisiones.
El secretario general de la ONU, António Guterres, expresó su preocupación por la situación en el país y aseguró que esperaba que “las medidas que se adopten en respuesta estén en línea con las leyes y estándares internacionales de los derechos humanos”.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por su parte, manifestó preocupación por el trato a los reos y llamó al gobierno salvadoreño a “revertir urgentemente todas las medidas que pongan en riesgo la vida e integridad de las personas que están bajo custodia”.
Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional también consideraron que la declaración “amplia” del estado de emergencia abre la puerta a potenciales abusos por parte del gobierno.
“El gobierno debería abordar la violencia de las pandillas en El Salvador, pero debería hacerlo respetando los derechos. Y en lugar de proteger a las personas a través del estado de emergencia, que es extremadamente amplio, solo está poniendo en riesgo sus derechos y vemos las consecuencias con estas redadas”, indicó HRW.
Varios activistas también condenaron que muchos menores de edad y mujeres están siendo registrados de forma violenta por la policía.
“No puede suponerse que todos los niños que viven en lugares de extrema pobreza o asediados por estructuras son colaboradores de las pandillas”, dijo en una conferencia de prensa la abogada y activista Zaira Navas.
Bukele, por su parte, cuestionó el pronunciamiento de la CIDH y le atribuyó estar del lado de los pandilleros.
“Cuando los pandilleros asesinaron a decenas de personas inocentes, la CIDH no dijo NI UNA TAN SOLA PALABRA. Pero no tardaron ni un día en condenar que nos pusimos más duros con ellos en las cárceles”, afirmó.
El gobierno de El Salvador había atribuido la reducción de la violencia al llamado Plan de Control Territorial, un programa creado por Bukele para reducir los asesinatos y otros crímenes de las pandillas.
Sin embargo, el plan, que fortaleció la presencia de Ejército y policía con miles de efectivos en zonas controladas por maras, también fue cuestionado por no ser muy diferente a otros empleados por gobiernos previos.
De hecho, diversos analistas y medios locales vincularon la disminución de la violencia a factores ajenos a la política del gobierno.
Algunos lo atribuyeron a un posible cambio de estrategia de las pandillas con el objetivo de evitar enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, lo que les permitiría mantener su control de territorios y seguir dedicándose a la extorsión.
Sin embargo, una investigación del diario El Faro sugirió que la disminución de la violencia obedecía a un supuesto pacto entre el gobierno y las maras, algo que las autoridades negaron.
No obstante, en diciembre pasado, un informe del Departamento del Tesoro de Estados Unidos alegó que el gobierno salvadeño negoció en secreto una tregua con los líderes de las pandillas y que compró el apoyo de estos grupos criminales con beneficios financieros y privilegios para sus líderes encarcelados, incluidos prostitutas y teléfonos celulares.
Bukele negó con vehemencia estos señalamientos y las relaciones entre los dos países se han distanciado notablemente.
En un editorial publicado el lunes, el diario El Faro volvió a atribuir las muertes del fin de semana a un presunto fallo en las supuestas negociaciones entre el gobierno y las pandillas.
“La baja en la cifra de homicidios estaba centrada en el poder de las pandillas de abrir y cerrar a voluntad la válvula de los homicidios y esa ha sido su moneda en la negociación bajo la mesa con Bukele. Todo parece indicar que el horror del fin de semana es el fracaso de esas negociaciones. Setenta y cuatro muertos en 48 horas. Fin del engaño del Plan Control Territorial”, indicó el diario, muy crítico con Bukele.
“Por la cantidad inédita de homicidios en un solo día, el performance sangriento de dejar un cadáver en plena carretera a Surf City y la extensión territorial donde quedaron los cuerpos, el mensaje de las pandillas es claro: exigen algo que no les han dado”, agregó
Aproximadamente 70.000 pandilleros operan en El Salvador y luchan por el control de las operaciones de extorsión y drogas en todo el país centroamericano, según diversas estimaciones.
Entre los grupos de mayor peso en el país está la Mara Salvatrucha, que se originó en cárceles de EE.UU.
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