Alex Murdaugh, un influyente y poderoso abogado de Carolina del Sur, acaba de ser condenado a cadena perpetua por el asesinato de su esposa e hijo en Estados Unidos.
Su juicio cautivó la atención del público y la prensa, no sólo por estos crímenes sino también por los detalles sórdidos de su vida personal y profesional.
Mira: El caso del heredero de una dinastía de abogados acusado de matar a su esposa e hijo en Carolina del Sur que causa fascinación en EE.UU.
El nombre Murdaugh era muy conocido en Carolina del Sur mucho antes de los asesinatos. Alex Murdaugh era miembro de una dinastía con gran influencia en el ámbito legal en la región desde la década de 1920.
Su éxito y riqueza lo convirtieron en un personaje poderoso y prestigioso, hasta el punto de que muchos creen que Murdaugh pensó que su privilegiada posición lo eximiría de rendir cuentas frente a la justicia.
A lo largo del juicio, el abogado negó haber matado a su esposa e hijo, pero el proceso sacó a la luz el su lado oscuro, incluyendo robo, fraude, malversación y adicción a los analgésicos.
Según los testimonios escuchados durante el juicio, el éxito de Murdaugh no era necesariamente debido a su ética de trabajo. “Lo hizo a través del arte de hablar mierda, básicamente”, atestiguó Jeanne Seckinger, del bufete de abogados al que pertenecía Murdoch.
El acusado reconoció haber robado unos US$3,7 millones de su despacho en 2019 y enfrenta otros 99 cargos por otros crímenes financieros por un total de US$8,8 millones.
Toda la evidencia presentada por los fiscales ante el tribunal fue circunstancial. No hubo testigos de los asesinatos. Tampoco se encontró ADN incriminador ni el arma.
Aún así lograron convencer al jurado de que Murdaugh cometió los asesinatos para desviar la atención de sus delitos financieros.
El éxito de Murdaugh se debió “no a su ética de trabajo”, dijo Seckinger, “sino a su capacidad para establecer relaciones, manipular a las personas para que aceptaran acuerdos y para caerles bien a los clientes”.
Ese tipo de habilidades lo hicieron rico, ganando millones de dólares que alimentaron el lujoso estilo de vida de su familia, que incluía una embarcación, una casa en la playa y una extensa propiedad de caza de casi 700 hectáreas llamada Moselle, que contaba con personal doméstico para atenderla.
Pero tras ese éxito, aparentemente considerado como un derecho de nacimiento por Murdaugh, se ocultaban oscuros secretos.
Desde el estrado, Murdaugh reconoció entre lágrimas haber robado millones de dólares en pagos por demandas que estaban destinados a sus clientes. Sólo en 2019 robó US$ 3,7 millones.
“Robé dinero que no era mi dinero. Engañé a personas a las que no debí haber engañado”, reconoció, añadiendo que estaba desesperado ya que su adicción a los opioides había vaciado sus cuentas bancarias.
Los fiscales estatales alegaron que Murdaugh robó indiscriminadamente a colegas y clientes, jóvenes y viejos, discapacitados y enfermos.
Según Seckinger, ella había notado señales de alarma durante años, pequeñas irregularidades en los archivos de Murdaugh. Pero la empresa era una “hermandad”, dijo. “Confiaban en él”.
El abogado abusó de esa confianza y prestigio en un infame caso que involucró la muerte del ama de llaves de los Murdaugh. Después de trabajar 24 años para ellos, Gloria Satterfield falleció tras resbalar en los escalones frente a la casa familiar.
Murdaugh convenció a los hijos de Gloria de que presentaran una demanda por homicidio culposo contra él, ya que que su seguro de hogar pagaría una compensación. Incluso sugirió un abogado que podría ayudarlos a demandarlo, que resultó ser un amigo suyo.
Dos de las pólizas de seguro pagaron un total de US$4,3 millones, pero los Satterfield no recibieron ni un centavo. Ni siquiera sabían que el caso había sido resuelto. Después de pagar los costos legales, Alex Murdaugh, robó el resto.
“Siento que si alguien hubiera prestado más atención, se habría dado cuenta de esto”, dijo Eric Bland, el abogado que representó a los Satterfield contra Murdaugh. “Pero esos chicos reverenciaban a los Murdaugh, confiaban en ellos”.
Un año después de la muerte de Gloria Satterfield, hubo otro accidente mortal que afectó a la familia Murdaugh. Pero esta vez, la tragedia presentó un problema que Alex Murdaugh no pudo contener.
En altas horas de la noche del 24 de febrero de 2019, el hijo menor de Murdaugh, Paul, estaba a bordo del barco de la familia cuando chocó de frente contra un puente, arrojando a tres de los seis pasajeros que lo acompañaban al agua helada. Dos fueron rescatados, pero Mallory Beach, una joven de 19 años, desapareció y su cuerpo sin vida se recuperó días después a varias millas de distancia.
No había claridad sobre quién iba al timón en el momento del impacto, pero los testimonios coincidían en que era Paul. Un análisis de sangre reveló que su nivel de alcohol en sangre era tres veces el límite legal.
Cuando los sobrevivientes fueron llevados al hospital, Alex Mudgaugh irrumpió en el lugar. Una enfermera señaló que parecía que estaba tratando de “orquestar algo” para evitar que responsabilizaran a su hijo de lo ocurrido.
Connor Cook, uno de los jóvenes que iba en la embarcación, declaró que Murdaugh le advirtió que “mantuviera la boca cerrada”. Tenía miedo de los los Murdaugh, dijo, “por quienes son”.
En el estrado durante el juicio, Murdaugh dijo que eran “totalmente falsas” las afirmaciones de que había “coaccionado a testigos” o influido en cualquier parte de la investigación del accidente.
Aún así, para la comunidad el accidente del barco fue visto “como una puesta a prueba del sistema”, dijo Mandy Mattney, una reportera que dirigió la cobertura de los Murdaugh desde 2019. “Todos en Hampton realmente creían que Paul no sería imputado”.
Meses más tarde, sin embargo, Paul fue acusado de tres delitos, incluido el de navegar bajo los efectos del alcohol con resultado de muerte. Se declaró inocente de los cargos, pero murió antes de ser juzgado.
En retrospectiva, el accidente pudo haber sido el momento en el que la vida de Alex Murdaugh comenzó a desmoronarse.
La familia de la fallecida, Mallory Beach, contrató al abogado Mark Tinsley para que los representara en una demanda por homicidio culposo contra Murdaugh que podía resultar en compensaciones millonarias.
Murdaugh afirmó que estaba arruinado. Pero Tinsley no lo creyó y presentó una moción para obligar a Murdaugh a revelar sus finanzas. Se procedió a una audiencia que reveló años de fraude corporativo.
Se descubrieron otros pagos por demandas que terminaron en los bolsillos del abogado en vez de en los de sus clientes.
“La mecha estaba encendida”, dijo Tinsley.
Nada la pudo apagar. Ni siquiera la violenta muerte de la esposa e hijo de Alex Murdaugh.
La decisión de Murdaugh de testificar en su juicio, algo considerado inusual y que supone un riesgo para un acusado, fue quizás una muestra de la confianza que tenía en sí mismo y en su capacidad para influir en los demás, como había hecho durante años.
Reconoció que había mentido varias veces a los investigadores, citando una larga adicción a analgésicos que lo volvieron “paranoico”. Y que durante años estafó a clientes y personas que “amaba y estimaba” para poder financiar su adicción.
Pero aseguró que nada de eso significaba que fuera culpable de las muertes de su esposa e hijo. “Nunca haría algo intencionalmente para hacerles daño a alguno de ellos”, declaró.
El jurado que lo declaró culpable de asesinato este viernes no le creyó.
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