Bill Clinton, uno de los más exitosos y estimados presidentes de Estados Unidos de las últimas décadas, debería ser una valiosa carta para las aspiraciones presidenciales de su esposa Hillary, virtual candidata del Partido Demócrata.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Se prevé que la ex primera dama, ex senadora y ex secretaria de Estado enfrentará una dura batalla contra su rival republicano, Donald Trump, así que contar con la experiencia y presencia de Bill en su esquina no puede más que añadir impulso para la victoria.
¿Por qué, entonces, se percibe una cierta incomodidad de que el curtido y veterano político acompañe demasiado de cerca a su esposa durante la campaña?
¿Será posible que el hombre que podría convertirse en “primer caballero” de la primera presidenta de EE.UU. se haya convertido en un lastre para ella?
— Encuentro polémico —
El episodio más reciente en el que el ex presidente afectó la campaña de su esposa y la imagen del Partido Demócrata ocurrió a fines de junio, cuando se reunió durante media hora con Loretta Lynch, la fiscal general de EE.UU., en el aeropuerto de Phoenix, Arizona.
►Critican encuentro de Clinton y fiscal que investiga a Hillary
El encuentro generó polémica porque el FBI está investigando a Hillary Clinton por usar una cuenta de correo electrónico privada para enviar mensajes de trabajo, algunos con información confidencial, mientras era Secretaria de Estado.
La fiscal aseguró que su conversación con el ex presidente trató sobre “nietos y el viaje a Arizona”. Sin embargo, reconoció que “proyecta una sombra” sobre la investigación que se le sigue a la candidata demócrata.
Pero además de este incidente, la influencia negativa de la figura de Bill se remonta a su periodo en la presidencia de EE.UU.
— Fortalezas y debilidades —
Cuando dejó el poder, tras ocho años en la Casa Blanca, Bill Clinton gozaba de un índice de aprobación de 66%, el más alto de cualquier mandatario saliente.
A pesar de los escándalos sexuales que plagaron su presidencia, a Bill Clinton se le atribuye el haber balanceado el presupuesto federal y revitalizar la economía estadounidense después del bajón de comienzos de los 90.
Como ex presidente, ha participado en misiones de paz, promoción de la democracia, recuperación económica de los menos privilegiados y su fundación filantrópica le ha ganado elogios aun de sus otrora más acérrimos enemigos.Kenneth Starr, encargado de investigar la relación sexual de Clinton con la pasante de 21 años Monica Lewinsky, en 1998, lo llamó recientemente “el político más talentoso de la generación de la posguerra” con una “genuina empatía por los seres humanos”.
Es irónico, entonces, que las amables palabras de Starr lleguen en un momento en el que Hillary, entre otras adversidades, tenga un problema con la figura de Bill.
En parte tiene que ver con lo que precisamente resaltó la investigación de Kenneth Starr: los líos de faldas de Bill Clinton.
Esa debilidad en el carácter de su esposo le resta impacto a los ataques que hace Hillary contra Donald Trump cuando lo señala de sexista y misógino.
— ¿Facilitadora o feminista? —
En unas elecciones en las que votarán más mujeres que hombres, ese tipo de ataque debería ser su arma más contundente.
Sin embargo, el multimillonario empresario muy astutamente revirtió la fuerza del ataque de Hillary contra ella misma, al despertar el espectro del “Bill mujeriego”.
Lanzó una publicidad televisiva en la que aparecen Kathleen Willey y Juanita Broaddrick, dos mujeres que acusaron a Bill Clinton de asalto sexual y violación respectivamente.
La publicidad tuvo inmediata reacción en la prensa de Nueva York.
Pero Trump no solo está contando con manchar a Hillary Clinton con una estrategia de culpabilidad por asociación.
Ya la ha calificado de “facilitadora” o “codependiente” (términos que se utilizan en tratamiento psicológico de una adicción) de la infidelidad de su marido.
“Ella iba detrás de estas mujeres y destruía sus vidas”, afirmó Trump.
Como muchas de las acusaciones de Trump, esta puede sonarles a los votantes como estridente y exagerada pero tiene su grano de verdad.
La Casa Blanca, en efecto, intentó desacreditar a Monica Lewinsky cuando surgieron las acusaciones, en 1998, y Hillary Clinton, durante todo el tiempo en que su esposo negó públicamente la relación, las denunció como producto de una “amplia conspiración de la derecha”, absolviendo a Bill de toda culpa.
La imagen de Hillary como una mujer “leal a su hombre, pase lo que pase” no conjuga muy bien con una Hillary feminista de vanguardia, que es la imagen que está tratando de proyectar en su campaña.
— El “factor Bill” —
Muchos críticos afirman que lo que ambos tienen es una relación de negocios, un matrimonio de conveniencia política.
Para algunos, la muestra de lealtad a su marido durante la fase más difícil de su presidencia refuerza la percepción que Hillary es una cínica máquina política, dispuesta a hacer lo que sea para acumular poder.
La dificultad que ha tenido tratando de sacudirse de su rival demócrata, Bernie Sanders, para consolidar la nominación del partido también tiene que ver en parte con el “factor Bill”.Pocas parejas en la vida publica de Estados Unidos han sido tan minuciosamente escudriñadas. (Foto: AP)
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La inesperada resistencia y alcance de la campaña del socialista senador de Vermont no sólo se interpreta en términos de la aversión que un sector demócrata le tiene a Hillary sino, además, de un rechazo a Bill.
Los simpatizantes de Sanders se quejan con vehemencia del legado político e ideológico de su presidencia.
El propósito de Bill Clinton de plantear una política de “tercera vía” estaba diseñado para mover el partido hacia la derecha y poder ser más elegible tras una racha de derrotas frente a los republicanos por la Casa Blanca.
Hasta la victoria de Bill Clinton, en 1992, los demócratas habían ganado sólo una de las últimas seis elecciones presidenciales.
Pero el acercamiento hacia la derecha y las políticas centristas que lo acompañaron, alienaron a muchos demócratas de la izquierda. Negarle el apoyo a Hillary Clinton y dárselo a cambio a Bernie Sanders es una forma de tomar venganza.
Ha habido un fuerte coletazo negativo contra lo que, en un entonces, se proclamaron como algunos de los grandes logros de la administración Clinton: ya sea la desregulación financiera, la ley de bienestar promulgada por Clinton con el Congreso de mayoría republicana, las reformas al sistema de justicia criminal que contribuyeron a los altos niveles de negros encarcelados o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La reacción ha vuelto a Hillary Clinton vulnerable a los ataques de la izquierda, como lo ha demostrado Sanders. Pero también la ha hecho vulnerable a los desafíos de la derecha, debido al TLCAN.
El electorado de clase trabajadora, que usualmente vota demócrata, ha ovacionado a Donal Trump cuando promete renegociar los acuerdos comerciales que han resultado en el traslado de empleos estadounidenses al exterior.
Hillary Clinton dejó entrever recientemente que Bill sería su “zar del trabajo” y que concentraría sus energías en revitalizar la manufactura estadounidense.
Claramente espera poder apelar una vez más al voto de la clase trabajadora blanca, que se identificó con Bill Clinton como candidato y presidente. Pero ese estrecho vínculo se ha erosionado severamente, si no roto por completo, pues no olvidan que él fue el presidente que negoció el TLCAN.
— Falta de energía —
La percepción pública de Bill Clinton también ha cambiado, de una manera que resalta la ruptura entre la élite demócrata y la base de apoyo demócrata.
Cuando el futuro presidente saltó a la escena nacional, bien podía proyectarse como el humilde chico de Hope, su pequeño pueblo natal en Arkansas.
Ahora, después de los millones que ha ganado dando charlas en el circuito internacional, no sólo se proyecta como un liberal de limosina sino como un liberal de jet privado. Como cabeza de la élite progresiva metropolitana, ya no demuestra el mismo toque popular de antes.
Los Clinton, después de pasar todos estos años como la poderosa pareja dominante de la clase dirigente demócrata, también proyectan un sentido arrogante de derecho propio.
Eso explica por qué el escándalo de los correos electrónicos de Hillary Clinton (acusada de usar su email privado para asuntos oficiales de Estado) hace una mella tan profunda. Refuerza la opinión generalizada que la pareja se cree por encima de las reglas que rigen al resto.
También está la aparente falta de energía que ha mostrado Bill Clinton durante la larga campaña. El ex presidente de 69 años simplemente ya no tiene ese magnetismo y carisma que lo hicieron tan famoso.Bill Clinton ya no proyecta la potencia y energía que solía tener durante su presidencia. (Foto: AFP)
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El biógrafo de Clinton, David Maraniss, tuiteó durante un rally en Nuevo Hampshire: “Cuando BC (Bill Clinton) fue presentado y subió al escenario con Chelsea (su hija), no mostraba nada en su cara, boquiabierto, mirada vacía… simplemente frágil, como si tuviera que conservar cada onza de energía. Sin brillo en los ojos, sin electricidad, mudo…”
La otrora fuerza de energía más potente en cualquier ámbito, Bill Clinton es ahora sólo una presencia ambiental.
No es que el ex presidente no tenga sus adeptos. Hay miles que todavía elogian al autoproclamado arquitecto del puente hacia el siglo 21.
Lo que también sorprende es cómo los votantes afroamericanos han regresado a las huestes clintonianas, después de apoyar a Barack Obama en 2008, a pesar de las protestas a raíz de la reciente serie de muertes de ciudadanos negros a manos de la policía.
Sin embargo, las esperanzas de los Clinton de que las memorias nostálgicas de la presidencia de Bill condujeran a una administración de Hillary ciertamente se han atenuado.
La nostalgia es algo que puede bañar a un presidente saliente de una luz cálida, como Barack Obama está descubriendo en la actualidad.
Pero es algo difícil de aprovechar en términos prácticos para una aspirante a la presidencia, sobre todo cuando gran parte del país está pidiendo un cambio a gritos.
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