Durante la prolongada ejecución de Joseph Wood –el preso estadounidense condenado a la pena capital, que este miércoles tardó casi dos horas en morir tras recibir una inyección letal en su cárcel del estado de Arizona– sus abogados tuvieron tiempo de presentar una apelación de emergencia a las cortes en la que reclamaban que el procedimiento violaba la octava enmienda de la Constitución, que otorgaba a Wood el derecho a ser ejecutado en ausencia de castigos crueles e inusuales.
Varios testigos dijeron que durante el procedimiento el reo estuvo jadeando y luchando por respirar. Otros, por el contrario, creen que Wood estaba sedado y no sintió nada. “Una cosa es segura: Wood murió de forma legal y, según los médicos, no sufrió”, dijo la gobernadora de Arizona, la republicana Jan Brewer, a través de un comunicado difundido tras la ejecución. Por su parte, Stephanie Grishan, portavoz de la fiscalía del Estado, aseguró que el preso “sólo estaba roncando”.
De cualquier forma, su caso forma parte de una serie de recientes ejecuciones envueltas en un grado inusual de controversia.
Los fármacos utilizados para la ejecución de Wood (midazolam e hidromorfona) fueron los mismos que le inyectaron el pasado mes de enero al reo Dennis McGuire en Ohio, quien también estuvo jadeando durante los 25 minutos siguientes a la medicación, según reportes del Centro de Información de la Pena de Muerte. En abril, el preso de Oklahoma Clayton Lockett estuvo retorciéndose durante 43 minutos antes de que su corazón dejara de latir.
Los problemas con el método de la inyección letal tradicional comenzaron a finales de 2011, cuando la Unión Europea decidió implementar severos controles de determinados fármacos, para evitar que se usaran en ejecuciones. Desde entonces, los 32 estados que aún aplican la pena de muerte en Estados Unidos han buscado otras opciones dentro de su país, sin revelar detalles, por ejemplo, acerca de los nombres de las compañías que fabrican estas drogas alternativas.
La interpretación de lo que puede ser cruel o inusual es muy subjetiva. BBC Mundo indagó las opciones que algunos estados están considerando para sustituir el método de la inyección letal.
PELOTÓN DE FUSILAMIENTOEn un comunicado publicado este lunes, antes de la ejecución de Wood, el juez Alex Kozinski de la corte federal de apelaciones del noveno circuito con sede en San Francisco encendió el debate acerca de si deberían volver a usarse otros métodos para la aplicación de la pena capital.
“La inyección letal es un esfuerzo fallido por ocultar la brutalidad de las ejecuciones, haciendo que parezcan serenas y tranquilas. Pero la verdad es que no lo son. Son brutales, salvajes y no hay nada que se pueda hacer para enmascarar la realidad”.
Luego, Konzinski propone: “Si algunos estados y el gobierno federal desean continuar llevando a cabo la pena de muerte, deben apartarse del camino equivocado y volver a utilizar métodos más primitivos y eficaces. La guillotina sería la mejor opción, pero es inconsistente con nuestra identidad nacional. Con la silla eléctrica o la cámara de gas también puede haber contratiempos”.
Para él, el pelotón de fusilamiento luce como el método más prometedor. “Ocho o diez balas a corta distancia causan una muerte instantánea. Hay un montón de empleados estatales que tienen la formación para apretar el gatillo correctamente. Los pelotones pueden ser complicados, pero si estamos dispuestos a llevar a cabo ejecuciones, no podemos escapar de la realidad de que se está derramando sangre humana”.
El juez Konzinski no está solo. Rick Brattin, diputado de la Cámara de Representantes del estado de Missouri, afirmó a BBC Mundo que el fusilamiento es el método más “eficaz, fácil y rápido”, pues la persona muere instantáneamente. Según él, la aplicación de este procedimiento también generaría un beneficio económico.
De igual forma, el profesor de derecho penal de la New York Law School, Robert Blecker, aseguró a BBC Mundo que el pelotón de fusilamiento es uno de los métodos “más idóneos” para aplicar la pena de muerte porque deja claro que se trata de un castigo. “Es honesto, directo”, dice. Para él, la inyección letal es un método terrible porque genera confusión entre castigo y medicina.
“Somos una cultura que se avergüenza cada vez más del castigo y hacemos lo que haga falta para esconderlo. Si vamos a negar que estamos castigando, la inyección letal es perfecta porque luce como un procedimiento médico. La escena final se parece mucho a cuando uno despide a un ser querido: una camilla, una vía en el brazo de la persona, etc”.
MÉTODOS MÁS SILENCIOSOSEl profesor asistente de Justicia Criminal en la Universidad de Missouri, Michael Campbell, destacó a BBC Mundo que los métodos de ejecución se volvieron más silenciosos con los años, con el objetivo de que dejaran de lucir como un acto de violencia. “La inyección letal es la tecnología más moderna que se encontró para hacer algo que no es compasivo ni humano por definición: matar”.
Campbell recuerda que la silla eléctrica fue diseñada a finales del siglo 19 como un método “más humano” que reemplazara a la horca. “La horca o el fusilamiento podían ser desastrosos, con mucha sangre. Luego quedó claro que la silla tampoco era una opción. Cuando comenzó a usarse la cámara de gas -en la década de 1920, se pensó que sería un método más sutil, que involucraría menos dolor, pero tampoco funcionó”, explica Campbell.
En la actualidad, ocho estados donde la inyección letal es el método primario de ejecución aún ofrecen la silla eléctrica como una opción. En Tennesse, puede ser impuesta si no se consiguen fármacos. La última ejecución de este tipo -la del reo Robert Gleason- se llevó a cabo en enero de 2013 en el estado de Virginia.
El profesor Blecker, autor del libro “The Death of Punishment” (“La muerte del castigo”), destaca que el problema con la silla eléctrica es que no es agradable a la vista. “Luce muy dolorosa, aunque si se hace bien, es probable que el reo no sienta dolor. Eso, aunado al olor a quemado, es algo que a los testigos no les gusta presenciar”.
En su opinión, lo que deja claro la octava enmienda de la Constitución que prohíbe los castigos crueles e inusuales es que la tortura no está permitida. “Y no sólo se refiere a los métodos, también a los castigos que sean desproporcionados con respecto al crimen”.
Campbell, por su parte concluye diciendo que estos casos de ejecuciones “fallidas” dejan al descubierto una gran cantidad de contradicciones: “No creo que ningún estado logre encontrar un método fácil, silencioso y rápido para matar. Parte del problema es que se intenta que luzca técnico y profesional, cuando en verdad es algo desagradable de hacer. No hay una manera fácil ni limpia de hacer esto”.
Para él, las propuestas que hablan de un regreso de los pelotones de fusilamiento son un paso atrás. “Es evidente que estas iniciativas tienen el apoyo de la gente que apoya la pena de muerte. Pero otros pueden decir que es un método muy arbitrario. ¿Por qué matamos de una forma a un reo y no a otro? El debate es infinito”.