Washington. Durante dos años, el nombre de Robert Mueller ha retumbado en Washington. Su misión ha sido la de investigar para el Gobierno los presuntos nexos entre la campaña de Donald Trump y Rusia, un encargo que ha atormentado al presidente de Estados Unidos, que le ha insultado, menospreciado y vilipendiado.
Mueller entregó el resultado de su investigación este viernes, 22 meses después de que le contratase el Departamento de Justicia para sustituir al hasta entonces encargado de la llamada “trama rusa”, el ex director del FBI James Comey, despedido por Trump en una polémica decisión.
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Nacido hace 74 años y con una trayectoria impecable, aterrizó en el Departamento de Justicia como una figura de consenso entre republicanos y demócratas para ponerse al frente de esta delicada investigación, con la que algunos ya fantaseaban con un “impeachment” (juicio político) contra el presidente.
Su extenso currículum incluye 12 años dirigiendo el FBI, cargo para el que le nombró el ex presidente George W. Bush una semana antes de que Al Qaeda destruyera las Torres Gemelas de Manhattan y parte del Pentágono asesinando a casi 3.000 personas el 11 de setiembre del 2001.
Mueller recibe el crédito de haber salvado al FBI cuando muchos abogaban entonces por crear un nuevo organismo; modernizándolo y convirtiéndolo en pieza angular de la inteligencia estadounidense de hoy.
Su indiscutible reputación, no obstante, no fue suficiente para que Trump le aceptase de buena gana.
La contratación de Mueller generó la primera crisis de Gobierno de alto nivel tras la llegada de Trump al poder. El presidente responsabilizó a su entonces fiscal general (ministro de Justicia), Jeff Sessions, de permitir una investigación que ha considerado siempre “ilegal” y una “caza de brujas”.
Durante los casi dos años de investigación, Mueller ha estado presente en los hogares de todos los estadounidenses, aludido a menudo por Trump, citado a diario en CNN, Fox News y el resto de “networks”, objeto de encuestas de favorabilidad, amado u odiado, héroe o villano.
Mueller, sin embargo, ha adoptado un discreto perfil desde sus céntricas oficinas en Washington, eludiendo las cámaras que le perseguían a medida que iba interrogando a sospechosos e imputando cargos contra algunos de los mayores colaboradores del presidente, que se sentía cercado.
Trump llegó a decir que Mueller y sus fiscales se habían “vuelto locos” mientras estos investigaban, siempre con la amenaza de un inminente despido, no solo la supuesta injerencia del Kremlin en las elecciones del 2016, sino también las oscuras finanzas del presidente.
Su investigación ha llevado a la cárcel al ex jefe de campaña de Trump, Paul Manafort, o a su ex abogado personal Michael Cohen, e imputado cargos contra su primer asesor de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, Michael Flynn, o ex colaboradores como Roger Stone y Rick Gates.
Mueller, sin embargo, concluyó este viernes el encargo más importante de su carrera anunciando que no habrá más imputaciones, un auténtico alivio para un Trump atormentado.
Fuente: EFE