Desde que se confirmó la desaparición del sumergible Titán en el Atlántico el domingo, aviones han estado peinando el océano para buscarlo debajo de las olas.
La guardia costera de Estados Unidos anunció este miércoles que un avión canadiense P-3 había identificado ruidos submarinos sin explicación, con aparentes golpes en intervalos de media hora.
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La señal continúa siendo investigada y analizada, dijeron las autoridades.
¿Cómo pueden los aviones que vuelan por encima de las olas detectar algo tan profundo bajo el agua?
La búsqueda de sumergibles es tradicionalmente el trabajo exclusivo de algunas de las aeronaves más grandes y tecnológicamente avanzadas de cualquier fuerza aérea.
A menudo basadas en diseños civiles, estas máquinas despliegan un impresionante conjunto de sensores de sonido para localizar submarinos militares bajo el mar.
Suele ser un juego del gato y el ratón entre aviones y submarinos que quieren permanecer ocultos. Ese no es el caso ahora.
El hecho de que estos cazadores aéreos estén repletos de nueva tecnología avanzada parecería darles una ventaja.
Sin embargo, como muestra el perdido Titán, los sumergibles siguen siendo muy difíciles de encontrar, especialmente a profundidades de 3.800 metros, donde se encuentran los restos del Titanic.
El turbohélice de cuatro motores P-3 Orión, que detectó el misterioso ruido de golpes este miércoles, entró en servicio por primera vez en 1962 y está basado en el avión de pasajeros Lockheed Electra.
La aeronave identificó el ruido después de dejar caer boyas de sonar, que flotaban en la superficie y detectaron sonidos que la naturaleza probablemente no haría.
Captó un ruido de golpes regulares cada 30 minutos, algo que los expertos sugieren que es una señal de que están siendo hechos por seres humanos.
“El hecho de que los ruidos acústicos estén separados por 30 minutos es una gran señal”, dijo Jamie Pringle, profesor de geociencias forenses en la Universidad de Keele, en Reino Unido.
“El ruido acústico viaja lejos en el agua, por lo que son buenas y malas noticias. Necesitaría (al menos) tres de esas boyas estáticas para poder triangular la fuente de sonido para obtener una posición fija”, agregó.
El Lockheed P-3 Orión también está equipado con detectores de anomalías magnéticas, que encuentran pequeñas perturbaciones en el campo magnético terrestre causadas por las paredes metálicas de submarinos.
Si una aeronave equipada con los detectores vuela sobre una gran masa de metal dentro de su rango de detección, la hallará.
La presencia de un naufragio conocido de una gran embarcación con casco de acero como el Titanic dificulta el uso de esta técnica.
El P-3 no es el único avión involucrado en la búsqueda.
Otros que recorren el Atlántico incluyen el C-130 Hércules y el relativamente nuevo Boeing P-8 Poseidón, conocido como el patrullero marítimo más avanzado del mundo.
El Poseidón luce familiar porque lo es. Esta aeronave es una derivación del avión de pasajeros Boeing 737.
El alcance del Poseidón es mucho más corto que el del P-3: 2.250 kilómetros frente a 9.000 kilómetros. No obstante, puede volar 3.600 metros más alto, y más rápido también.
Al igual que un juego de acorazados, la tripulación del Poseidón utiliza un patrón de cuadrícula para averiguar dónde no está un sumergible y luego se acerca a donde podría estar.
Lo hace desplegando una de las formas más efectivas de rastrear un submarino: campos de sonoboyas.
Disparadas con paracaídas desde un lanzador giratorio a gran altura, las boyas Multiestáticas Activas Coherentes (Mac) generan múltiples pulsos de sonar a lo largo del tiempo para durar más y ampliar su rango de búsqueda.
La disposición de boyas como estas es uno de los secretos mejor guardados de la guerra antisubmarina. Un solo P-8 puede desplegar más de 120 boyas.
Junto con estas boyas, el Poseidón utiliza un conjunto completo de tecnología que incluye su propio sensor acústico, un radar de apertura sintética para detectar, clasificar y rastrear sumergibles en superficie y detectar periscopios a gran distancia.
También cuenta con una torreta electroóptica/infrarroja que puede identificar gases de escape de sumergibles, un sensor electromagnético particularmente útil para rastrear las posiciones de los emisores de radar, e incluso un sistema de rastreo de hidrocarburos para “olfatear” la presencia de submarinos militares con motor diésel y eléctrico.
Sin embargo, el Poseidón vuela demasiado alto para usar la detección de anomalías magnéticas de manera efectiva y, en cambio, se están desarrollando vehículos aéreos no tripulados equipados con estos detectores para despegar desde sus tubos de sonoboyas.
Lo que no ha cambiado, incluso para los aviones más avanzados, es la confianza en la inteligencia tradicional.
“Para ser lo más efectivo posible, el P-8 primero necesita tener una idea aproximada de la ubicación y la dirección del submarino para encontrarlo”, dice Sirharth Kaushal, investigador del centro de estudios de defensa y seguridad de Reino Unido, el Royal United Services Institute (RUSI).
En una búsqueda militar, este “sentido aproximado” se basa en la inteligencia recopilada a partir de señales, imágenes satelitales, contacto interpersonal y redes cada vez mayores de hidrófonos colocados en el fondo del océano, a menudo en “cuellos de botella”, para detectar cuándo los sumergibles pasan sobre ellos.
Pero en el caso del desaparecido sumergible Titán, tales pistas son pocas y distantes entre sí.
Quizás una de las capacidades más importantes del Poseidón, y que lo distingue del Orión, es que funciona como un centro de comunicaciones, un “nodo” por así decirlo, en el centro de una red de naves, vehículos aéreos no tripulados equipados con sensores, y buques de superficie no tripulados que en efecto multiplicarán su potencia.
Este poder interconectado ha hecho pensar a algunos analistas que la llegada de aviones como el Poseidón está inaugurando una era en la que el mar se vuelve “transparente” y que a los submarinos les resultará imposible esconderse.
Pero mientras que las tecnologías y capacidades de Orión y ahora Poseidón hacen parecer que van por delante, tienen sus limitaciones.
Los pulsos de sonda, por ejemplo, pueden enfrentar interferencias de diferentes capas de temperatura y salinidad en el agua. Un sumergible se puede ocultar debajo de estas.
La tecnología de detección magnética tiende a tener un alcance corto: solo encuentra sumergibles que están cerca de la superficie y cerca de la posición de la aeronave.
Y los sumergibles también pueden evitar ser detectados permaneciendo ocultos en el “ruido ambiental del agua” del océano.
El P-8 puede ser el cazador de submarinos más avanzado del mundo. Pero como el analista de defensa independiente H. I. Sutton le dijo a la BBC, “los sistemas como Poseidón aún necesitarán saber dónde buscar”.
La verdad es que hallar un sumergible también puede ser una cuestión de suerte. Después de todo, fue el P-3 Orión de 60 años de antigüedad el que detectó las explosiones que podrían provenir del perdido Titán.
Mark Piesing
BBC Future
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