Era una noche clara, fría e invernal en la ciudad alemana de Dresde cuando pasadas las 9 de la noche las sirenas de alerta temprana comenzaron a aullar.
Como de costumbre, sus habitantes se dirigieron a los sótanos de sus casas o a los pocos bunkers que había disponibles para refugiarse. Era casi parte de su rutina. Una rutina que varias ciudades de Alemania venían experimentando desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en 1939.
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Pero esa noche del 13 de febrero de 1945 sería distinta; esta vez, no se trataba de un ataque más.
Sin siquiera imaginarlo, los habitantes de Dresde serían las víctimas de uno de los ataques más crudos y mortales perpetrados por los aliados, específicamente por la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) y las Fuerzas Aéreas del Ejército de Estados Unidos (USAAF).
A la mañana siguiente, los norteamericanos remataron la embestida con más de 300 bombardeos sobre la ciudad, arrasando con lo poco que había quedado en pie la noche anterior.
1.800 toneladas de bombas explosivas y de material incendiario fueron lanzadas sobre la capital sajona entre las 10 de la noche y la 1:00 de la madrugada. El ataque, que se dividió en dos pasadas consecutivas de 20 minutos cada una, reventó casas y edificios, dejando la ciudad reducida a escombros y cenizas.
Fue una verdadera “tormenta de fuego” que desencadenó la muerte de al menos 25.000 personas y que muchos historiadores han calificado de innecesaria y cruel.
Incluso el entonces primer ministro británico, Winston Churchill, expresó dudas inmediatamente después del ataque.
“Me parece que ha llegado el momento en que debería revisarse la cuestión del bombardeo de ciudades alemanas simplemente por aumentar el terror, aunque bajo otros pretextos”, escribió.
“La destrucción de Dresde es un serio interrogante contra la conducta de los aliados”.
Pero ¿qué llevó a los aliados a ejecutar tan brutal operación?
Una ciudad militar estratégica
Operación trueno. Así se llamaba el plan del alto mando de los aliados creado en 1944 para atacar por aire varias ciudades de Alemania: Berlín, Chemnitz, Leipzig y Dresde eran parte de los objetivos militares.
Hasta antes de la guerra, Dresde era conocida como la “Florencia alemana” (o la “Florencia del Elba”) debido a su rica vida cultural con numerosas colecciones de arte, iglesias barrocas y pequeños callejones. Era, además, un verdadero semillero de arquitectos visionarios, pintores modernistas, compositores y escritores.
Con la llegada de Adolf Hitler al poder, la ciudad -situada cerca de las fronteras polaca y checa- pasó a formar parte de lo más profundo de la Alemania nazi, adoptando rápidamente sus políticas nacionalistas.
Los jóvenes, por ejemplo, estaban obligados a participar de las “Juventudes Hitlerianas”.
El escritor británico Sinclair McKay relata en detalle los acontecimientos que rodearon la embestida en su libro “Dresde 1945, fuego y oscuridad”. Según él, a principios de febrero de 1945 quedaban 198 judíos en la ciudad. Antes de la llegada de los nazis, había más de 6.000.
Los pocos judíos que resistían en Dresde, no podían ejercer sus profesiones y fueron apartados de la sociedad con insólitas ordenanzas municipales como la prohibición de utilizar los tranvías o comprar flores y helados.
En forma paralela, la ciudad se convirtió en uno de los centros ferroviarios más importantes de la Alemania nazi. El transporte de los prisioneros a los campos de exterminio y el de las tropas pasaba por ahí.
Además, fue una zona industrial clave para el Reich, abasteciendo de importante material militar al ejército alemán. Decenas de fábricas proporcionaron municiones, piezas de aviones y otros suministros para el esfuerzo de guerra nazi.
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Aún así, Dresde era de las pocas ciudades grandes de Alemania que aún no había sido víctima de grandes ataques. Por lo mismo, muchos intuían que podía ser un blanco fácil para los aliados.
Tal como McKay dice en su libro, “todos los habitantes de Dresde sabían que la ciudad atraía cada vez más la atención del enemigo”.
Sin embargo, Sinclair es claro al afirmar que era muy difícil prever un ataque de la magnitud de la “tormenta de fuego”. “Para la población civil alemana debió ser difícil de imaginar una destrucción mayor que la causada hasta entonces”, escribe.
Destrucción total
En 1944, los jefes aéreos de Reino Unido y de Estados Unidos decidieron que un ataque a Dresde podría ayudar a sus aliados soviéticos, deteniendo los movimientos de tropas nazis pero también interrumpiendo las evacuaciones alemanas desde el este.
A esas alturas, los bombarderos de la RAF sobre ciudades alemanas habían aumentado en tamaño y potencia después de más de cinco años de guerra.
De esta manera, los aviones transportaban una mezcla de bombas de alto poder explosivo e incendiarias que tenían como objetivo destruir edificios y luego incendiar sus restos, causando más destrucción.
Los ataques anteriores habían aniquilado ciudades alemanas enteras. En julio de 1943, bajo el nombre de “Operación Gomorra”, se destruyó la ciudad de Hamburgo casi por completo.
Siguiendo el mismo operativo, 800 aviones de la RAF volaron a Dresde la noche del 13 de febrero de 1945. En solo 25 minutos, los aviones británicos lanzaron más de 1.800 toneladas de bombas.
En tierra, los habitantes intentaban refugiarse sin éxito. La primera oleada de bombas dejó a la ciudad sin electricidad. Entonces algunos salieron de su escondite justo cuando la segunda oleada los golpeó nuevamente.
La gente caía muerta mientras otros huían de las llamas. La testigo presencial Margaret Freyer describió una cruda escena de una mujer con su bebé: “Ella corre, se cae y el niño vuela hacia el fuego... La mujer permanece tendida en el suelo, completamente quieta”.
Kurt Vonnegut sobrevivió al bombardeo como prisionero de guerra en Dresde. “Dresde fue una gran llamarada. La llama destruyó todo lo orgánico, todo lo que pudiera quemarse”, escribió en su libro Slaughterhouse-Five (“Matadero Cinco”).
Después del ataque, Vonnegut dijo que el área que lo rodeaba se parecía a la luna. “(No había) nada más que minerales. Las piedras estaban calientes. Todos los demás en el vecindario estaban muertos”, indicó.
Un ataque controvertido
La Alemania nazi usó inmediatamente el bombardeo para atacar a los aliados, afirmando que Dresde no tenía una industria de guerra y era solo una ciudad de cultura. Aunque las autoridades locales dijeron que unas 25.000 personas murieron, los nazis afirmaron que 200.000 civiles fueron asesinados.
En Reino Unido, Dresde era conocida como un destino turístico, y algunos parlamentarios y figuras públicas cuestionaron el valor del ataque. Un artículo publicado en aquella época por la agencia de noticias Associated Press dijo que los aliados estaban llevando a cabo bombardeos terroristas, propagando aún más la alarma.
Sin embargo, los planificadores militares de Reino Unido y de Estados Unidos insistieron en que el ataque estaba estratégicamente justificado, de la misma manera que los embates contra otras ciudades alemanas, al interrumpir la industria, destruir las casas de los trabajadores y el transporte en Alemania.
Aun así, durante décadas se ha debatido y analizado la crudeza de su destrucción.
Un informe estadounidense de 1953 sobre el bombardeo concluyó que se destruyó o dañó severamente el 23% de los edificios industriales de la ciudad y al menos el 50% de sus edificios residenciales. Pero Dresde era “un objetivo militar legítimo”, según el informe, y el ataque no contravino “las políticas de bombardeo establecidas”.
Con todo, los historiadores se preguntan si la destrucción de las ciudades alemanas obstaculizó el esfuerzo de la guerra nazi o simplemente causó la muerte de civiles, especialmente hacia el final de la guerra.
A diferencia de una invasión como la del Día D, es más difícil cuantificar cuánto ayudaron estos ataques a ganar la guerra.
Algunos argumentan que es una falla moral para los aliados, o incluso un crimen de guerra.
Setenta y cinco años después, el bombardeo de Dresde sigue siendo uno de los episodios más polémicos de la Segunda Guerra Mundial.