En noviembre de 1971, cinco adolescentes y su guía de 18 años murieron congelados en la meseta de Cairngorm, uno de los lugares más altos e inhóspitos de Reino Unido.
50 años después, sigue siendo el peor desastre del alpinismo en la historia de la nación insular.
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La tragedia conmocionó al país, cambió para siempre la forma de abordar las montañas de Escocia y dejó una escuela y su comunidad destrozadas.
Los estudiantes iban a Ainslie Park, una reconocida escuela secundaria situada en el límite del complejo residencial de East Pilton, en Edimburgo.
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Catherine Murray Brown, que ahora tiene 67 años, era entonces una alumna de sexto grado de la escuela. Dice que hacían muchas excursiones de educación al aire libre.
“No era algo inusual y existía la idea de que la gente se iba a algo que debía ser muy divertido y realmente agradable y bueno”, relata.
En noviembre de 1971, un grupo de 14 niños emprendió una aventura con Ben Beattie, de 23 años, y su novia de 20, Catherine Davidson. Se dirigían a Lagganlia, el nuevo centro de actividades al aire libre que estaba cerca de Aviemore, a unos 125 kilómetros al norte de Edimburgo.
Beattie era el profesor de educación al aire libre de la escuela.
“Era un profesor popular y extrovertido, y hasta ese momento nunca había hecho nada especialmente polémico”, recuerda Murray Brown.
Beattie y Davidson eran montañistas experimentados y el grupo estaba bien equipado para el frío. Se les unió a la expedición Sheelagh Sunderland, de 18 años, instructora en prácticas en Lagganlia.
El profesor de secundaria planificó la expedición: dos grupos tomarían rutas diferentes a través de la meseta de Cairngorm hasta Ben Macdui, la segunda montaña más alta de Reino Unido, con casi 1.310 metros de altura.
Según lo planeado, los dos grupos debían descender y reunirse para pasar la noche en el Corrour Bothy, en el puerto de montaña de Lairig Ghru.
Beattie se llevó a los caminantes más experimentados y fuertes. Su novia y la instructora practicante se fueron con los otros seis: Carol Bertram, de 16 años, y Diane Dudgeon, Lorraine Dick, Susan Byrne, William Kerr y Raymond Leslie, todos de 15 años.
Empezaron a caminar antes del mediodía del sábado 20 de noviembre, pero de un momento a otro las cosas empezaron a tornarse difíciles.
El clima empeoró y unas ventiscas implacables azotaron a ambos equipos.
Los que iban con Beattie se abrieron paso a través de la nieve profunda hasta un refugio alto donde pasaron la noche.
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Al día siguiente, el grupo logró salir de la meseta con dificultad y tardó en llegar a otra cabaña, desde donde pudieron avisar a Lagganlia sobre lo sucedido casi entrada la noche.
En ese momento fue cuando descubrieron que el otro grupo, el de Davidson y Sunderland, tenía problemas. De hecho, descubrieron que los jóvenes nunca habían llegado al primer refugio.
Al verse atrapados, en unas condiciones terribles y sin esperanza de encontrar el camino para salir de la montaña, Cathy Davidson tomó la decisión de acampar de noche y al aire libre con sus sacos de dormir.
Pasaron esa primera noche y todo el día siguiente aferrados a la montaña bajo la tormenta, pero al no poder alejarse en la ventisca se vieron obligados a quedarse una segunda noche.
En la mañana del lunes 22 se puso en marcha una operación de rescate a gran escala.
Cincuenta buscadores de la RAF Kinloss -una antigua estación de la Real Fuerza Aérea situada cerca del pueblo de Kinloss- y de los equipos de rescate de montaña de Aberdeen, Braemar y Cairngorm cubrieron la búsqueda en el área.
Esa mañana, Davidson fue vista desde un helicóptero que vigilaba la zona. Iba a rastras en busca de ayuda y con gran dificultad consiguió decir al equipo de rescate dónde estaba refugiándose el grupo.
Cuando llegó el rescate, cinco de los niños y la joven instructora habían muerto. Todos estaban enterrados bajo la espesa nieve.
Raymond Leslie fue el único alumno de los seis que sobrevivió.
De vuelta a Edimburgo, en los hogares de los fallecidos y en su escuela, la magnitud de la pérdida era difícil de soportar.
Rory Macleod, que ahora tiene 66 años, también era un alumno de Ainslie Park en ese momento.
“El señor Chalmers, el director de la escuela en ese momento, confirmó lo que había sucedido”, recuerda.
“Se podía ver la confusión en los rostros de la gente, desde 'un momento, tiene que ser mentira' hasta 'un momento, todos murieron... no lo entiendo'”, explica.
Rory y Catherine Murray Brown fueron algunos de los alumnos que representaron a la escuela en los funerales.
Ella reconoce que “nunca había estado en un funeral y nunca había visto a tantos adultos angustiados”. “Tampoco lo he olvidado”.
“Nunca había visto a nadie en un ataúd ni nada parecido y supongo que mi recuerdo más abrumador es que los jóvenes mueren, y eso nunca se me había ocurrido”.
La investigación del accidente mortal estuvo a cargo de las autoridades de Banff y se celebró en febrero de 1972.
Entre las evidencias, encontraron que los formularios de consentimiento entregados a los padres no decían que habría montañismo invernal.
Por esa razón, desde ese momento quedó como requerimiento que los padres recibieran más información sobre las expediciones, se pidió el establecimiento de un mejor régimen de formación y certificación para los instructores, y se recomendó que los expertos asesoraran sobre la conveniencia de eliminar los refugios de alto nivel para evitar que la gente confíe en ellos en caso de emergencia.
Los padres de las víctimas mortales pidieron que Ben Beattie y el director del centro Lagganlia, John Paisley, fueran declarados culpables de las muertes, pero la investigación no llegó a ninguna conclusión al respecto.
Cuando se cumplieron 40 años de la tragedia, en 2011, Bill Dudgeon -quien ya falleció- habló con el periódico The Scotsmansobre la muerte de su hija Diane.
“El hecho es que no debería haber ocurrido”, afirmó. “No puedo imaginar que algo así ocurra hoy en día”.
“No puedo evitar pensar que los instructores eran demasiado jóvenes para estar a cargo: sería como un juego, ellos a cargo de niños no mucho más jóvenes que ellos”, cuestionó.
Ben Beattie siguió trabajando en la montaña y murió en una caída mientras escalaba en el Himalaya en 1978. Catherine Davidson, por su parte, se trasladó a Canadá.
Raymond Leslie vive actualmente en Escocia y nunca ha hablado públicamente de lo sucedido.
El Centro Lagganlia permaneció abierto y ha introducido a miles de jóvenes en los beneficios del aire libre.
John Paisley, director del centro en 1971, supervisó la construcción de un monumento a las víctimas del desastre.
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“Construyó lo que podría llamarse una sala al aire libre, con un techo sostenido, sin paredes y asientos donde los residentes y estudiantes de Lagganlia podían sentarse a reflexionar”, Rory Macleod opina.
“En estos años, el personal del centro lo ha utilizado como un lugar para pedir a los jóvenes y estudiantes que reflexionen sobre lo que les espera en la vida en general”, agrega.
La escuela secundaria Ainslie Park cerró en 1991 tras años de progresivo descenso en el número de alumnos. Sólo queda su fachada y en el lugar se levanta ahora un edificio de apartamentos.
No hay ningún monumento en memoria de los cinco alumnos que murieron en los Cairngorms, pero sus compañeros los recuerdan.
“Creo que mientras estemos vivos, los recordaremos. Pero todos estamos envejeciendo. Fue hace 50 años. No sé si continuará mucho más allá de la memoria viva una vez que todos nosotros nos hayamos ido”, dice Murray Brown.
“Lo llevamos con nosotros. Cada una de las personas a las que les tocó. Lo llevamos con nosotros”.
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