Hace cien años Europa se precipitaba sin freno hacia los campos de batalla, en lo que se conocería como La Gran Guerra. Era cuestión de días.
Hacía un mes había sido asesinado en Sarajevo, Bosnia, el heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro, archiduque Francisco Fernando. Su asesino, Gavrilo Princip, pertencía a una organización secreta serbia llamada “Mano Negra”. Austria-Hungría culpó a Serbia del asesinato.
Cuando Viena -apoyada por su aliada Alemania- lanza un ultimátum contra Belgrado, los serbios no aceptan todas las condiciones y el camino hacia la guerra está trazado.
BBC Mundo le cuenta a partir de hoy los hechos ocurridos la semana previa a la declaratoria de guerra, el 4 de agosto de 1914.
MARTES, 28 DE JULIO DE 1914Poco antes de las 09:00: el Kaiser Guillermo II de Alemania lee la respuesta de Serbia al ultimátum de Austria-Hungría.
Tres días atrás, Viena había rechazado la respuesta de Belgrado, pero el Kaiser no está tan seguro.
En la respuesta que tenía en sus manos, Serbia cedía en la mayoría de los puntos y el gobernante alemán piensa que los otros se podían negociar.
Guillermo II decide trazar un plan para que sus tradicionales aliados no queden mal parados. La idea es permitirle a las tropas austro-húngaras atacar Serbia hasta que Belgrado esté sitiada. Con escenario militar a favor, Viena podrá conseguir que Belgrado acepte todas las condiciones.
El Kaiser le escribe a sus ministros:
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“Los serbios son orientales, por lo tanto, mentirosos, estafadores y maestros de la evasión. Pero todo puede ser conseguido con la ocupación militar temporal de Belgrado hasta que las demandas sean aceptadas. Esto es necesario para darle al ejército, que si no habría sido innecesariamente mobilizado, la satisfacción de su honor”.
Pero la propuesta del Kaiser llega tarde.
Después de las 11:00, Austria-Hungría maniobra para evitar cualquier intento de mediación. El comunicado emitido por Viena no deja lugar a dudas:
“El Real Gobierno Serbio no ha respondido satisfactoriamente a nuestra nota del 23 de julio de 1914”.
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Pero hay un problema de protocolo: como Viena había cerrado su embajada en Belgrado, no tiene cómo entregar su declaración de guerra.
Finalmente, el gobierno austriaco envía un telegrama, la primera vez que un documento de esta naturaleza es entregado de esta forma.
Aunque Austria ya está en guerra, faltan otras dos semanas para que esté preparada para movilizar a su ejército.
Esto enfurece a Alemania, como muchas decisiones que toma su aliada.
Berlín había llamado a Viena a moverse lo más rápido posible para aprovechar el impacto que causó en Europa el asesinato del heredero al trono.
Hace ya un mes que Francisco Fernando y su mujer Sofía fueron acribillados en Bosnia y la simpatía general hacia el gobierno austríaco se ha ido desvaneciendo con el tiempo.
BARCOS EN LA NOCHEEn Francia, la declaración de guerra austro-húngara coincide con el último día de un juicio que ha fascinado a la mayoría de los franceses: el caso contra la hermosa madame Caillaux, acusada de asesinar al editor del diario Le Figaro, quien había amenazado con destruir la reputación de su marido, nada más y nada menos que el ministro de Economía de ese entonces.
El fallo es absolutorio. La sala del tribunal estalla con los gritos a favor y en contra de la decisión del jurado.
En Reino Unido lo que llama la atención no es una historia policial sino la suerte de todo un territorio: Irlanda.
En las últimas semanas ha crecido la tensión entre los unionistas del norte y los nacionalistas del sur sobre los planes del gobierno británico para la isla.
La muerte de tres manifestantes desarmados en Dublín en manos del ejército británico empeora la situación. El diario británico Daily Mirror habla de una posible guerra civil.
No obstante, en Londres, el líder de la Marina Británica, Winston Churchill, no tiene tiempo para Irlanda. Con la aprobación del primer ministro pero sin el conocimiento de todo el gabinete, ha ordenado que la flota -aprovechando la oscuridad de la noche- se mueva hacia su base de combate en Scapa Flow.
Este político avezado no cree que Inglaterra logrará mantenerse alejada de la guerra que amenaza a Europa.
Al terminar el 28 de julio, Churchill le escribe a su mujer:
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